05 | Alcohol de victoria

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La siguiente vez que se abrió la condenada puerta, fue para decirle que tenían tiempo libre. ¿Qué puta mierda de tiempo libre, si estaban encerrados en ese edificio gris con olor a cloacas? El guardia de pelo rojo entró con los hombros rígidos, sin dirigirle una sola mirada, y le cambió las esposas de las manos y de los pies por otras con la cadena más larga.

Katsuki estiró los músculos de los brazos, aprovechando esa nueva libertad, y gruñó de placer cuando le crujieron los hombros. Joder. Echaba de menos las peleas de calle que le calentaban el cuerpo y lo hacían sentir vivo, no como ese lugar mugriento donde el cabrón del juez lo había metido.

El guardia hizo girar la llave de la manilla del tobillo derecho y se levantó. Bakugou lo observó de frente. Medían casi lo mismo, y viendo su rostro aniñado concluyó que no podía tener muchos más años que él. Además, le sonaba de algo. Nunca había sido bueno recordando caras, pero juraría que conocía a ese bastardo.

—¿Nos hemos visto antes? —gruñó. No le gustaba empezar las conversaciones, pero quería quitarse de una puta vez la duda que lo estaba matando.

—Venga, sal —replicó el guardia empujándolo levemente—. Sólo tenéis media hora de rato libre. Aprovecha; cuando empieces a trabajar con los demás lamentarás no haberlo hecho.

Seguía sin mirarlo a los ojos. El imbécil era tan obvio que Katsuki sintió el enojo subiendo por sus vértebras, tentándolo a golpear su cara de chico bueno y gritarle que a él no le cambiaban de tema.

—Soy Eijirou Kirishima. Dudo que me conozcas. —Agarrando su hombro con firmeza lo sacó de la celda, a la cual, de todas formas, no pensaba quedarse ni un jodido minuto más, y giró la llave para cerrar la condenada puerta. Aún recordaba cómo le habían dolido los nudillos al golpearla.

En ese momento otro guardia abría la puerta de la celda contigua. Un hombre alto y delgado de brillantes ojos azules salió de dentro estirando la espalda como un gato y le ofreció las muñecas al carcelero para que le cambiara las esposas. Su mirada voló hacia Katsuki y una sonrisa peligrosa se extendió por su rostro.

—Oh, el violador —ronroneó. Enseguida soltó una risotada, se le acercó y lo repasó de arriba abajo. Su guardia terminó de cambiarle las manillas de los pies antes de echarse atrás. Era tan joven como el pelirrojo, y tenía la frente perlada de sudor.

—Esperaba que hubieras muerto durante la noche —gruñó Bakugou. No le gustaba estar diez centímetros por debajo del comemierda piojoso.

Echó a andar por el pasillo sin saber adónde coño llevaba, con la vana esperanza de que ese traficante de armas enfermo decidiera ir en dirección contraria. Pero, evidentemente, la puta de la suerte no estaba de su parte. ¿Acaso lo había estado alguna vez? Maldijo entre dientes cuando Dabi se colocó a su lado y empezó a observarlo por el rabillo del ojo de la forma menos discreta posible. Estaba seguro de que lo hacía a propósito para tocarle la moral.

—Ayer te llevaron con la psicóloga, ¿eh? Nana Shimura. —El nombre sonó como una burla pronunciado por el azabache, que se volvió hacia él y le sonrió mostrando todos los dientes. Los tenía asquerosamente negros—. ¿Cómo te fue?

—Le tiré la condenada mesa encima.

Los ojos zafiro de Dabi brillaron con diversión. Señaló hacia adelante, una puerta que se abría en el lado derecho del pasillo.

—Este es el patio. Estamos a tres plantas de altura y hay estacas de metal abajo, así que avisa si tratas de huir. —El rubio frunció el ceño, tratando de comprender por qué mierdas querría él informar de sus planes al maníaco. Dabi sonrió—. Será gracioso ver la caída.

Libertad entre rejas [BNHA: Todoroki × Bakugou]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora