Libertad entre rejas [BNHA: Todoroki × Bakugou]

11 | El parricida

Esta celda pequeña y oscura era definitivamente mejor que el pasillo donde lo habían dejado después de la pelea contra el bastardo mitad-mitad. Ahora estaba más calmado. El estúpido Kirishima se había quedado con él por horas, arriesgándose a ser descubierto para pagar esa deuda de la que él no recordaba una mierda.

Se tumbó al suelo, mirando el techo. Era tan negro y aburrido como todo lo demás, pero le ayudaba a concentrarse, y si algo necesitaba en este momento era puta concentración.

No es como si tuviera un jodido trauma con lo que había pasado hacía años. Aquella mierda estaba superada, putamente superada. Ya no le importaba lo que pensaran sus padres. No le importaba una puta mierda nada, ni la muerte de Melina, ni lo que dijeran los amigos hipócritas de sus padres, nada.

Sintió un dolor agudo en el brazo y se detuvo. Se lo había estado mordiendo. Jodida mierda. Trató de concentrarse otra vez en el techo, que tenía zonas ennegrecidas por el fuego y chicles pegados. El techo era interesante. Mucho más que las condenadas palabras de Shoto y el hecho que, a pesar de toda esa mierda, su corazón siguiera acelerándose cada puta vez que pensaba en él.

—Hey, ¿me oyes?

La voz del enfermo de al lado interrumpió sus pensamientos y lo irritó, pero pensó que por esa vez podía perdonárselo. No le iba mal tener a alguien con quien conversar. Su voz alejaría los peores recuerdos y, más importante, le evitaría tener que decidir qué hacía con el maldito de Shoto. Por ahora.

—Baja la puta voz. Te oigo.

Dabi soltó una risa de gato.

—¿Qué ha pasado allí abajo? Cuando vi que iban a llevarte, joder, no te haces la idea de lo mucho que me emocioné. No pasa todos los días, y menos con un recluta que en su primer patio tiró al suelo al bendito Chisaki. Eres una puta leyenda, maldita sea.

Incluso con su estado de ánimo actual, escuchar esto le hizo sonreír orgulloso. Por supuesto que era una puta leyenda. Él siempre era una puta leyenda. Se recostó de espaldas, con los brazos cruzados bajo la cabeza, y buscó en su mente el recuerdo de la lucha que había ganado en el patio.

Pisar a Chisaki se había sentido tan bien.

—Las apuestas estaban que ardían —seguía diciendo Dabi—. Más o menos la mitad apostamos que ibas a tomar tu revancha allí abajo. Los otros estaban seguros de que Shoto se te cargaría, que no salías vivo de allí. —Se rio un poco. Estaba de buen humor, el muy hijo de puta—. Si se lo hubieras permitido, habría tenido que hacer los trabajos de Denki y Tomura por dos semanas, pero ¡eh!, en realidad habría estado gracioso. Hace mucho que no pasa nada de este nivel.

—Estás mal de la cabeza —replicó. Ahora se daba cuenta, debería haberlo hecho. Tomarse la puta revancha en vez de estar perdiendo el tiempo jugando a los amigos con el tipo que había asesinado a su padre.

—Se vive mejor así. —La respuesta del maníaco lo tomó por sorpresa—. Si no les das tanta importancia a las cosas, es más fácil que no te afecten. Pero vamos, eso no importa. Quiero saber con todos los detalles lo que ha pasado en el pasillo cero entre tú y ese demonio.

—Realmente nada. Sólo... —Un ruido suave al otro lado de la puerta lo hizo callar en seco. Entornó los ojos, tratando de ver quién estaba allí. Durante el día podía verse bastante bien quién se encontraba detrás de la reja, pero en la oscuridad de la noche sólo alcanzó a distinguir una silueta difusa.

—¿Sólo...? —lo apremió Dabi.

—Espera. —Su voz sonó como un gruñido bajo. No sabía de más personas que pudieran estar en el pasillo de noche delante de su celda que él, y desconocer el motivo por el que había ido a buscarle lo asustaba.