08 | Pánico a la cercanía

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Katsuki recogió la jodida linterna y la utilizó para estudiar el espacio que lo rodeaba. El líquido con el que había resbalado al entrar era alguna clase de sustancia química negra, espesa, que cubría todo el suelo cerca de la puerta. Evitó tocarla, no porque le diera miedo que resultase peligrosa, sino porque el lugar y las putas palabras de los guardias le daban mala espina.

Un nuevo ruido lo puso alerta. Antes de entrar no se había fijado en si había más gente en las celdas cercanas, pero parecía evidente que por lo menos un recluta se encontraba allí. Incapaz de esperar a que el otro actuara primero, se levantó y le dio una patada a la pared. Aún estaba dolorido, pero se necesitaba algo más que el condenado agotamiento y las heridas para acabar con él.

—¡¿Quién coño eres?! —gritó. Su voz retumbó por la celda y el pasillo, aumentada por el silencio absoluto que reinaba en el lugar.

Se hizo un momento de silencio. Después, una voz calmada respondió:

—Eres el chico de antes, supongo. No grites. ¿Cuál es tu nombre?

Si antes ya estaba tenso, al reconocer el timbre de aquella voz todos los músculos de su cuerpo ardieron en el deseo contradictorio de golpear y el de huir para evitar una nueva humillación. Estaban en niveles diferentes. Y aun así necesitaba darle un buen puñetazo. El dolor había calmado su ira hacía un momento, pero saber que lo habían puesto junto a él, el jodido rey de la prisión, el malparido que le había roto el brazo, volvió a encender toda su rabia.

—¡No me des putas órdenes! —Le dio otra patada a la pared y se hirió a sí mismo. Debería dejar de ponerles tan fáciles las cosas a quienes querían provocarlo, pero ardía, odiaba que le dijeran lo que tenía que hacer. Cada cosa que había hecho el medio albino desde el encuentro en el pasillo empeoraba su estado de ánimo. ¿Cómo coño podía controlarse cuando empleaba un tono tan suave, tan molesto, tan jodidamente irritante?

—Lo siento. Sólo lo digo porque el techo es inestable y a veces se caen trozos. Será mejor que no hagas tanto ruido y que no golpees la pared. —Katsuki paró inmediatamente, sobreponiéndose al deseo de romper cosas. Estaban muy abajo. Provocar que se cayera el techo sería un verdadero problema, y no estaba seguro de poder salir vivo si lo hacía—. Me has sorprendido —añadió Shoto después de una pausa—. Hace mucho que nadie resistía tanto.

Su declaración le hizo sentirse miserable. No quería que se sorprendiera porque era capaz de resistir. Todo el mundo podía resistir si deseaba ganar lo suficiente. Eso no era algo que lo hiciera especial, ni superior, ni ninguna puta mierda. Sería superior si hubiera logrado tocar al bastardo con alguno de sus golpes, o si hubiera planeado una forma eficaz de derrotarlo y lo hubiera conseguido.

—¿Por qué coño me han cambiado de celda? —masculló, irritado—. Tenía que ser contigo.

—A veces hacen esto, sí. Es una forma de ponerme a prueba, ver qué hago cuando... —Se detuvo antes de terminar la frase. Era posible que solamente lo imaginara, pero diría que su tono inexpresivo había mostrado una cadencia triste por segundos. Cuando volvió a hablar, lo hizo con la falta de emoción a la que ya se estaba acostumbrando—: Pero no pareces acostumbrado a perder. Lo siento. ¿Aún te duele el brazo?

—¿A qué mierda viene esta pregunta? Me has roto el puto hueso, bastardo.

Se hizo un silencio.

—Puedo ir a buscarte algo para el dolor —ofreció—. Si quieres.

—Estamos encerrados en una jodida celda. En la mazmorra más segura. ¿Te has dado cuenta?

La risa suave de Shoto le llegó amortiguada por el muro que los separaba.

—Abrir la puerta es bastante fácil. Espera un momento, ahora vuelvo.

Libertad entre rejas [BNHA: Todoroki × Bakugou]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora