No sabía en qué puto momento se durmió, pero definitivamente lo había hecho. Estaba tumbado en la cama, con un pie colgando y las mantas desaparecidas. Probablemente se hubieran caído durante la noche. Katsuki maldijo por lo bajo. Masculló una palabrota y se incorporó, decidido a aprovechar el nuevo día para joderse a cada guardia de la condenada prisión.
Le consternó comprobar que realmente se sentía mejor. No le dolían los huesos y ya no parecía que cada jodida parte de su cuerpo tuviera el deseo de matarse. Como no había nada que hacer, habría podido seguir durmiendo toda la mañana, pero no le daba la puta gana.
Fue hacia la puerta, la golpeó con el pie y llamó al recluta del lado para hablar un rato. El otro no respondió. Era posible que se lo hubieran llevado. O que se hubiera ahogado con sus propios mocos durante la noche; ni lo sabía ni le importaba. Lo que sí sabía es que apenas llevaba veinte minutos despierto y el día ya era un asco.
Un guardia le pasó el desayuno por debajo de la puerta. Aguantó todo lo que pudo sin comerse el bocado de pan con queso y el puré —tenía un aspecto asqueroso—, pero después de un día entero sin comer por toda esa mierda manipulada del juicio estaba hambriento. Su estómago no tardó en rugir. La comida fue bastante menos mala de lo que parecía y sirvió para frenar el mareo que había empezado a embargarle.
Dos hombres fueron a buscarlo horas más tarde, cuando ya creía que el aburrimiento lo mataría antes de salir de la jodida celda. Lo llevaron atado por varios pasillos, todos malditamente iguales. Quería golpear a los bastardos que se atrevían a empujarlo como si nada.
—Hablarás con Nana —le indicó uno, el menos rudo, deteniéndose frente a una puerta azul. Se pasó una mano por el pelo rojo y añadió, esbozando una media sonrisa agradable—: Es psicóloga, está especializada en casos como el tuyo. Limítate a responder sus preguntas. Si no das problemas, la estancia aquí te será más fácil. De verdad.
Su actitud era diferente a la de los demás que habían hablado antes con él. Katsuki tardó un momento en reaccionar, paralizado por la comprensión en su tono de voz. Odiaba que lo comprendieran. Y, a pesar de todo, decidió hacerle caso. No le apetecía joder más la situación.
Abrieron la puerta y una mujer de pelo negro lo invitó a entrar y sentarse delante de ella.
—¿Katsuki Bakugou? —confirmó, sacando varias fichas que puso en la mesa. Tenía un ordenador encendido al lado y una grabadora de voz en un extremo de la mesa. ¿Pensaban grabar lo que dijera? Pues esperaba que escucharan bien cada condenada palabra, porque no iba a guardarse ninguna mierda para sí mismo.
—¿Qué coño quieres? —Su voz sonó como el gruñido de un animal salvaje, pero la mujer esa ni se inmutó. Realmente le jodía que todos aquí estuvieran acostumbrados a las amenazas.
—Siéntate —lo invitó ella. Como si necesitara su puto permiso. Echó un vistazo a las hojas enfrente suyo y siguió—: He leído tu expediente penal. Hay varios casos preocupantes... Peleas callejeras. Rompiste los huesos de un compañero durante la secundaria. Atracos en tiendas, por lo menos dos veces...
Iba a decirle por dónde cojones podía meterse sus atracos cuando recordó la mirada agradable del guardia que lo había llevado allí. Frunció la nariz; juraba que le estaban viniendo ganas de golpearlo tan fuerte que le quedaría el rostro del mismo color que ese pelo de mierda que llevaba. Pero se contuvo.
—Todo eso pasó hace años —masculló—. No soy un jodido psicópata.
La psicóloga enarcó las cejas, obviando que no lo veía igual. Anotó algo en el ordenador. El ruido de las teclas hacía que le doliera la cabeza.
—Para eso estoy aquí, para determinar si lo eres —replicó sin apartar la vista de la pantalla. Seguía con el condenado tipeo. Maldita sea, en ese momento habría pagado por reventarle la cabeza con una piedra o cualquier otra mierda pesada—. Izuku Midoriya ha estado ayudándonos a rellenar tu expediente. Fue difícil para él, ¿lo sabes? Aún quería protegerte. —Movió la cabeza, se detuvo un momento y siguió—: Pero gracias a sus declaraciones sabemos que has expresado el deseo de matar a gente en reiteradas ocasiones. A tus padres, a compañeros del trabajo, a los agentes del orden...
—¿¡Ah!? ¿Y es un crimen decirles que se mueran? —Había aumentado el volumen de voz. La mención de Deku no hacía más que destrozar el poco aguante que le quedaba—. Claro que lo he dicho, y lo he pensado. Todos los putos días he deseado que se murieran mis viejos por imbéciles, los compañeros por inútiles y Deku por víbora. ¿Es que los he matado o algo?
Nana —o como se llamara esa mujer— anotó otra cosa en el ordenador. El rubio trató de relajarse. Lo estaba haciendo bien. Había respondido a sus preguntas sin gritar. Sabía que él tenía la razón, sólo debía conseguir que la psicóloga de mierda lo viera con sus ojos y olvidase lo que fuera que le hubiese contado Deku.
—Bueno, eso podría indicar alguna clase de desorden peligroso en tu cerebro. —Dejó el teclado y lo miró, tranquila, calmada. No entendía de qué coño hablaba, pero imaginar formas de cargarse a Deku sonaba mucho mejor—. Además, tenemos lo de tu hermana.
Fue sólo una frase, pero le hizo el mismo efecto que si todo se detuviera. Y entonces estalló. Se lanzó hacia adelante, deseando una pistola para agujerearle mil veces el pecho. Tumbó la mesa. Nana gritaba. Las esposas le impidieron utilizar los puños, pero el mueble le cayó encima y se escuchó el crujido de un hueso.
Estaba llorando. La psicóloga gritaba y él no dejaba de llorar. Odiaba el mundo, quería destruirlo, quería borrar a Melina del pasado. No era su culpa. Nunca fue su culpa, ¿por qué insistían en recordarlo, todos, siempre? Lloraba de impotencia. Insultó a la mujer. Gritó, la amenazó con lo más fuerte que era capaz de imaginar.
No estaba pensando bien, no podía. Cada vez que alguien mencionaba a su hermana se le iba la cabeza.
Entraron los dos guardias de antes y lo inmovilizaron. El de pelo rojo movió la cabeza, decepcionado. El otro preguntó algo, no sabía qué, no oía nada. Nana se levantó dificultosamente.
—Mentalmente desequilibrado —declaró—. ¿Puedes apuntarlo tú, Ralph?
Katsuki sabía que seguir así lo rompería, pero es lo único que podía hacer. Llevaba dos años viviendo en una carrera contra el pasado, contra el futuro, contra el horror de lo que había hecho. Estaba jodidamente cansado. Quería abandonar.
Pero aún no se había detenido.
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Libertad entre rejas [BNHA: Todoroki × Bakugou]
Fanfic❝Se equivocó al confiar en Deku, por la jodida mierda que sí. Sabía que la inocencia de sus ojos era pura fachada. Después de todo, había estado con él por dos años. Y aun así se dejó engañar.❞ Katsuki entra a la prisión resuelto a no repetir los er...