03 | Una celda de mierda

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Bajaron un tramo de escaleras con Katsuki gritando y gruñendo, despotricando contra el patético guardia corpulento que seguía impasible. El agarre de aquellas manos de hierro se había vuelto más fuerte, y lo único que le ayudaba a soportar el dolor era imaginar todas las formas en que mataría a Deku cuando saliese de allí dentro. Iba a ser jodidamente cruel. La hiena de pelo verde no merecía menos.

Lo dejaron en una celda. Era más grande que la anterior, con una cama y una silla, pero había algo en ella que lo hacía sentirse más ahogado. Tal vez el hecho de que estuvieran bajo tierra, o cualquier otra mierda. No le importaba. El ambiente estaba húmedo, las suelas de los zapatos se le pegaban al suelo por la inmundicia acumulada de hacía años. Nadie le había molestado en lavarlo. Hijos de puta.

—Duerme —ordenó el hombre de hombros anchos. Antes de que Katsuki tuviera tiempo de gritarle por dónde podía meterse sus órdenes, cerró la puerta de golpe e hizo girar la llave.

Bakugou corrió hacia la reja de metal. La golpeó con los hombros y masculló una maldición cuando el dolor recorrió su cuerpo, pero no desistió. Volvió a golpearla, con la espalda, con los puños. La muy maldita no se movía.

Le dio una patada. No pensaba dormir, porque eso es lo que el capullo del guardia quería. Trató de ver si había alguien afuera. La cabeza apoyada contra el frío metal, sus ojos esforzándose para dilucidar siluetas en la oscuridad del pasillo. ¿Había alguien? No tenía ni puta idea.

Un ruido le hizo detenerse. Levantó la cabeza, atento por si se repetía, y no tardó en localizar su procedencia: estaban golpeando rítmicamente la pared de al lado. Quien fuera que lo hacía no aplicaba mucha fuerza, parecía sólo querer llamar su atención. Katsuki atravesó la celda con dos zancadas irritadas y devolvió el golpe. Tan fuerte que creyó haberse roto los nudillos. Pero ¿por qué mierdas debería importarle? Estaba enfadado. No tenía tiempo para jugar a los golpecitos con el criminal piojoso que hubiera en la celda contigua.

—¿Me oyes? —habló alguien en un murmullo ronco. Bakugou gruñó por toda respuesta, pero ni su mal humor sirvió para que cerrara la boca. El maldito realmente tenía ganas de conversar—. Creo que es tu primer día. Antes les he oído mencionar que llegaría un nuevo recluta. Violaste a tu ex, ¿eh? —Unas risas suaves pasaron amortiguadas desde el otro lado de la pared—. Bueno, no te juzgo. A veces dan ganas de matar a todo el mundo, de follarse a esas chicas guapas en los bares que te ponen y después no quieren darte lo que prometían. Hay muchos cabrones, ¿eh?

Apenas habían pasado unos segundos y Katsuki ya quería reventarle la cabeza.

—No lo violé, puto asco —masculló, masajeándose los nudillos que aún le dolían tras golpear la pared—. No soy un puto violador. El inútil de mi ex se inventó toda esa mierda. Cierra la boca.

Se hizo silencio por un momento, pero no duró demasiado. El criminal de al lado se había acercado más al muro para que lo escuchase cuando bajó la voz.

—¿Hablas en serio? ¿No lo hiciste? —Katsuki rechinó los dientes. Quería dejar ya el tema, la cabeza le estallaría si alguien volvía a preguntar por Deku. La otra persona, si es que se podía llamar así a un bicho destinado sólo a joderte la vida, decidió tomar su silencio como un sí—. ¿Entonces eres un pobre cualquiera que ha caído en las garras de su ex? —Esta vez se rio más fuerte—. Pero qué hiciste, ¿le pusiste los cuernos o algo? Dios, esta es buena. ¿Eres un débil de esos que se guían por valores morales? ¿En la prisión de Alcazhen?

—Llámame débil una vez más y te parto la cara. —No tenía paciencia para jugar con ese sujeto. Lo único que necesitaba para mantener el poco equilibrio mental que le quedaba tras la traición de Deku era que el mundo entero se callara. No podía ser tan difícil, maldita sea.

—Vale, vale —murmuró el hombre al otro lado, más serio que antes. El tono de Katsuki le había indicado que era mejor no meterse con él—. Pero es mejor que no vayas por ahí diciendo que las acusaciones son falsas. Se te echarían encima.

—¿Crees que me importa? —Se estaba planteando seriamente tirar la pared al suelo y partirle la boca a ese estúpido. Lo haría con las manillas que aún llevaba, metiendo la cadena tensada por su boca y rompiéndole los dientes uno a uno. Le daría un placer enorme. Quizás hasta lograra olvidar dónde se encontraba y quién era el culpable.

—Oye, no es por nada, pero aquí hay gente peligrosa de verdad. Asesinos, psicópatas, las peores mierdas de la sociedad. Si no te andas con cuidado...

—¿Qué mierda hiciste tú? —lo interrumpió. No es que le importase, pero prefería eso a seguir hablando sobre él.

—Ah, un poli me pilló vendiendo armas. Era un capullo. Traté de chantajearlo, ya sabes, pero el muy cabrón estaba convencido de que la justicia y la ética están por encima de todo lo demás. Me da asco la gente así. —Hizo una pausa y agregó—: Soy Dabi, por cierto. Bueno, lo que pasa es que iba a llevarme a los tribunales, así que tomé lo que tenía más cerca y lo apuñalé en el pecho.

Katsuki sintió que estaba esperando un comentario. ¿Aquí la gente comentaba lo que habían hecho otros? Qué mierda. El hijo de puta incluso sonaba orgulloso de haber matado a un policía.

—Aunque sobrevivió —añadió Dabi, decepcionado—. Pero en fin, ¿qué se le puede hacer? Esos sobreviven a todo. Son como cucarachas. —Se rio un poco; el rubio estaba cada vez más seguro de que tenía algún tipo de trastorno de personalidad o cualquier mierda de esas que dicen los psiquiatras. Estaba putamente loco.

En el pasillo resonaron las fuertes pisadas de un guardia y los dos se callaron. El silencio siguió cuando el hombre hubo desaparecido en el pasillo y, por primera vez, Bakugou se dio cuenta de que quería seguir escuchando al sujeto de mierda. Era mejor que la nada. Golpeó varias veces la pared. Dabi le respondió con el mismo ritmo, el mismo número exacto de golpes. Fue una extraña comunicación, pero Katsuki se sintió aliviado después de esto. No estaba solo. Aunque la compañía fuese un traficante de armas pirado.

—Lo que has dicho antes, eso de que se me echarían encima si digo la puta verdad —empezó—. ¿Hay alguna clase de estructura social?

El criminal de la celda contigua tardó varios minutos en responder, y lo hizo más dubitativo de lo que había sonado en todo el rato.

—Oh, sí. Hay estructura social.

Katsuki frunció el ceño.

—¿A quién tengo que hacer tragar polvo para que no se les ocurra joder?

La risa de Dabi sonó más cruel, más sarcástica. Era la risa de quien no tiene esperanza. Le parecía estúpido y casi ingenuo que Bakugou se estuviera planteando algo así. Katsuki se sintió inmediatamente molesto; le demostraría que era capaz de enfrentarse a cualquiera. Siempre lo había hecho, había ganado cada condenada pelea. Los criminales de esta prisión no iban a ser peores.

—No lo intentes —bufó Dabi—. Nadie puede con él.

Libertad entre rejas [BNHA: Todoroki × Bakugou]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora