Capítulo 16

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Luisita POV

El resto de día se me pasó súper lento. Me acerqué al Asturiano a echar una mano y probar si el día se me pasaba más rápido, pero no tuve mucho éxito.

A las 7:30 me fui a casa a empezar a arreglarme. Estuve cerca de media hora delante del armario decidiendo qué ponerme y al final opté por unos vaqueros negros, un jersey de lana negro y las converse blancas.

A las 9:00 llamé al timbre de Amelia. No entendía cómo podía permitirse vivir en un edificio así. Desde luego no con lo que le pagábamos en el King's.

Cuando estuve delante de la puerta, llamé y Amelia me abrió.

-Qué guapa vas - me dijo - pasa, pasa, que no muerdo.

-Gracias - y le di dos besos un poco forzados.

-¿Quieres tomar algo? ¿Cerveza, vino...? - olía de maravilla, supongo que Amelia había estado cocinando.

-Amelia, dime por favor qué hago aquí...

Y cuando estaba terminando la frase, alguien detrás de mí dijo:

-Hola, tú debes de ser Luisita.

Me giré y vi a Lourdes. La rabia y vergüenza se apoderaron de mí y empecé a ponerme roja.

-Sí, y tú Lourdes - dije con una sonrisa extremadamente forzada que imagino que no pasó desapercibida. La verdad es que Lourdes era muy guapa y elegante, y eso me enfadaba aún más.

-Baby, a mí ábreme una cerveza rápida antes de irnos, please! - oí decir a una tercera persona que iba viniendo por el pasillo mientras terminaba de abrocharse la camisa.

Miré a Amelia confundida. Ella me estaba sonriendo.

-Luisi, te presento a mi hermana Natalia, quien por cierto, es la novia de Lourdes.

Me giré a ver a Natalia y me quedé paralizada. Se parecía tanto a Amelia... Tenía el mismo corte de pelo, los mismos ojos marrones y el mismo estilo de ropa.

-¿Qué? - solo conseguí decir.

-Hola guapa - me dijo Natalia acercándose a darme dos besos.

Me quedé mirándola perpleja y Lourdes tosió, a lo que Natalia se acercó riendo a ella y le dio un rápido beso en los labios. No me lo podía creer. No sabía qué decir.

-¿Qué hora es? - y mirando el reloj del móvil Natalia añadió - tardísimo. Olvidemos la cerveza, vámonos que vamos a llegar tarde al cine, babe.

Cogieron sus chaquetas y se fueron hablando entre ellas sobre el Uber que acababan de pedir.

Miré de nuevo a Amelia, que estaba mirándome con una sonrisa en la boca.

-Mi hermana llegó ayer de sorpresa cuando se suponía que tenía que llegar la semana que viene, y tampoco sabía que iba a venir Lourdes hasta que la vi en el bar. Se quedarán aquí porque esta también es su casa. Creo que a quien viste ayer besándose fue a la parejita feliz que se acaba de ir, no a mí con Lourdes. Entre ella y yo nunca ha pasado nada y nunca lo pasará. ¿Tienes alguna pregunta o algo que quieras que te resuelva? - preguntó con un tono más descarado del que esperaba.

-Yo... - no sabía qué decir. No me podía creer que todo hubiese sido un mal entendido. Mi cara era todo un poema. - yo... - seguía sonriéndome - vino, por favor - fue lo único que se me ocurrió.

Me acercó la copa y por fin empecé a darme cuenta de dónde estaba. Amelia me enseñó la casa.

-Bueno, esta es la habitación de las tortolitas, este es el baño... - me dijo mientras pasábamos habitaciones - este es mi cuarto, - y paró a abrir la puerta. Tenía una cama enorme y un vestidor a mano derecha. También tenía un baño entero con bañera con hidromasaje en la puerta de al lado del vestidor. - Supongo que me gusta dormir a pierna suelta - dijo riéndose - y bueno, esta habitación que está cerrada es lo que utilizo como desván, así que mejor nunca abrirla. Eso nos deja el salón-cocina conectado a la terraza.

Dejamos la copa de vino sobre la mesa del comedor y salimos a la terraza. Las vistas eran espectaculares. Se veía El Retiro en todo su esplendor. Me asomé a la barandilla para ver todo mejor y de pronto noté cómo Amelia estaba justo detrás de mí. Puso sus manos apoyadas en la barandilla entre las mías y dejó parte de su peso en mi cuerpo. Podía notar cómo respiraba y eso me quitó a mí la respiración.

-Mira, desde aquí se ve el bar de tu familia - me susurró al oído, mientras cogía mi mano derecha para mostrarme dónde estaba señalando. Ese gesto me erizó todo el cuerpo.

Me giré para mirarla a los ojos. Con esa poca luz que había en la terraza, sus ojos se veían más oscuros y seductores que nunca. Miré su boca y vi que estaba mordiéndose el labio inferior.

-Tenías razón sobre mi deseo, igual yo debería de besar a esa persona...

Y sin dejar que ella procesara lo que acababa de decir, me lancé a sus labios. Amelia no tardó en cogerme por la cintura para acercarme más a ella y yo pasé mis brazos por encima de sus hombros, uniendo mis manos detrás de su cuello.

Le mordí el labio inferior que unos segundos atrás se estaba mordiendo ella, lo que provocó una sonrisa en su boca. Ella lamió el mío, dándome a entender que quería jugar con mi lengua, lo que le permití enseguida. Mis manos empezaron a enredarse entre su pelo y la apreté aún más a mí. Empezó a mover su lengua de una manera tan sensual contra la mía que noté cómo se me mojaban las bragas. Se me escapó un gemido que hizo que Amelia sonriera en mitad del beso y se atreviera a meter una de sus manos por debajo de mi jersey, acariciando la parte baja de mi espalda. Con el primer roce de sus dedos me erizó todo el cuerpo, a lo que sonrió aún más. Amelia me volvía loca y ella estaba empezando a saber cuánto.

De repente un trueno rompiendo cerca nuestra y un montón de gotas cayéndonos encima nos separó. Nos miramos riendo, y Amelia tomó mi mano para entrar dentro de la casa. Empezó a llover a cántaros justo cuando cerró la puerta que daba a la terraza.

Amelia me abrazó por detrás, me dio un beso en la mejilla y dijo:

-He hecho la cena, espero que tengas hambre.

-Huele de maravilla... Me muero por probarlo - y le sonreí.

Había preparado salmón al horno con unas verduras asadas. Cogimos nuestra copa de vino y nos sentamos en la barra de la cocina a disfrutar de la cena.

-Está delicioso Amelia, me encanta. Gracias por haber preparado esto - le dije con una media sonrisa.

-Me alegro que te guste. Es mi plato favorito y quería compartirlo contigo - y puso su mano encima de la mía.

Terminamos de cenar, recogimos la cocina, lo que nos costó bastante porque no parábamos de robarnos besos, y fuimos al sofá.

-No sé si puedo parar de besarte... - me susurró Amelia mientras rozaba mis labios antes de volver a besarme. Yo estaba como en un sueño. No podía sentirme más feliz.

La cantante y su musa || LUIMELIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora