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Michael había hecho lo que nunca antes le había pasado por la cabeza: faltar a clases.

Simplemente no podía concentrarse, y necesitaba tiempo para pensar. Entonces se dirigió a uno de sus lugares favoritos: el bosque.

Tenía demasiadas ganas de contarle todo a su familia, ocultar su secreto por tanto tiempo lo estaba matando. Además, sentía que se los debía, y se odiaba a sí mismo por no haber hablado con ellos antes de enviar la solicitud. Ahora todo era más difícil, y no tenía la menor idea de cómo...

Un sonido de risas interrumpió sus cavilaciones. Se levantó y se limpió los pantalones, maldiciendo. Al parecer no era el único que había tenido la idea de faltar al colegio.

Escuchó la voz de un chico que hablaba con un tono que intentaba ser misterioso y aterrador, pero parecía tener el efecto contrario en su acompañante que no podía parar de reír.

Vió un destello de una cabellera rubia y suspiró. “Billy Stuart”, pensó, “debería haberlo imaginado”. Ese chico debería haber faltado más veces a la escuela que todos sus compañeros de curso juntos.

Y entonces tuvo a Billy Stuart frente a él, que se quedó parado observándolo. Al hacerlo empujó a la chica que estaba agarrada de su mano, y Michael vió que esa chica era su hermana.

Una familia felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora