–Deberíamos agrandar la puerta para que la silla de ruedas pase mejor...
–No, no, callen todos, ¡Vamos! –rió Thomas– Solo serán algunas semanas, y no saldré mucho de casa en ese tiempo –rió otra vez.
–Papá, por favor. Tienes suerte de que esto no haya sido nada peor...
–Lo sé, niño, y le agradezco infinitamente a Dios por esto. –miró hacia arriba– ¡Porque no podía abandonar a mis hijos ahora que están pasando momentos tan duros!
Los tres hijos se miraron. “¿Lo sabe?”, se decían sin hablar.
–Niños, –continuó Thomas– les debo una gran disculpa, y tenemos que tener una conversación importante.
–No hoy, papá, –suplicó Michael– acabas de salir del hospital, deberíamos festejar hoy.
–Insisto. Esto es más importante. Siéntense todos. –la familia ocupó sus lugares en la mesa mientras May traía la comida de la cocina. Thomas suspiró y habló, mirando a su hijo mayor– Michael. Yo sé que hay algo que te lastima, algo que quieres decir pero no puedes, y me parece que eso es por mi culpa.
–No...
–Déjame hablar, sabes que tengo razón. Michael, desde que eras un niño me preocupó que siempre estabas solo, encerrado en tus libros, no salías con los chicos de tu edad. Pero nunca hice nada al respecto. Y ahora veo que... Todas esas tardes solitarias, todo ese conocimiento acumulado, formaron a la persona que eres ahora. Eres extremadamente inteligente, Michael, y podrías hacer grandes cosas si te lo propusieras, y no te dije esto nunca antes porque tenía miedo de que lo hicieras. Tenía miedo de perder a mi niño.
–Papá...
–Entonces hablé con los Ford, y te conseguí un trabajo como jardinero. Podrías vivir aquí, trabajarías solo tres días por semana, parecía perfecto. Pero ahora entiendo que tú vales mucho más que eso. Así que lo entenderé perfectamente si eliges no tomarlo y mandar una solicitud para una universidad, la que quieras. Seguro varias siguen aceptando solicitudes, o si no podrías hacerlo el próximo año, o...
–Papá, –Michael lo interrumpió– ya envié una solicitud. A Oxford. Y entré.
Se hizo silencio en la mesa. Todos miraban a Michael. Él empezó a golpear su plato con el tenedor ansiosamente.
–¿Tú sabías de esto? –le preguntó Thomas a su esposa. Esta negó con la cabeza. Miró a sus otros hijos esta vez– ¿Y ustedes? –los dos intercambiaron una mirada– Lo supuse. –suspiró– ¡Esto es maravilloso! ¡Mi hijo irá a Harvard! –palmeó la espalda de su atónito hijo y rió– Estoy muy orgulloso de ti. Pero la próxima vez, no seas tan idiota y habla, tonto.
–Lo intentaré –Todos rieron juntos.
–Lucy –Thomas se puso serio de nuevo– Fui demasiado estricto contigo. Quería protegerte, pero ahora pienso, ¿Protegerte de qué? Eres una chica responsable y sensata, y puedes cuidarte sola. Además, ¿Qué te pueden hacer los chicos de tu edad? Tal vez una cita de vez en cuando no haría daño...
–Lucy –Michael fijó la mirada en su hermana– ¿Algo que compartir? –Lucy empezó a enredarse el pelo en los dedos y miró a su plato.
–Estoy saliendo con Billy Stuart –soltó.
–Billy Stuart es un niño encantador –sonrió May.
–No, no lo es –dijeron Michael y Alex al unísono.
–Hoy, Billy me convenció de que faltara a la escuela para ir con él al bosque. En el camino pasamos por la joyería, y... –sacó el collar de adentro de su ropa– Él vió un collar muy bonito.
–¿Billy Stuart te compró un collar?
–No. Billy Stuart se metió por la ventana de la joyería y me dió un collar.
Una vez más se hizo silencio.
–Lucy –dijo May– ¿Tú te das cuenta de que esto es un delito grave?
–Si, mamá, soy perfectamente consciente de eso. Tendré que ir a la cárcel, supongo.
–No, –sentenció Thomas– iremos a la joyería a hablar con Jason, le explicaremos toda la situación y le devolveremos el collar. Espero que lo entienda –Lucy asintió quedamente– Creí que eras más inteligente, hija. ¿Cómo puedes dejarte manipular así?
–¡Era la primera vez que un chico me prestaba atención! ¡Estaba harta de vivir “protegida”, quería conocer gente, hacer cosas locas, no sentirme sola todo el tiempo!
–De acuerdo, entonces es mi culpa. Tienes razón. –la miró muy serio– Nos ocuparemos de esto mañana. Antes, quiero hablar con Alex.
Alex dejó de comer y miró a su padre a los ojos.
–Alex, tú eres... Homosexual –May se atragantó– Y me parte el alma tener que decirte esto, pero tú ya lo sabías, ¿No?
El chico asintió.
–¿A quién besaste hoy, Alex?
–¿Qué? ¿Por qué? –Se llevó las manos al pecho.
–Esa marca que tienes en el cuello –señaló, y Alex la cubrió instintivamente– Por favor no me digas que...
–Paul. Besé a Paul.
May se tapó el rostro con las manos y sollozó, Thomas acarició su espalda sin despegar la mirada del chico.
–Lo siento mucho, Alex –murmuró May– Es nuestra culpa. No debimos haber dejado que pasaras tanto con Paul... Es que él parecía un chico tan normal...
–Bueno, resulta que no lo es –espetó el chico– No es normal. Está enfermo. Y yo lo estoy también. Pero es una enfermedad que me gusta, y me gustaría seguir enfermo por siempre.
–No sabes lo que dices, Alexander. Esto se puede arreglar, ya verás lo bien que se siente ser normal.
–¿Por qué? ¿Porque la gente no se mete contigo?
–Y parecíamos la familia perfecta... –dijo irónicamente Thomas.
–¡Exacto, papá! ¡Todo lo que importa es la reputación! ¡No puedo vivir como quiero porque eso mancharía tu nombre! ¿No es así? ¡Vas a sufrir como nunca cuando tengas que ir mañana a decirle a Jason que tu hija es una ladrona, y vas a sufrir todavía más cuando yo me escape con Paul de este pueblo horrible!
–Espera un segundo. ¿Cómo que vas a escaparte?
–Si aquí no puedo vivir como quiero vivir, entonces intentaré encontrarlo en otro lugar. Si mi familia no me acepta, la dejaré. Si la gente habla, la ignoro. –chasqueó los dedos– Así de simple.
–De acuerdo, Alex, olvida a la gente. ¿Qué va a pensar Dios?
–Papá, –Michael habló, levantándose de la mesa– Odio interrumpir el turno de Alex, pero Dios no existe. Y solamente...
–Déjamelo a mí, Mike, –Alex lo interrumpió. Michael resopló y volvió a su silla– Dios más que nadie debería desear que yo sea feliz. Y a mí me hace feliz Paul. Dios más que nadie debería apreciar el amor, que puede venir en cualquier forma. Y yo amo –hizo una pausa y fijó la mirada en todas las personas de la mesa– a Paul.
–¿Y a nosotros qué? ¿Nos amas?
–Claro que los amo, pero ustedes no me aman lo suficiente. No están dispuestos a aceptarme como soy.
Se levantó y se fue a su habitación.
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Una familia feliz
General FictionNuestra familia es lo primero que nos acompaña cuando llegamos al mundo. Solemos tener con ellos vínculos llenos de respeto, admiración y amor, y esperamos que ellos también nos acompañen cuando nos vayamos. ¿Pero, qué pasa si las diferencias, las p...