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Los niños estaban en silencio, aún algo impresionados por la confesión de Lucy.

–Pero... Creí que nosotros no robábamos –. Alex finalmente habló, con voz queda.

–Yo creí que nosotros no andábamos por ahí besando a personas del mismo sexo –. Respondió irónicamente ella– No les conté esto para que me sermoneen, necesito que me ayuden a salir de esto.

–Me parece que fuiste demasiado lejos, hermanita. Vamos a tener que... –Michael resopló resignado– decir la verdad.

–¿En serio?

–Si, claro. Y no solo ella. Todos vamos a contarles a nuestros padres toda la verdad hoy mismo.

Al principio, Alex y Lucy no parecían muy conformes con la idea, pero después de unos minutos de argumentos sin sentido, cedieron.

–Entonces... –Michael puso su mano entre los tres– ¿En la cena?

Alex y Lucy colocaron sus manos encima de la de él– En la cena.

–Estamos juntos en esto.

Se miraron y asintieron suavemente. Casi se pudo ver una sonrisa en sus labios. Entonces, la puerta del dormitorio se abrió.

–¡Michael! –Su madre entró en la habitación con aspecto agitado y lágrimas en los ojos. Pareció sorprendida de verlos a todos– Ah, están juntos... Bueno, mejor así.

–¿Qué ocurrió, mamá? –Alex se levantó de la cama mientras hablaba.

–Es su padre, él... Tropezó en la calle, está inconsciente. Tuvimos suerte de que una mujer lo encontrara y buscara al médico.

– ¿Qué? ¿Va a estar bien? –Michael y Lucy se pararon también.

–No se sabe nada aún, pero... Tal vez esté allí un par de días. Quería que lo supieran lo antes posible, así que corrí desde el hospital hasta el colegio y me dijeron que no estaban, y...           –Suspiró y cayó rendida en la cama– ¿Desde cuándo exactamente faltan ustedes al colegio?

Los cuatro se miraron y rompieron a reír por unos minutos, antes de darse cuenta que todavía no se suponía que podían hacerlo.

Una familia felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora