Capítulo 8: Conociendo el reino.

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Despierto gracias a los rayos del sol que se filtran por la gran ventana que da al balcón, nunca me ha gustado eso pues siento que la luz matutina lastima mis ojos adormilados, es por eso que siempre cambiaba mi cama de lugar y así poder evitarlo, pero esta cama era cuatro veces más grande que las del internado y me era imposible moverla. Me levanto de la cama, no puedo seguir acostada, veo la hora en el gran reloj que cuelga en una de las paredes, al igual que todo en este lugar tiene un aspecto antiguo, eso hace que me sienta atrapada en un mundo medieval, de hecho creo que literalmente lo estoy.

Aún con sueño me dirijo al balcón solamente para echar un vistazo al exterior, la mañana parece tranquila, la brisa matutina ah cubierto de rocío todo el jardín, realmente es bella la vista y aunque quisiera quedarme ahí por horas; no puedo hacerlo, camino hacía la ducha para tomar un baño de agua caliente, tal como me gusta, después de varios minutos salgo envuelta en una toalla.

No tengo absolutamente nada que ponerme, mis pocas pertenencias quedaron tiradas en algún lado cuando escapamos, mi ropa era algo vieja y desgastada, todo lo que tenía eran cosas que otras personas donaban generosamente al internado, me hubiera gustado traer aunque sea una muda conmigo.

Me veo obligada a abrir el enorme armario que se encuentra en la habitación, con la esperanza de que con suerte haya algo que pueda tomar prestado. Al abrir las puertas no puedo creer lo que mis ojos ven, estaba colmado de hermosos vestidos, parecían tan finos y elegantes, sin duda nada parecido a lo que usualmente usaba. Paso la mano por encima de algunos, muy ligeramente pues tengo miedo a estropearla.

Dejo todo tal y como estaba, no quiero arruinar nada y me parece incorrecto tomar cosas que no me pertenecen, más aún cuando son tan valiosas. Sin embargo procedo a abrir los pequeños cajones de la cómoda que está al lado de la cama, en el último logro encontrar un pantalón negro de cuero y una camisa del mismo color, ambos un tanto desgastados. Decido tomar esas prendas, quizá al ser un poco viejas no les importe que las tome prestadas.

Escucho que tocan la puerta un par de veces, doy permiso de que entre cualquier persona que se encuentre al otro lado y al instante aparece Caleb, vestido con una camisa azúl abotonada hasta el cuello y con un pantalón gris y zapatos negros.

Se quedó observando directo hacia mi por unos segundos, yo solo esperaba que no se molestara por tomar cosas que no son mías.

— Lo siento, yo... tomé una ducha y no tenía que ponerme y decidí tomar esto prestado -digo dando un tirón a la camisa que llevaba puesta- prometo lavarla pero si hay algún problema puedo devolverla a su sitio.

— ¿Qué? No, claro que no hay ningún problema, princesa —se apresuró a decir con palabras firmes— es sólo que creí que tomaría uno de los vestidos que hay en su clóset, la reina me ordenó que buscará a alguien que los trajera.

Creo que mi rostro expresaba un tanto de confusión pues inmediatamente dijo:

— Si gusta puedo mostrarle alguno y...

— En realidad... —me apresuro a responder— no me siento cómoda con ropa como esa, más aún si no me pertenece, pero si me dejas la que ya tengo puesta en verdad te lo agradecería mucho, es más cómoda.

— Si es lo que quiere usar está bien, aunque necesitará calzado más apropiado —dice y luego se dirige al mismo clóset y entre tantos zapatos elegantes encuentra unas botas negras que me quedan a la perfección.

— Ahora ya que está lista, princesa, es hora del desayuno y su madre la espera en el comedor —dice rápidamente.

— Claro vamos, pero por favor...dime Aliad, eso de princesa, no me gusta, además tu y yo somos de la misma edad, no veo por que debas hablarme de "usted" —digo mientras caminamos fuera de la habitación.

ALIAD Y EL IMPERIO DE OGRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora