Siete

4.6K 437 151
                                    

- Y -

No tengo idea de qué hora es, pero unas risas mezcladas con dulces canturreos de una voz que conozco muy bien me despiertan. Con pereza, abro los ojos quedándome pegado en uno de los posters que tengo en la pared de al frente y tardo unos segundos en recordar que estoy en la habitación de Jimin.

La ventana está abierta y deja entrar la dulce armonía de los pájaros. Despertar todas las mañanas con esta calma debe ser fascinante.

Quito las mantas sobre mi cuerpo para levantarme y estirar mis brazos. La brisa que se cuela por la ventana me eriza los pelos recordándome que anoche me quité la playera debido al calor del fuego, pero de todos modos me acerco a ella y observo el paisaje que me regala el pueblo. A lo lejos vuelvo a ver al pastor de ayer guiando su rebaño muy lejos en una colina. Me pregunto a qué hora se despertará para hacer todo eso.

Es domingo. Los domingos en casa son aburridos y me deprimen. Me hacen pensar demasiado y eso me disgusta porque me produce dolor de cabeza, así que sobre todo los domingos me prohíbo pensar. Sin embargo, este domingo es diferente porque la molesta nube gris que me persigue en todos mis pensamientos ha desaparecido.

Si viviera en un lugar como este los domingos en la mañana sería mi momento favorito. Podría madrugar sin la necesidad de hacerlo y desayunaría despacio, con calma y alegría mirando por la ventana, a medio vestir, con mi persona favorita mientras de fondo se oye el cantar de los pájaros. No, desayunar fuera debe ser grandioso. Comer una tostada caliente o beber un café que de a poco se enfría por el viento que recorre los campos debe ser genial.

Sería mi momento de inspiración, de meditar, de tratar de entender la vida y sus mecanismos. Y mientras bebo el último trago de mi café, sigo sin dar crédito al misterio oculto en alguna frase que todavía estaría repitiendo en mi cabeza.

Algún día haré eso, estoy seguro. Es algo que me propondré hacer antes que muera. No importa si llego a hacerlo estando viejo, el punto es hacerlo.

Miro la hora en mi móvil notando que hoy no será ese día porque son pasada las doce de la tarde, así que vuelvo a ponerme la playera de anoche y bajo las escaleras en busca de Jimin. Quiero darme una ducha.

Un olor exquisito proviene de la cocina y con él las risillas de la familia Park. Desconozco de qué se ríen, pero se oyen muy divertidos.

Un sentimiento extraño me recorre cuando los veo en la cocina tan sonrientes gozando de la compañía madre e hijo.

- Hola cielo – La señora Park es la primera en notar mi presencia – ¿Qué tal pasaste la noche?

Jimin trae en sus manos una cesta con mucha comida.

- Bien – respondo notando el horno encendido y un montón de harina regada por el mesón – Dormí muy a gusto.

- Me alegro mucho. Jimin dijo que estarías cansado y por eso no quisimos despertarte. Un baño en el arroyo relaja a cualquiera – ríe – Mira, ten. Pruébalo – la mujer coge uno de los panes que Jimin tiene a su izquierda y me lo tiende. No me la pienso dos veces para darle un mordisco, huele maravilloso – Los acabamos de hacer, ¿qué te parecen?

No puedo responder si estoy peleando con un hilo de queso.

- Es queso de cabra – ríe Jimin divertido de mi batalla con la comida.

- Está exquisito – digo dándole otro mordisco – Y muy caliente.

Me estoy quemando la lengua.

- Cómelo despacio, tenemos muchos.

Jimin llega a mi lado dándome un té helado que me refresca la boca inmediatamente.

- Gracias.

HATED FAME | YOONMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora