Veintidós

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- J -

El reloj sobre la puerta del andén marca las diez de la noche con cinco minutos, pero pareciera que es mucho más tarde. La oscuridad es absoluta. Con la mirada perdida a través del cristal de la ventanilla pienso en todo lo que dejo atrás y me embarga la tristeza. Solo tengo motivos para marcharme.

¿Cómo es posible que una noche tan serena como esta pueda proceder a un momento tan caótico?

No tuve valor suficiente para decirle que tenía que irme. No tuve valor ni coraje para luchar un poco más por él. Soy lamentable.

Mi mirada perdida en el difuminado y oscuro horizonte proyecta mis recuerdos como una película. No puedo quitar el rostro de Yoongi de mi mente. Lo destruí, acabé con él. Le hice daño.

Su mirada reflejaba dolor total y vivo como si le quemara por dentro. Yo hice eso. Yo, que prometí que siempre estaría con él y le ayudaría a sanar su lastimado corazón, volví a hacerlo pedazos.

En mi mente se repiten imágenes de su rostro entristecido y de las lágrimas que resbalaban besando sus mejillas como si quisieran acariciarle, quitarle un poco del dolor que provoqué. Hubiera querido quedarme, decirle que todo era mentira, que jamás lo utilizaría, Dios, que jamás se le pasara por la mente eso, pero... tuve que hacerlo para que no me buscara. No puede llegar a mí otra vez. Tengo que alejarme y tengo que alejarlo.

Estuve a punto de desertar. Dejar tirada mi mochila, mi pasaje y mi viaje con papá para correr a sus brazos y quitar ese rostro abatido. La idea se me cruzó por la cabeza desde que subí y se hizo más potente cuando le vi correr desesperado por el andén, mirando por cada ventana del vagón hasta dar conmigo y gritar que me seguía queriendo. Yoongi me seguía queriendo aún después de todo lo que le dije. Él seguía amándome después de dañarle y pisotear su quebrajado corazón.

Quise bajar, gritar que detuvieran el tren o lanzarme por la ventana, pero me mordí la lengua y seguí mi camino.

Tan pronto como pasaron los segundos Yoongi fue convirtiéndose en una silueta, y luego una sombra hasta finalmente desaparecer de mi campo de visión. Estaba hecho. Le había dejado.

Ahora, mientras cierro los ojos con la cabeza apoyada en el cristal, un pensamiento egoísta cruza por mi mente. Seúl me volvió un mentiroso, pero también un egoísta porque por dentro rogaba que no se enamorara de alguien más.

Tiene que hacerlo, me recuerdo; Pero no puedo. No quiero que eso suceda. Soy una horrible persona.

- Su boleto – un hombre vestido de negro y un sombrero con el logo de la empresa de ferrocarriles me sorprende sacándome de mis pensamientos.

Rebusco en mi mochila el trozo de papel y cuando lo tengo, se lo tiendo sin mirarle a la cara.

- Aquí tiene.

- Gracias – responde con seriedad – Y gracias por preferirnos.

El vagón donde viajo está medio vacío. Desde aquí puedo ver a una mujer mirando por la ventanilla. Me llama la atención su mirada perdida, soñadora, concentrada en un punto. Quizá escapaba de la realidad igual que yo.

Vuelvo a acurrucarme en una esquina para volver a lo mío.

No quería irme, pero tampoco podía quedarme. Hay tantas cosas de las que quisiera evadirme y que al mismo tiempo frenan mis intentos por desaparecer porque en el fondo soy un cobarde. Lo fui al huir de mis problemas, al dejar a la persona que amo, y al estar aquí ahora mismo. Mera y simple cobardía.

Siempre es difícil dejar a alguien. Lo tuve presente desde siempre. Es como dejar ir a una parte de ti, una parte que no volverá jamás... y peor aun, hay personas que llegan tan dentro de tu corazón, tan dentro de tu ser, que cuando se marchan no vuelves a ser igual. Gran parte de tu esencia se queda con ella.

HATED FAME | YOONMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora