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Sirius se fue a la habitación y cerró la puerta de un portazo.

—¿Se a vuelto a poner celoso? —me pregunta James

—No... Han discutido por... Da igual, en un rato bajo—digo mirando las escaleras y subo, cuando entro lo veo asomado por la ventana mientras fuma

—Sirius... Amor —me acerco a el y lo abrazo por la espalda, el tira el cigarro, el cual estaba prácticamente entero y se gira

—Tiene razón —dice apoyandose en el marco de la ventana

—¿En qué? —pregunto dándole la mano

—Lo dejé solo, no me despedí, ni una nota, ni un adiós, ni nada, soy el peor hermano del mundo —le cayó una lagrima y se la sequé

—No, te juro que no, en eso te gana el mío, eres bueno y lo hiciste por tu bien, Regulus lo entenderá, tarde o temprano, lo deje solo, ¿qué hermano hace eso? —caminó hasta la cama y se sentó

—Uno que no es malo Sirius, te voy a contar algo. Cuando tenía nueve años, mi hermano me llevó a la habitación de invitados, me dijo que en el armario había muchísimos dulces, me metí y cerró, eran como las 2 de la mañana y hasta el día siguiente no me encontraron, eso sí es ser mal hermano —el me pasó el brazo por los hombros y me abrazo sonriendo

—Pero ahora tienes a James cachorrita, y el nunca te haría eso, al menos no tanto tiempo —dice y lo beso

—Te amo —decimos a la vez y nos abrazamos

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