6 de Diciembre del año 2019
Zack...Zack...Zack
Todos dicen mi nombre cuando camino en la casa de mis compañeros. No es que seamos amigos ni nada. Suelo llevarme bastante mal con todos. Excepto con Michael que dice ser mi hijo ya que me admira y tal y al parecer el no tiene familia. Aunque aún así mucho cariño no le tengo.
-Oye Zack ¿Supiste?-Me preguntó aquella castaña de diecinueve años a quien conocía desde hace seis años exactamente. Fue algo bastante incómodo ya que siempre solia intentar acercarse y jamas me agradaba su contacto. Bueno...no me gusta el contacto de nadie.
-¿Qué cosa?-Pregunté sin mueca de interés. Algo normal en mi.
-Vale hará una junta en su casa. Bueno. Según ella es pijamada. Y ya sabes. Quiere que vayas.-Dijo la castaña nuevamente con una leve sonrisa.-Es mas que nada por una despedida con sus amigas. Ya sabes que no las verá más debido a que se licencio.
Sabía a que se refería con eso. A mi no se me olvidaba ese hecho. Leila -que resultaba ser aquella castaña- le tenía bastante cariño y siempre intentaba hacerla feliz.
-Entonces ¿Quieres que vaya?-Le pregunte con seriedad; a lo que ella, con su típica sonrisa de paz, asintió.
-Vale. Supongo que iré.-Suspire resignado.-¿Cuando es?-Pregunté mientras veía que Michael -el chico pelirrojo y animado-, hablaba con Ian; mi hermano de dieciocho años; quien era de cabello castaño oscuro y ojos verde oscuros como los míos, el cual solo se trataba de aislar de él.
-¿Me puedes...dejar en paz?-Sabía que eso quería decir, pero nadie le entendío.
-¿Qué?-Preguntó Michael con curiosidad.
-¿Me estas escuchando?-Me preguntó Leila llamando mi atención.
-Oh. Perdón. Espera un poco.-Dije con seriedad.-Michael, deja a Ian un poco. Sabes que es bastante tímido.-Le dije al muchacho.
-Pero es que dijo algo y no lo entiendo.-Dijo Michael con curiosidad.
Eso era típico de ese muchacho de dieciséis años. Si algo le llamaba la atención no paraba por nada del mundo y solo se dejaba guiar por lo que tuviera que hacer.
-Sabes que Ian habla bajo. Déjalo.-Dije firmemente y ya algo irritado.
-Calmate anciano. Deja a la rata en paz. Bien sabes que es un chico con bastante energía. Te recuerdo que es inmaduro.-Contestó Sam llegando a la habitación con una cerveza en mano.
Sam era una mujer rubia y delgada de ojos café. Esta chica tiene diecisiete años y la conozco hace tres años exactamente. Es una mujer con un gran gusto al alcohol y al cigarro -agregando que este último era mas necesario para ella debido a su ansiedad-.
-No si se que es inmaduro.-Suspire.-Pero Ian me tiene harto con su actitud de 'Nadie me quiere, me voy a cortar,' y con la actitud de Michael me lo va a abrumar y se va a descontrolar.-Dije con seriedad.
-La rata tiene la mentalidad de un niño de siete años ¿Qué esperas?-Suspire molesto. Sabía que esa mujer quería discutir y conmigo lo iba a lograr.
-No espero nada sinceramente.-Dije levantándome y acercándome hacia ella.-Así que déjame en paz porque me molestas.
-Mira anciano bastardo. Aquí nadie hace callar a Samantha Roxanne. Sabes perfectamente que te puedo matar.-Sonreí.-Tu sonrisa me da a entender que crees que estoy bromeando jajajajajajajajajajaja.
-Perra de mierda ¡Deja de reirte!-Grité irritado al escucharla. Su risa era bastante irritante por así decirlo, pues como puede decir la mayoría, era la típica risa de bruja que tiene la villana loca de las películas.
-Sabes perfectamente que no pararé de reír anciano. Y por cierto, te voy a corregir en este momento. Esta mujer no es perra.-Dijo señalandose con elegancia.-Soy perrisima.-Anunció esta vez guiñando un ojo con una leve sonrisa.-Qué se te grabe en la cabeza bastardo.
-Papá, por favor calmate.-Dijo Michael abrazandome, cosa que me irritó y lo alejé de un empujón.
-NO. ME. VUELVAS. A. TOCAR.-Dije mirándolo con molestia.
-Zack, basta.-Me crítico Leila con seriedad.-Deja al hijo en paz, el no tiene la culpa de que seas un hombre de hielo.-Dijo cruzándose de brazos.-Tenle un poco mas de compasión. El te ve como su padre después de todo.
-El sabe las reglas. NADA de contacto.-Dije con rabia a lo que Leila suspiro.-Basta de suspiros y mejor dime cuando va a ser esa pijamada.
-Bien bien. Vale la programó para el dieciocho de este mes.-Me contó.
-¿Por qué me invitó a mi esta vez?-Le pregunte con curiosidad.
-Dijo que va a comprar vino.-Asentí.
-Lo bueno es que al menos me conoce un poco.-Dije para después acercarme al sillón y tomar mi chaqueta.-Entonces anunciale a Vale que voy a llegar para ese día a las seis o siete de la tarde.-Le respondi poniéndome la chaqueta para mas tarde dirigirme a la puerta.
-Recuerda volver antes de que anochezca.-Dijo Leila preocupada a lo que alcé los hombros indicándole que poco me importaba.-Zack, no te pongas idiota. Eres un gran pilar en esta casa, te necesitamos.
Sabía que tenían razón. Todos teníamos distintas razones por las que estar aquí. Cada uno con distintas historias, pero era algo que poco me importaba a mi. Solo sabia que el papel que yo tenía necesitaba de mucha responsabilidad, pues en básicas palabras tenía que hacer que todos se sintieran seguros de si mismos. Tenía que ser fuerte y firme -aunque no me costaba- para poder mantener a todos con esperanza.
-Lo se...Vale. Nos vemos a eso de las nueve con treinta.-Dije esta vez abriendo la puerta para después salir de la casa.
Esa era mi vida. Compartir una gran casa con cuatro personas que eran totalmente hostigantes debido a sus actitudes. Era un infierno vivir con ellos.
Leila era la mujer correcta y comprometida. Odiaba que las cosas no salieran tal como quería, y una grosería jamás salía de su boca. Una de sus típicas palabras eran: Indecente. Para variar, ella era una completa religiosa.
Sam era diferente. Caliente, egocéntrica, orgullosa y alguno que otro detalle, pero algo que la caracterizaba era su sociopatia. Era una mujer con bastantes problemas en ese aspecto, su mente es enferma, y ella misma lo dice. Esta niña era reconocida por ser la única satánica de la casa.
Ian era mi hermano. Un chico depresivo y tímido. Le tenía miedo a los ruidos fuertes y sufría de ansiedad social. Este chico siempre se veía en su estado de tristeza y comúnmente se le sumaban mas y mas marcas a los brazos. Tenia muchas cicatrices.
Michael era el muchacho travieso y alegre. Siempre reía, apesar de no tener familia. Jugaba demasiado y no era de quedarse quieto.
¿Y yo? Bueno. Yo era el chico serio del hogar. Y el que sufría de ataques de ira, -cosas que no eran buenas para nadie-, pero poco me importaba.
En fin. Supongo que ahora debo esperar a que llegué el dieciocho de diciembre para esa cosa de la pijamada.
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El Hombre De Hielo
RandomUn hombre frío y sexy se la pasa como un marginado. Alejándose solo de la humanidad ¿Cual es su razón? Zack tiene un oscuro pasado que terminaron creando a nuestro protagonista la actitud del hombre que es a sus veinte años. Un hombre frío y con la...