Capítulo Tres

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24 de Diciembre del 2019

Estaba recostado en el sillón de aquella casa mientras escuchaba a Leila cantar mientras cocinaba.

-Oye Zack...¿Puedo saber que pasa?-Era Ian, y lo miré al escuchar sus susurros, pero simplemente negué.

-Estoy bien Ian, no pasa nada.-Le dije de inmediato, a lo que el solo abrazo sus piernas y asintió, oara después subir a su habitación.

-Oye Zack. Se que algo te abruma.-Dijo Sam sentándose frente a mi mientras tenía en su mano un cigarrillo.

-¿Es en serio?-Le dije molesto.-Déjame en paz.-Me quejé.

-No te voy a dejar en paz anciano. Sabes perfectamente que me gusta molestarte.-Dijo mientras le daba una calada al cigarrillo, para después inhalar el humo y soltarlo lentamente.

-Sam. Yo no te voy a hablar hasta que dejes de pensar así.-Dije fríamente, a lo que Sam sonrió de manera escalofriante. Digno de ella.

-Jajajajajajajajajajajaja-Comenzó a reír, cosa que me estaba comenzando a irritar. Ese tick apareció.

Tenia un maldito tick en mi sonrisa, jamás he podido sonreír bien y cuando intento hacerlo solo puedo alzar una parte de mis labios formando una sonrisa que para algunos es falsa.

-No puedo creer que te preocupes tanto por ella ahora.-Me dijo Sam con rabia.-Se supone que queríamos hacer que muriera para que dejará de sufrir a manos de su padre.

-Yo no quiero matarla a ella, era a sus amigas para que dejaran de lastimarla.-Dije molesto.

-Se iba a terminar matando. Sabes como es de débil la mocosa.-Dijo Sam con una sonrisa egolatra.

-Se que es débil, pero por eso quiero apoyarla, para que crezca mentalmente y salga adelante.-Dije levantándome del sillón.

-Pues...Pierdes el tiempo.-Dijo Sam con gracia, cosa que me harto.

-¡Comienza a cambiar tu actitud maldición!-Grité golpeando la mesa dejándola un tanto débil.-¡Perra bastarda, solo me estresas!-Grité golpeandola fuertemente, provocando que cayera al suelo, pero en vez de quejarse u otra cosa solo se puso a reír.

-Jajajajajajajajaja, ese golpe se sintió bien.-Dijo Sam gozando de las cosquillas que debi darle.

Odiaba a veces que casi ninguno sintiera el dolor. Por Así decirlo, cualquier golpe eran cosquillas para nosotros, aunque el único que lo sentía era Michael; por ende, jamás llegábamos al extremo de golpearlo.

-Zack. Sam. Por favor detenganse.-Dijo Leila metiéndose en medio, justo cuando Sam se había levantado del suelo.

-¡¿Y por qué debería parar?!-Gritó Sam molesta.

-Te recuerdo que tenemos a cierto pacifista que le tiene DEMASIADO miedo a las peleas.-Suspire al sentir el suspiro de Sam.

-Vale, entiendo.-Dijo Sam quejándose y alejándose de mi mientras me miraba con ira.-Ya vamos a arreglar esto viejo de mierda.-Dijo para después irse a la cocina.

El Hombre De HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora