XXIV-Reencuentro

63 9 0
                                    

4 días después

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

4 días después

Durante la vida existen momentos difíciles, momentos donde deberás enfrentar algo que dejaste atrás. Justamente hoy debo enfrentar a la manada. Debo enfrentar a aquellos que abandone una vez por la sembrada cobardía que en su momento tenía.

Aún tengo el temor de enfrentarlos, pero si así me aseguro de dejar todo listo para Dylan. Lo haré. Mi hermano no merece perder todo por mis pocas agallas.

Así como la vela de un barco se enfrenta al viento. Firme, segura y se deja llevar por el, confiada en que soportaría hasta la mayor corriente de viento que se le cruce, enfrentaré esta situación y dejaré que me guíe hacia un terreno seguro, aún en contra de la marea.

A lo lejos observo un vallado de árboles extenderse alrededor de la montaña.

—¿Ese es el lugar? —Pregunto insegura.

No tiene pinta de ser un lugar seguro, ni mucho menos cómodo. Deducir que lo es, fue un mero impulso dado por el hecho de que vamos en esa dirección.

—Si.

La respuesta de Edick es de todo menos cálida.

—Y yo que pensaba que eras la reina del hielo, creo que te han quitado el lugar blondie—El tono juguetón de Tony me saca de mis pensamientos.

—Tienes razón, pero dentro de poco lo recuperaré.

—No te esfuerces demasiado o te cansarás, Edick lleva practicando esa emoción desde que nació—La burla de Keyla me sorprende.

Observo a Edick a unos pasos de aquí hablar con su Beta con esa expresión. Sin duda parece como si hubiera nacido con ella, me quito el sombrero.

—Parece que se llevan bien—Comenta Tony sin abandonar su tono jocoso—Mira Aisha, tienes competencia.

—No te preocupes por mi, rubia, te lo cedo—La réplica de Keyla fue al instante.

Suelto una risita—A mi no me dejen las sobras.

—Por el contrario creo que tienes el premio mayor.

La voz de Edick nos sorprende a los tres que hablábamos a sus espaldas, literalmente. No me di cuenta en qué momento comenzamos a alzar la voz. Aunque era lógico que nos escuchara desde el inicio, después de todo es un licántropo.

Alzo una ceja hacia él y me parece encontrar el fantasma de una media sonrisa.

—Y yo creo que es la atadura a la peor condena que podría existir.

—Eso dices ahora, en unos meses cuando hayas cambiado de opinión hablaremos. Ahora no molestes.

—¿Y por qué estás tan seguro que lo haré?

—Por que me conozco y te conozco.

Mi rostro deja toda expresión divertida al detectar la seguridad con la que lo dice. Esa expresión que provoca que un escalofrío se esparza por todo mi cuerpo con cierta sensación de calidez. Lo disimulo soltando un suspiro de falso pesar, aunque realmente es una mera reacción del placer por sus palabras.

El Aullido PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora