Prólogo

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Hace 15 años, en la manada del Sur del Alpha Vicente. 

***

Mi madre salió, después de ponerme este dichoso vestido verde, lo observo con desagrado. Amo los vestidos pero este no va conmigo. Ya no soporto más, estar aquí encerrada, entre éstas cuatro paredes, esperando a que otros Alphas amargados lleguen y comiencen a gruñir y a gruñir. 

Suspiro con pesadez ¿Qué no pueden sonreír ni una sola vez? Es gratis, alguien debería decirles. Así tal vez dejarían de verse tan feos y terroríficos. 

Indispuesta a esperar a los amargados en mi habitación y que sea el momento adecuado para bajar, abro la ventana y me escapo como tantas veces he hecho. Bajo por las ramas del árbol y con emoción corro al Bosque Nevado, lejos de prótocolos y normas que dictan que las licántropos debemos ser sumisas, calladas y obedientes. 

Tontas y absurdas leyes. Lo que quieren son robots que hagan lo que a ellos les plazca. 

Una vez allí, sonrió contenta al ver la hermosa y blanca nieve, me lanzo a ella y juego. Me permito internarme más al bosque, disfrutando cada segundo, sintiéndome libre de jugar todo lo que quiera. Río a carcajadas haciendo un ángel de nieve. Corro nuevamente , cuando algo choca contra mi y me hace caer al suelo. 

Miro a un chico de cabello negro sacudirse y mirarme con el ceño fruncido. Ambos hemos caído y estamos llenos de nieve.

—¿Por qué no te fijas por donde vas?—Me dice enojado. Lo mire indignada.

—¿Disculpa? ¡Tú me tiraste! ¿Y quien eres? 

—Que te importa—Me enseñó la lengua, pero yo no me voy a quedar atrás así que le enseño la lengua también. 

Me pareció ver que sonreía, pero rápidamente volvió a fruncir el ceño. Lo observo un momento mientras se ponía de pie, esperando que me ayudara a levantarme.

—Deberías disculparte—digo poniéndome en pie al ver que él no iba a ayudarme. De todas formas yo tengo piernas y manos, puedo levantarme sola.

—¿Por qué? Que yo sepa la patosa eres tú—dijo sacudiéndose la nieve. Eso me enfureció.

—¡Yo no soy una patosa!—le grito apretando mi boca. 

—¡Lo eres!—dijo él con sus brazos cruzados. 

—¡Que no!

Él guardó silencio un momento y después se acercó a mí.

—Deberías correr.

Su comentario me deja confundida y él me aclara—Hace unos segundos me tope con unos cazadores.

Mi corazon se acelera y me asusto. Son peligrosos, mi papí me advirtió que tenga cuidado si me llego a topar con uno de ellos. Podrían matarme. 

—¿Ca..caza... dores—tartamudee. El asintió.

—Traían unas enormes armas ¿Escuchas eso?—yo niego, no escucho nada ¿Será que mis oídos están fallando? —Vienen hacia aquí.

Solo dijo eso y comencé a correr buscando un escondite. Mi  vida es muy preciada como para morir ahora. No he corrido mucho cuando escucho sus carcajadas. Me volteo y lo veo riéndose y no de cualquier cosa, se estaba riendo ¡De mí! 

No espero más y corro a él con intención de tirarlo, pero el muy astuto se levanta y sale corriendo.

—¡No me alcanzarás!—Me grita—¡Qué lenta!

Eso solo me enfurece más—¡Le diré a mi papí!—le grité.

—¡Uy que miedo!—me grita él, aún riendo. 

El Aullido PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora