CAPÍTULO I

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LA  TERCERA NOCHE

¡Los declaro marido y mujer! Dijo el sacerdote, y aquella frase volvió de otro color mi realidad. De pronto, todo adquirió más intensidad, más claridad, como si todo hubiera encontrado su orden natural. Mi lugar era ser la esposa de Armando Mendoza, y si me preguntaran en este momento, diría que creía en que sería para siempre, incluso más allá de la existencia material de mi cuerpo, yo siempre lo iba amar a él y a nadie más.

El me quitó los lentes para besarme frente a los invitados, frente a Dios, y ese roce de labios produjo una explosión por dentro de mí, como si fuera nuestro primer beso. Armando fue dulce, amoroso, delicado. Abrí los ojos y a pesar de mi ceguera, lo vi más bello que nunca. Me sonrió y me tomó de las manos para salir de la iglesia. La gente se agolpó a nuestro alrededor para despedirnos, para abrazarnos y darnos sus buenos deseos.

--Mi niña, que Dios me la bendiga en esta nueva etapa. En la maleta le eché un babydoll –Me dijo mi mamá al oído cuando me abrazó. Sus ojos estaban turbios por las lágrimas—

--Betty, ya sabe, no se le ocurra meterse al mar, usted no sabe nadar. Nos llama cuando llegue. La amamos, hija—–Dijo mi papá cuando me abrazó--

--Betty, estoy orgullosa de usted. Nadie más se merece toda esta felicidad –Me dijo doña Catalina y me abrazó. —

-- Está preciosa, Betty. Que sea muy feliz—Me dijo Doña Inesita, y tuve que agacharme un poco para abrazarla—

--¡Mis astros me lo dijeron, usted le iba a cambiar la vida a don Armando y el a usted! Felicidades, Betty—Me dijo Mariana—

--¡Pilas, Betty! Ahora sí nada de excusas, ¡Disfrute de su esposo, el doctor papito! –Me dijo Aura María, entre risas—

-- ¡Felicidades mi doctora de la brillante inteligencia! Que les aproveche el viaje—Me dijo Freddy—

--Ay, Betty, que boda más emotiva. La mejor que he visto—Me dijo Sandra al abrazarme—

-- Felicidades, Betty, que Dios bendiga su matrimonio –Me dijo Sofía—

-- Betty, ya sabe que cuenta con mi hombro para lo que necesite. Felicidades, y perdón por ponerme melancólico—Me dijo Nicolás, y pude sentir su leve aliento a alcohol—

--Nicolás... ¿Qué le pasa ahora? ¿Otra vez sufriendo por mujeres? --Le interrogué y negué con la cabeza--

--¡Vaya, Betty, Vaya! no se preocupe por mí— Dijo Nicolás.--

--Nos quedó debiendo el banquete de bodas, Betty—Dijo Berta entre risas—La queremos—

A fuera de la iglesia no había una limosina con un rótulo que dijera "Recién casados", tampoco un carruaje con caballos, solo estaba el carro deportivo de Armando esperándome en la esquina siguiente de la iglesia. La gente de los alrededores todavía estaba a fuera esperando que saliéramos. Nuestra boda, aunque sencilla, había causado algo de revuelo en el barrio.

--Mi amor, ¿me esperas un momento?, voy a traer el carro para que no tengas que caminar hasta allá—Me dijo Armando, y a sus palabras yo asentí—

--Betty, no pude felicitarla allá dentro. Bienvenida a la familia –Me dijo doña Margarita—

--Betty, felicidades. Que disfruten del viaje –Me dijo don Roberto, y me besó en la mejilla—

Armando se estacionó frente a la iglesia, se bajó un momento para abrirme la puerta y cuando hube estado sentada en el asiento del copiloto, cerró la puerta. Yo saludé a los invitados con la mano donde sostenía mi ramo de rosas.

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora