CAPÍTULO XI

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LUNA DE MIEL EN EL CARIBE

DÍA 7 DE 8

COLÓN, PANAMÁ.

No me podía dormir sin el calor del cuerpo de Armando, sin su olor, su cercanía, sin saber que el buscaba mi cuerpo como su refugio.

Las manos de Armando recorriendo mi espalda me despertaron aquella mañana que el crucero atracó en su penúltimo destino: Colón, Panamá. Recordaba que la noche anterior habíamos vuelto del karaoke muertos de risa, con ganas de jugar un rato antes de sucumbir al cansancio que demandaban nuestros cuerpos. El desvelo no se recompensaba del todo con haber dormido diez horas seguidas.

Mi cuerpo yacía desnudo sobre su cuerpo, mis piernas entrelazadas con las suyas: largas, torneadas y velludas. Me acomodé sobre él y levanté la cabeza para mirarlo a los ojos, los cuales encontré cerrados. En sus labios se dibujaba una sonrisa torcida, que poco a poco se fue ensanchando al sentir que lo estaba contemplando.

Me impulsé con mis brazos alrededor de su cuello para cogerlo a besos, desde el mentón hasta su frente amplia.

--Hola...–besé su mentón—Buenos días...—besé su mejilla izquierda—Mi vida...—Besé su mejilla derecha—Qué divino... –Besé debajo de su oreja izquierda—dormir... –besé sus ojos que se rehusaban a abrirse- contigo...—besé su frente amplia—Te amo... –Presioné su labio inferior entre los míos y lo mojé con mi lengua, la cual segundos después se encontró con la suya para fundirse en un beso largo y lento, que involucró los 34 músculos faciales, la adrenalina y toda la fuerza de voluntad para no hacer el amor tan pronto su sexo se excitó peligrosamente cerca del mío.

--Beatriz, ¿me deja besarla? –Dijo, con la voz entre cortada—

Se me salió una risa nerviosa.

--Pero doctor, si me está besando ahora mismo –Dije yo, frunciendo el ceño confundida por su pregunta—

--No, no me refiero a besarla en estos labios –Dijo, llevando sus dedos a mi boca — Me refiero a los labios que están ocultos –Musitó, con los ojos brillantes de la excitación—

¿Estaba de verdad haciéndome esa pregunta?

No supe qué responder. Sabía que el sexo oral era muy común entre las parejas. ¿Qué hay de malo en practicarlo? Pero la verdad es que todavía sentía algo de vergüenza cuando me detenía a pensarlo. Habíamos hecho el amor en muchas posiciones, en muchos lugares, con la luz encendida, apagada. Recordaba que él, en el frenesí de nuestros cuerpos, había besado el inicio de mi sexo en algunas ocasiones, pero aquel contacto me provocaba muchas cosquillas que impedían el avance de sus intenciones. Siempre había sido muy caballero y nunca me había forzado a nada, ni siquiera a que yo lo proporcionara ese tipo de placer.

--¿Beatriz? –Me trajo de nuevo a tierra con su voz en un susurro— Perdone, es que, me dejé llevar...--

--No, mi amor, no tiene qué disculparse. Entiendo su pregunta y ya me la había hecho, ósea, imaginado la situación –Me aclaré la garganta y sentí cómo se me subía toda la sangre a las mejillas-- ¿Sientes que es importante practicarlo? ¿Nos proporciona mejores sensaciones? –Le interrogué con la mirada—

--Pues, a todos los hombres les gusta, le aseguro que a las mujeres también, una vez que lo experimentan –Dijo, haciendo bailar sus cejas de un lado a otro, como denotando que ansiaba mucho aquello—

--Preferiría que la próxima vez no me lance la pregunta primero, mejor una insinuación o sugerencia para que así no tenga que pensar mucho en la cuestión y simplemente lo haga –Le dije—

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora