CAPÍTULO X

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LUNA DE MIEL EN EL CARIBE

DÍA 6 DE 8 PARTE II

 LO MEJOR DEL PASADO

La marea estaba subiendo cuando el sol llegó a lo alto y se escondió detrás de unas nubes púrpuras que descargaban el agua en el fondo del mar. En la costa ya no llovía, pero seguía sintiéndose la amenaza de que en cualquier momento se desataría de nuevo.

Beatriz y yo nos mantuvimos abrazados por varios minutos, hasta que me di cuenta que estaba llorando como un niño y que la estaba apretando muy fuerte contra mí. Ella estaba sorprendida y conmovida por mi reacción, yo también lo estaba. Me limpió las lágrimas y me tranquilizó con un beso en cada mejilla.

En mi vida muy pocas veces había derramado una lágrima, mucho menos una de felicidad. Pensaba que eso no era posible, que solo pasaba en las películas. Recuerdo que la primera vez que lloré fue cuando mi hermana se fue a Suiza, pero nadie me vio hacerlo. La segunda vez, muchos años después, fue cuando Beatriz me expuso ante la junta y recibí su rechazo y el de mi padre. Entonces entendí la gravedad de lo que había hecho y lo miserable que era sin el amor de ella. Pensé que debía estar muerto, que nada tenía sentido. Pensé que mi destino era estar con Marcela, quien recogió mis pedazos y de nuevo me perdonó. Lo intenté, otra vez, y la herí de nuevo, cuando lo que buscaba era compensar el dolor que le había causado. Pero ahí estaba yo, Armando Mendoza, de nuevo equivocándome, como si no hubiera aprendido la lección, como si no entendiera que ya mi realidad no era la misma de antes, cuando podía hacerle el amor a una mujer sin problemas porque no estaba enamorado de nadie. Ni siquiera podía besar a Marcela sin recordar a Betty, sin añorar sus besos, su calidez, su mirada. Sin embargo, me aferré a ella, intenté resignarme a que la mujer que amaba me aborrecía. Entonces regresó Betty, linda, indiferente, fría, triste, y mi corazón se lanzó a la búsqueda de algún indicio de que todavía me amaba. Mi corazón no se equivocaba. La tercera vez fue cuando Beatriz me rechazó por milésima vez, y me dejó claro que aunque le trajera el coro de ángeles del cielo, no volvería a confiar en mí. La cuarta vez, experimenté por primera vez lo era llorar de felicidad, de alivio, porque me liberaba por fin de la culpa y aceptaba que merecía el amor de Beatriz simplemente porque había luchado por ella.

El mundo a nuestro alrededor empezó a cobrar vida. Yanira y Héctor, Clara y Luis se apreciaban como pequeñas figuras a lo lejos; habían continuado su camino sin nosotros y agradecí no haber sido interrumpido.

En la avenida empezaban a escucharse las bocinas de los carros, la gente comenzó a bajar a la costa, a salir de los hoteles para caminar en la playa, tomar fotografías o simplemente meterse al mar.

--Don't you see is going to rain? You have to wait until the sky clears up!! –Regañaba una mujer a su hija adolescente que quería zambullirse en el mar. La niña enfurruñada intentaba soltarse del brazo de hierro de su madre—

--¿Ya te sientes mejor, mi amor? –Dijo Betty, con los ojos turbios por las lágrimas—

--Sí, mi amor, me siento como nuevo. ¡Gracias a ti, siempre a ti! –Le besé la coronilla—

Me sentía cansado, pero el ardor en los ojos, la ropa mojada, el sueño no podían arrebatarme las ganas de seguir disfrutando de aquella playa de la que pronto nos despediríamos. Beatriz intentó pasarme un brazo por encima del hombro, pero para eso tenía que ser más alta, así que se resignó a abrazarme por la cintura.

Caminamos por la costa, sin prisa, tomados de la mano, viendo el movimiento de la gente que en cuestión de minutos ya habían llenado la playa y le habían robado un poco de su belleza.

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora