CAPÍTULO XXXVII

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PROFUNDIZANDO SOBRE SENTIMIENTOS Y REALIDADES 

Cuando se tiene que recorrer distancias tan largas, las escalas eran inevitables. Roberto Mendoza era fanático de los vuelos directos, sobre todo, de los vuelos en primera clase, que resultaban siempre cómodos de las dos maneras (directo o con escala). Margarita de Mendoza, por su parte, prefería que el avión hiciera siempre escala, así fuera una distancia corta o moderada la que se proponía recorrer. Le encantaba hacer escala en ciudades prestantes y cosmopolitas, porque, además de suponer un alivio para sus piernas, también lo era para su vista y un poco para su vanidad, ya que aprovechaba ese limitado tiempo (3 o 4 horas) para hacer una que otra compra. La comida del avión nunca le pareció buena, ni siquiera la de primera clase. Por lo general, aprovechaba las escalas para comer algo realmente decente y ajustado a su fino paladar. Roberto opinaba lo mismo, así que, en cuanto el avión aterrizó en el aeropuerto, se dispusieron a buscar un restaurante, entre los muchos que ahí había, para satisfacer su necesidad.

--Este se ve muy bien ¿Qué se te antoja a ti? –Dijo Roberto a su esposa—

--¡Exquisito! Comida francesa es lo que estaba necesitando en este momento –Dijo Margarita, al ver la fachada y la apariencia del lugar donde se habían detenido—

--¿Vamos, entonces? –Roberto le cedió el paso a su esposa--

--Ve, tú, querido, ya te alcanzo en un momento... Anda ordenando algo, que yo ya regreso ¿vale? –Replicó Margarita—

Margarita no era mujer que le guardara secretos a su esposo. En todo caso, podría decirse que era menos comunicativa que Roberto y que, en algunas ocasiones, le ocultó "asuntos triviales" que consideró solo lo importunarían innecesariamente, siendo el un hombre muy ocupado. Sin embargo, esta vez ella solo tenía intención de sorprenderlo y, ante todo, quería un momento a solas con la persona con quien se encontraría a continuación, ya que hasta entonces solo habían mantenido contacto por teléfono.

--¿Ordeno por ti? –Inquirió Roberto, analizando la expresión inescrutable de su esposa, que traía sus anteojos oscuros puestos--

--Sí, ya sabes lo que a mí me gusta. Mucha fibra, poco carbohidrato y nada de grasa saturada. —Replicó Margarita—

--Por favor no te demores, que ya sabes que detesto comer solo...--Dijo Roberto—

Roberto ni siquiera preguntó a donde iba su esposa. Estaba seguro que iría a comprar algo por ahí, como casi siempre hacía.

El vuelo de primera clase en el que llegó el matrimonio Mendoza Sáenz hizo escala en Los Ángeles, California, destino idílico para una mujer con el poder adquisitivo de Margarita. Sin embargo, en esta ocasión, el destino o lo que ofrecía éste era lo que menos le entusiasmaba, sino, en cambio, el hecho de que se encontraría en el aeropuerto, aunque fuera por un breve momento, con Marcela Valencia.

¿Cómo se había acordado o llegado a acordar este encuentro? Marcela Valencia estaba viviendo mayormente de las ganancias que le seguía reportando Ecomoda, es decir, de su estipendio mensual de 30 mil dólares. Sin embargo, desde hacía un mes estaba trabajando en una compañía de textiles y moda de origen español llamada Zara, donde había conseguido el cargo de supervisora de una de las tiendas ubicada en Los Ángeles.

Margarita no estaba al tanto de todas sus andanzas, mucho menos sobre que su viaje a Estados Unidos se debiera a su nuevo empleo. Se imaginaba que la estaba pasando muy bien porque, en cada conversación que mantuvieron por teléfono, se le iba notando en la voz que el cambio de ambiente le estaba asentando de maravilla.

A pesar que mantenían contacto, Marcela nunca le expresó con detalle lo que estaba haciendo y, Margarita, después de solicitar más información de manera discreta y de no obtenerla, decidió no seguir insistiendo. Asimismo, ésta última siempre tuvo el cuidado de no mencionar el nombre de Armando, a menos que su persona estuviera involucrado en el asunto del que se hablaba.

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora