CAPÍTULO XXIX

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HAY BELLEZA EN LOS DEFECTOS

El show room estaba listo para presentar la colección número 110 en la historia de Ecomoda, la tercera a cargo de Beatriz Pinzón de Mendoza, y posiblemente la determinante para asentar el prestigio internacional que había empezado a construirse a partir del franquiciado, que ella misma, con la ayuda de su esposo, habían puesto en marcha.

Hugo Lombardi llevaba siendo el diseñador estrella de la compañía por casi diez años y, durante todo ese tiempo, no se podía negar, había aportado en gran manera para que ésta pasara de ser una "simple empresa de confección de ropa" a considerarse por el gremio una "casa de modas".

Ecomoda nunca había estado tan cerca de escucharse en otros rincones del mundo como lo estaba ahora, así como de representar una marca segura en la cual los empresarios podían invertir, ya que le antecedían muchos aciertos, muchos años de tradición y aquellas características que Hugo llamaba los tres pilares fundamentales de todo buen diseño de modas: calidad, personalidad y originalidad.

La calidad de los insumos y los materiales era demasiado importante para Hugo, sin esa garantía no hubiera sido capaz de quedarse en Ecomoda. Desde un inicio él se dio cuenta que Roberto tenía una visión amplia del negocio, que no se reducía al mercado colombiano y que tampoco temía en invertir, porque más que ventas, Roberto buscaba consolidar la marca como una empresa seria de moda que podía competir con otras grandes empresas que costaban una fortuna sus diseños y, que al final, no beneficiaban ni aportaban al talento humano de su país, en el cual depositaba una fe ciega.

Hugo consideraba que la ropa tenía como función resaltar la personalidad, el estado de ánimo, los ideales de la persona que la llevaba puesta, por eso, él se dedicaba mucho a usar combinaciones, telas, accesorios, cortes y tramas que compaginaran perfectamente, que le vendieran un sueño al cliente, que le transmitieran algo especial en cuanto viera la prenda de vestir en un maniquí o en un escaparate. Sin embargo, durante muchos años Ecomoda se preocupó en crear diseños sofisticados, en sus sonadas colecciones, en su aparato de mercadeo, pero no en estudiar a la variedad de mujeres que había en el mercado, que en su mayoría no tenía el físico para lucir sus prendas de vestir tan bien como las modelos, y, por tanto, terminaban vendiendo ilusiones, sueños, que no lograban fidelizar a gran parte de los clientes, que una vez cumplían el deseo de vestirse con algo que usaba una personalidad de la televisión, una modelo y una actriz, no volvían ante la decepción o la inconformidad de verse al espejo y darse cuenta que no lucían igual de bien.

Entonces fue cuando Beatriz cambió radicalmente la misión de la empresa, reestructuró el concepto que hasta entonces manejaba, de tal modo que ahora ofrecía algo más realista y universal que lograba fidelizar a los clientes que visitaban los almacenes, haciéndolos sentir por fin escuchados, atendidos y asesorados, porque más allá de comprar ropa, se les ofrecía vivir la experiencia de conocerse a sí mismas y aceptarse como tal, sin el miedo de verse al espejo y terminar acomplejadas por no encontrar ahí lo que esperaban: verse como las mujeres de medidas perfectas que siempre promocionan la mejor ropa.

La originalidad no podía ser algo ocasional para un diseñador que se jactaba de ser el mejor de Colombia. Así que en este sentido, Hugo era demasiado honesto consigo mismo y odiaba a sus colegas que por seguir tendencias, terminaban copiando diseños de otros, y se justificaban diciendo que le habían agregado o quitado una u otra cosa.

--¡Inesita, ayúdele a la niña que parece que engordó diez kilos en la última semana! ¡Algo peor que no le ajuste el vestido, es que se rompa el cierre o que parezca salchicha embutida, si es que logra hacer que entre ahí!—Vociferó Hugo, cogiéndose la calva, histérico—

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora