CAPÍTULO XXXVI

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REFLEXIONES

Se convirtió en todo un chisme sin resolver para mis amigas el hecho de que, a pesar del escándalo que se había formado en el pasillo de Ecomoda el otro día, yo hubiera decidido reunirme a puerta cerrada con el doctor Daniel Valencia. No me lo preguntaron directamente al inicio, pero al cabo de un rato conversando, como me lo esperaba, empezaron los comentarios que buscaban sacarme algo de lo que se había hablado ahí.

--La admiro mucho, Betty, por tener esos nervios de acero en circunstancias tan angustiantes. –Dijo Sandra— ¡Ojalá hubiéramos hecho algo para evitar ese escándalo!—

Sofía se echó a reír.

--Esta vez sobre pasaba su capacidad de frenadora de pleitos, mi querida torre de control—Sofía le pasó una mano sobre el hombro a Sandra, no sin cierta dificultad, debido a la diferencia de estatura entre ellas dos. —

--No se preocupen, muchachas. Ustedes hicieron lo que pudieron y se los agradezco. –Les dije con voz tranquilizadora—

Era la hora del almuerzo, así que, antes de irse a comer, pasaron por mi oficina, para "despedirse".

Yo estaba absorta en mi computador, poniéndome al día con el trabajo que se había visto interrumpido por una cosa u otra. La semana del lanzamiento de la colección siempre era particularmente ocupado, pero esta vez, como esposa de Armando y, además, futura madre de su hijo, sería la más importante y quizás más complicada semana de toda mi vida: llegaban mis suegros desde Londres hoy por la noche.

Tenía la plena confianza y tranquilidad de que, en la cena que le teníamos preparada a mis suegros, todo saldría bien. Armando me había borrado la inquietud de la cabeza sobre qué pensarían sus padres porque tuviéramos un hijo tan pronto. Él me había asegurado que los tiempos eran justos y precisos, que sus padres, en realidad, creían que se había demorado mucho tiempo en asentar cabeza y que, por tanto, eran tan conscientes como él de que, si se había casado conmigo era, precisamente, para formar una familia. No obstante, desde mi perspectiva, que podía parecer muy racional y práctica, no podía cuajarme del todo la idea de que, en tan poco tiempo, se hubieran olvidado de doña Marcela y, aceptado que, en su lugar estaba yo, una mujer extraña, recién aparecida, sin apellido y sin mundo, cualidades que en pleno siglo XXI no deberían de importar, pero que, de todos modos, seguían importando porque, siempre resultaba más ventajoso acrecentar la fortuna que dividirla. En casos como el nuestro (de Armando y yo), la división o la separación parecía tan impensable como la vida sin al agua o sin el aire. Sin embargo, si se le veía desde una óptica fría de probabilística, constituía una posibilidad... remota, pero una posibilidad al fin y al cabo. La teoría o más bien, la certeza de que estaba en un lugar, irrevocablemente mío, pero que, todavía estaba en proceso de ser visto así por mis suegros, no me hacía sentir desmotivada ni me quitaba el sueño, todo lo contrario, me motivaba a seguir adelante como hasta ahora, demostrando que la confianza que habían depositado en mí les rendiría frutos. No esperaba de una familia como la de Armando una actitud menos elocuente y, de haber obtenido de parte de ellos expresiones afectuosas, acercamientos repentinos o un trato parecido al que le prodigaban a Marcela Valencia, no podría menos que, sentirme escéptica.

Por otra parte, lo que sí me entristecía era imaginar la reacción de mis suegros al ver que en su ausencia las cosas entre su hijo y Daniel Valencia habían retrocedido hasta tal punto que, ya no eran suficientes los insultos para mantener viva la antipatía y revalidad sino que, ahora también se cogían a golpes. Daniel Valencia me había prometido que estaría presente en la colección, pese a que en un inicio expresó lo contrario.

--Usted no nos ha pedido detalles de cómo inició el conflicto, es decir, quién lo inició y cómo se desarrolló todo. ¿Acaso no quiere saber, Betty? –Dijo Berta, visiblemente ansiosa porque le pidiera los detalles--

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora