CAPÍTULO XIII

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HOGAR, DULCE HOGAR

Me incorporé instintivamente de la cama en busca de algo que cubriera mi cuerpo desnudo: una almohada. Me dio un vuelco el corazón ante la imprudencia de mi padre al presentarse sin avisar en el departamento. Lo extraño de todo es que no escuchaba la voz de mi mamá conteniendo su arrebato. ¿Estaría enterada de que mi papá estaba aquí?

--¡Buenas noches, buenas noches, querido yerno! ¿Los agarramos en mal momento? –Dijo mi papá—

--Un poco, don Hermes, apenas estamos viniendo del viaje, como se imaginará, súper cansadísimos –Dijo Armando—

--Sí, me lo puedo imaginar. Y Súper quemadísimo ¿no? ¡El sol es malo, doctor! ¡Maltrata mucho la piel, sobre todo la piel de los que están acostumbrados a recibir poco o nada! –Dijo mi papá—

--Sí... bueno. Ya verá qué rápido recuperamos el tono de piel natural con el cielo gris de Bogotá—Dijo Armando—Pero bien, don Hermes, ¿usted no vino hasta aquí a hablar del sol, cierto? ¿En qué le podemos ayudar? Como verá, no me encuentra en mis mejores fachas – Dijo Armando y escuché que se rió sin ganas—

Me podía imaginar la cara de pocos amigos de Armando, presionando las mandíbulas y fingiendo sonrisas.

Yo mantuve la puerta abierta para escuchar, pero me escondí detrás de ella porque de esa manera me sentía más segura de que mi papá no me viera.

--Doctor, discúlpenos, sabemos que estamos interrumpiendo su privacidad, pero ya mismo nos vamos. Dígale a Bettica que me llame mañana, que allá en la casa se quedaron todos los regalos de boda y que ya le tengo toda su ropa en la maleta para que pase por ella— Escuché por fin la voz de mi mamá—

--No, no, pero ¿por qué no se lo dice personalmente? –Dijo mi papá-- ¿Dónde está Betty? No me diga que ya se durmió. ¡Es temprano todavía! –Escuché que se aproximaba alguien y, por supuesto, no era Armando, porque él se había ido descalzo—

--¡Ay, Hermes, por el amor de Dios! ¿Qué no ve que esto es un despropósito? ¡Aparecerse así sin avisar a la casa de unos recién casados! –Dijo mi mamá. Podía imaginármela con los nervios de punta--¡Por favor, Hermes, hágame caso!—

--¡Julia! ¿En qué habíamos quedado, ah? ¡No sea majadera! Vea doctor, yo mismo le traje los regalos de boda. –Dijo mi papá--

--Pero ¿cómo así, Hermes? ¿En qué momento los metió al carro? –Estalló mi mamá, todavía más molesta—

--En el momento en que se puso a cocinar ese caldo de pollo yo me dije: Bueno, Betty querrá tener sus regalos de boda, quizás pueda necesitar algo de las cosas que le regalaron. –Dijo mi papá--

--Vea, don Hermes, le agradecemos mucho su atención, pero doña Julia tiene razón. Debieron avisarnos que venían –Dijo Armando—

--Debimos avisar para encontrarlos en mejores fachas, doctor ¡Y qué fachas! –Escuché la risa de mi papá, pero sin tanto entusiasmo-- ¿nos permite saludar a Betty y dejarle sus regalos? –Dijo, de pronto con la voz más tenue, como melancólica—

--Saludamos, les damos sus regalos y nos vamos, Hermes, por favor. Los muchachos quieren descansar. –Dijo mi mamá—

--No se preocupe, doña Julia. Por favor, pasen y esperen un momento, voy a llamar a Betty---Escuché los talones de Armando aproximarse. Salí disparada al baño ¿a esconderme? –

Armando tenía el rostro contrariado, como si todavía no se acostumbrara al comportamiento de mi papá, que podía llegar a ser extenuante y sorprendente. Me llamó a la puerta y yo abrí. Yo estaba apenada por la situación, pero él me tranquilizó y me animó a que saliera a recibir a mis padres y me aseguró que era lo mejor. De otra forma mi papá no se iría.

YSBLF_ El Matrimonio (Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora