Capítulo Ocho

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— ¡Toc-toc! —exclamó Pan al llegar a una puerta y golpearla con el mango de su espada. — ¡Cerdito, cerdito! ¡Déjame entrar!

La puerta se abrió lentamente, era Jocelyn quien de mala gana vio a Peter Pan mientras que este ultimó continuaba sonriendo y esperando la apertura de la puerta en su totalidad. La niña se lo pensó, pero finalmente abrió por completo y agachó de inmediato la cabeza al tener en frente a Pan.

— ¡Joder! —gritó Pan eufórico y sonriente. —Si la mierda cagara, te aseguro que se vería como tú.

Jocelyn vestía con las mismas fachas de la noche pasada, el pantalón obscuro, la blusa negra y la capa blanca, aunque sus sandalias fueron despojadas de sus pies y en su cuello Pan le había puesto un collar que tan solo era una tela negra que se enredada a la altura de la garganta.

— ¿Qué quieres? —cuestionó bastante molesta la niña.

—Hola, primeramente. ¡No seas maleducada!

—Puedes irte a tomar por culo.

Pan dejó la espada clavada en suelo para después echarse a carcajadas un poco mientras Jocelyn lo veía con miedo, pero no lo demostraba en su totalidad, la princesa se mostraba indiferente ante las acciones y palabras del niño milenario.

—Sal —dijo Peter con gesto. —Tenemos un día muy largo por delante.

— ¿Cuándo veré a mi hermano? —preguntó la niña cruzada de brazos. —Necesito verlo.

—Paciencia, cariño. Primero vamos a jugar.

Jocelyn salió de lo que era su habitación y caminando a la par de Peter Pan al mismo tiempo presenciaba a su alrededor el jardín de los niños perdidos, con muchísimos infantes jugando felizmente con muñecos de trapos, otros pequeños estaban a cargo de Mérida, quien entrenaba a la pequeña armada en una sección de tiro con arco donde buscaban atinarle a las manzanas que colgaban de un árbol, algunos otros estaban en compañía de Elsa que les había fabricado un espacio repleto de nieve donde pudieran jugar felizmente haciendo angélicos de nieve o muñequitos como Olaf, aunque de menor tamaño. En el aire estaban las tres hadas vigilando el interior del jardín, las tres completamente concentradas y buscando cualquier anomalía.

— ¿Así lo recordabas? —cuestionó Pan al ver como Jocelyn miraba hacía todas partes buscando a su hermano. —Tu hermano no está aquí, pero tranquila. Si lo veras.

— ¿Este lugar ha cambiado?

—Han pasado seis años, amorcito.

—Solo es una fantasía.

Realmente nada era igual desde que escapo Jocelyn, al menos ella recordaba todo más oscuro, más sombrío y con muchos cuerpos sin vida a su alrededor, sabía que muchísimos niños se encontraban aquí, pero la mayoría intentaban esconderse para que Pan no les viese, aunque ahora los niños estaban despreocupadamente jugando en lo largo y ancho del jardín sin preocupación alguna, también recordaba la cámara exclusiva de princesas donde las herederas de las más prestigiosas coronas estaban reunidas con todas las comodidades necesarias y estas son llamadas como alguna especie de flor porque las princesas eran las flores del jardinero, y aquel jardinero era Pan. Jocelyn era según Peter una Rosa, debido a lo espinosa que era la chica y todos los problemas que ocasionaba.

—Mira, dejaste olvidado esto aquí —Pan sacó de una bolsilla una linda zapatilla cristalina que brillaba gracias a los rayos del sol. —Intente regalárselo a una de las niñas de aquí, pero ninguna calza igual que tú.

—Puedes quedártelo.

— ¡Venga! Cariño, necesito que tengas una mejor actitud ante esta nueva fase de tu maldita vida.

El demonio de Nunca jamásWhere stories live. Discover now