Capítulo Diez

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Ocho de los diez dedos de Peter Pan se hundían en los delgados rizos rojos de una diminuta mujer de mediana edad que jugaba con una muñeca trapo mientras Pan le hacía unas bonitas trenzas. Wendy fue rescatada de una casa común y corriente, esta sufría constantes malos tratos por parte de su padre y la madre se limitaba a observar sin denunciar u interponerse ante las agresiones. Fue la primera en llegar a Nunca-jamás y para ella fue muy fácil adaptarse a un nuevo estilo de vida en compañía de Peter, más adelante en su vida se le fueron sumando más y más niños que se convirtieron en sus hermanos y compañeros para toda la vida.

Cada mañana era la misma rutina, Pan deseaba ser el estilista de cada peinado nuevo que usara Wendy en sus días, pocas veces podía darse el lujo de pasar tiempo de calidad con los niños. Obviamente darle su espacio a cada uno era imposible, aunque su meta era que esa ausencia se viera opacada con la presencia de los demás niños. Con esta chica Peter era diferente, era con quien pasaba mayor tiempo. Sin ser princesa se convirtió en su preferida y esto se debió al color de su cabello, un hermoso tono de cabellera que el niño eterno también tenía y cada uno de los mechones de su melena era quizás lo único que le quedaba de la memoria de su madre.

Sin duda la greña de Wendy era fabulosa y reluciente, pero Pan sabía de antemano que aquella no se compara de ninguna manera al de su madre, él también era encargado de peinarla ante las citas y eventos más importantes e incluso fue quien arregló tanto el cabello y el vestido con el cual se casó su madre con su padre.

Los primeros años de Pan eran bastantes diferentes tanto en el primer y segundo semestre del año. Primero tenía seis meses con su madre donde jugaban, reían y se divertían cada mañana, atardecer y noche, pero después de estos meses llegaban las sombras y las dificultades a la vida del niño. Todo lo lindo llegaba a su fin con la partida de su madre para visitar a su abuela durante lo que restaba del año, dejando solo a Pan con su padre, pasando a ser meses de agonía y dolor profundo para él, deseando que el tiempo fuese rápido. Así se pasaron muchísimos inviernos hasta que en una primavera no volvió su amada madre, y en lugar de ella apareció la "puta de negro", como él se refería a la amante de su padre.

El trabajo de Peter había casi terminado, después de tantos intentos de peinados. Al final decidió acomodar el cabello de la pequeña alrededor de la cabeza como si fuese una corona, y para culminar tomó con dos de sus dedos un listón azul para enrollarlo por encima de la corona escarlata para luego ponerse de pie y tomarse unos breves segundo contemplando su obra maestra con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¡Listo! —exclamó emocionado Pan mientras Wendy se volteaba hacia a él y le permitía ver las decenas de pecas que habitaban el perímetro de su nariz y los saltones ojos color miel que ornamentaban su rostro. —Te ves hermosa —dijo suavemente mientras extendía ambos de sus brazos para sujetar de la cintura a Wendy y después cargarla y pegarla a su cuerpo. —Siempre hermosa junto a este amanecer, no puedo mentirte y no decirte que este es mi parte favorita del día.

La niña nunca ha dicho alguna palabra para expresarse desde hace treinta y cinco años que había llegado a la isla, Pan no tenía claro porque pasaba esto, pero al menos se tranquilizaba al ver la sonrisa de Wendy que eran indicativos de que tan siquiera se sentía bien.

Atravesando una puerta llegó con mucha prisa Esmeralda para intentar tocar el hombro de Peter buscando llamar su atención, pero dudaba en hacerlo ya que la pena le era más grande, aunque finalmente dio dos ligeros toquecitos con dos de sus dedos y de inmediato giró Pan con una sonrisa que provocó la ausencia de las palabras de la lengua del hada verde, que tuvo que sacudir la cabeza para poder hablar.

—Mérida ha llegado de la misión —anunció Esmeralda casi tropezando su lengua con tan solo seis palabras. —Sin daños mayores.

— ¡Te lo dije! —exclamó este dando un giro con Wendy aun brazos. —Esos idiotas irían sí o sí.

El demonio de Nunca jamásWhere stories live. Discover now