Capítulo trece

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Esmeralda tomó el agua suficiente en las palmas de su mano y antes de llevársela a los labios se detuvo unos momentos para verse así misma en el reflejo cristalino. Se dio cuenta de las arrugas que adornaban de mala manera sus mejillas y las ojeras que la hacían lucir como un mapache feo. Finalmente se empapo la cara y sacudió la cabeza varias veces hasta que detrás ella llegaba Rubí con un costal marrón que cargaba su hombro y dejo caer pesadamente sobre la tierra mientras posaba su mano sobre la espalda de Esmeralda en manera de consuelo.

—Vamos, hermana —dijo Rubí con un poco de motivación en sus palabras. —Debemos seguir adelante antes de que Pan nos encuentre.

—Sí. En marcha.

Las noches que pasó Esmeralda dentro de lámpara fueron muy difíciles para ellas, aunque tenía como alivia ver dormir a Peter tan de cerca, y posteriormente después de su partida sus sentimientos se tornaron más confusos debido a la presencia de su madre, mujer a la cual durante muchísimos años le rindió culto y adoración, aquella figura que tanto adoro y que no estuvo presente para defenderlas cuando arribaron humanos a la playa de lo que ahora era Nunca-jamás, solo hubo destrucción y caos. Una guerra que terminó con victoria de los despiadados humanos que mordieron el polvo y cayeron unos tras otros cuando Pan apareció en la vida de las tres hadas restantes. Les dio algo que Maléfica les negó, esperanza.

—Madre nos espera, te necesitamos para comenzar con todo.

— ¿A qué te refieres con todo? —preguntó Esmeralda plantándose en su lugar sin dar ningún paso más. —Una guerra no beneficiara a nadie ¿Acaso no lo recuerdas?

—Esta vez será diferente, saldremos victoriosas ante Pan.

—No puedo creer que corta memoria tengas, hermana.

—Sé que ese niño significa demasiado para ti, lo sé desde que vi como lo mirabas por primera vez —comentó Rubí incomodando un poco al hada verde. —Tantos años con una lucha perdida, sin saber cómo decirlo y el aprovechándose de nuestros poderes.

— ¿Y los niños?

— ¡Que les den por culo! —exclamó el hada roja con notoria irritación ante la pregunta tonta de su hermana. —Son crías de los mismos hombres que llegaron a nuestras tierras hace muchos años.

—Pero...

— ¿Estas de lado de madre o en contra de ella? —preguntó Rubí provocando una pequeña cortada en el brazo de Esmeralda para que su leve sangrado se convirtiese en una filosa daga que poso cerca del cuello del hada verde. —No creo que a madre le interese si asesino a una traidora.

—Estoy de su lado —dijo Esmeralda con los brazos alzados y las palmas descubiertas para mostrar que no tenía ninguna intención de contra-atacar. —Baja la maldita daga y continuemos con el camino.

Rubí se alejó de su hermana unos pequeños pasos hacia atrás e hizo un gesto indicándole que comenzara a caminar Esmeralda que lentamente fue dando pasitos mientras el hada roja levantaba su costal. Una vez más los pensamientos de la rubia la atacaron y en constantes momentos del trayecto se fue deteniendo y de nuevo puesta en movimiento con el contacto del pico de la daga.

A los costados del camino presenciaron los estragos de los primeros compases de una guerra que pareciera estar encaminada en un conflicto mucho mayor a lo que se ha visto durante estos días donde varios niños fracasaron al intentar bajar el cadáver de Wendy y recuperarlo. Las emboscadas fueron encabezadas por cuervos, las mismas hadas con sus diferentes cualidades aportaron a la causa y Hades se encargaba de coleccionar y acumular muchas más almas a sus garras.

Delante de las hadas apareció una pequeña campaña improvisada con pequeñas ramas de árboles funcionando como un techo para evitar la lluvia. Fuera de la campaña se encontraba un pequeño con ojos pardos, una nariz chata y la tez clara mientras desde adentro se asomaba una niña que parecía tímida y asustadiza al mismo tiempo.

El demonio de Nunca jamásWhere stories live. Discover now