Capítulo once

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Jocelyn se despertó sin abrir los ojos, estiró sus dedos la mano derecha en búsqueda del calor del príncipe encantador, aunque no encontró más que la mantita cálida con la que se cubría. Su hermano estaba un poquito apartado de ella, pero dormido en paz y tranquilidad, contrastando a Jocelyn quien no lograba conciliar el sueño. En la cabeza de la niña tenía tatuada la triste expresión en la cara de Pan al aparecer después de la tormenta. En su regresó al jardín tomó la decisión de someter a todos los niños a un toque de queda mientras daba varios rondines de vigilancia en compañía de Esmeralda que se encontraba prisionera en una lámpara tomando el lugar de una vela. No sabía porque el hada estaba encerrada, los rumores indicaban que es un castigo por una travesura y otros especulaban que las hadas se habían levantado en contra de Peter.

Las camas de los niños eran algunas hamacas improvisabas en las ramas de los arboles debido a que las habitaciones deberían estar desalojadas por miedo a un ataque. La idea de Pan es que la unión hace la fuerza y en caso de algún asedio todos los niños estuviesen listos para resguardarse o defender el jardín. Pan estuvo algunas horas más resguardando el jardín hasta que finalmente decidió retirarse a su habitación en compañía de Mérida y Bianca.

Jocelyn soltó un pequeño bostezó para después abrir y cerras los ojos en una fracción de segundos, pero no logró conciliar el sueño, resignada llevó su mirada hacia al cielo y afortunadamente vio una brillante estrella a la derecha de la luna, aunque ese panorama fue interrumpido de manera casi inmediata debió a que una cara se atravesó asustando un poco a Jocelyn. El rostro era de una niña, al menos eso dedujo la princesa de la isla real por el cabello largo y los finos rasgos. La niña le dio una sonrisa para posteriormente hacerle un gesto con su mano, indicándole que subiera con ella.

Tomó la mano de su hermano para dejarla a un costado delicadamente para no despertarlo y luego comenzó a subir el gran tronco pasando a lado de muchos niños que seguían dormían. Finalmente llegó hasta donde la niña, quien tan solo al ver su mano en la superficie la jaló de inmediato para ayudarle a subir y una vez ya con ella le volvió a sonreír con calidez

— ¡Hola! —saludó la chica con alegría. —Pensé que era la única que podía dormir después de tanta tensión.

—Nunca te había visto por aquí.

—Yo sí.

— ¿En serio?

La rubia intentó hacer memoria drásticamente para intentar recordar alguna chica con rasgos similares, pero ni el marrón en el cabello ni los tantos lunares y pecas que ornamentaban sus mejillas de tal manera que parecía una constelación clara con pequeñas manchitas que hacina más hermoso su rostro. Tampoco logró reconocer los ojos cafés, sencillamente sabía que nunca había visto a esa chica.

— ¿No lo recuerdas? Creo que deje un gran impacto cuando me viste.

—Realmente no lo recuerdo, lo lamento mucho.

—Entiendo, no te preocupes... Jocelyn, ¿Cierto?

—Sí, es correcto y, ¿tú eres?

— ¡Anna!

—Mucho gusto.

—El gusto es completamente mío, soy gran fan de las princesas.

— ¿Cómo sabes que soy una princesa?

—El listón de tu cuello te delata —señaló Jocelyn rozando con una de sus uñas el cuello de Jocelyn.

—Tú también tienes uno igual, ¿también eres princesa?

—Es complicado... realmente no me considero ninguna princesa ya que bueno... soy solo la hermana de una princesa.

— ¿De qué reino? —preguntó curiosa Jocelyn.

El demonio de Nunca jamásWhere stories live. Discover now