Capitulo seis

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Una preciosa niña rubia bailaba en compañía de su conejo un val al ritmo de una danza muy macabra que estaba adornada por intestinos regados por el suelo, extremidades reposando en la tierra, además de los arboles con sus hojas teñidas de sangre. La niña continuaba con su rutina mientras su vestido azul se encontraba manchado gracias a la tierra de la isla y la sangre de sus enemigos, al igual que el mandil blanco que estaba repleto del pelaje blanco del conejo, las zapatillas oscuras enlodadas se movían al mismo tiempo que la pequeña cantada una canción sin tener que abrir sus labios, su cabellera dorada estaba suelta y en perfectas condiciones, tan solo una tela negra atravesaba toda su cabeza para finalizar con un moño. Su acompañante era grande, pero no lo suficiente como para que no pudiese ser sujetado a la perfección por la niña, este animal estaba con un moño negro como el de la rubia, aunque este lo traía en el cuello mientras que en la cabeza cargaba con un simpático sombrero oscuro, en su ojo izquierdo se apreciaba un monóculo y entrelazado en el cuello llevaba un reloj dorado de bolsillo.

—Alicia —dijo el conejo hablándole al oído a la niña. —Deberíamos detener el baile.

— ¿Por qué? —preguntó la pequeña sin abrir los ojos y sin dejar de mover los pies sobre el fango.

— Esos niños podrían juzgarnos ¡Podrían pensar que estamos locos! —exclamó un tanto preocupado el conejo blanco mientras veía a todos esos niños en el piso.

—No te preocupes Frederick —dijo Alicia con una sonrisa. — ¿Usted conoce cuerdos felices?

—Para nada.

— ¡Somos felices Frederick! Nadie puede juzgarnos.

—Tiene razón señorita Carroll ¡Bailemos!

—Nadie nos puede juzgar —reiteró Alicia aún más sonriente. —Además, los muertos no juzgan.

La pequeña Alicia bailaba de la misma manera con su conejo todas las noches, siempre le encantaba esa sensación de moverse debajo de la luna y con docenas de luciérnagas iluminando con una amarillenta luz el escenario. La niña hacía este rito cada día con la esperanza de que aquel tornado regrese por ella, ya que a pesar de estar en Nunca-jamás, Alicia no es considera por Peter Pan como parte de los niños perdidos porque no había llegado a este lugar de la misma manera que lo demás. La señorita Carroll fue aislada de su primera familia por culpa de un tornado que la llevó al país de las maravillas, y después de un tiempo fue adoptada por la reina de corazones, quien era la soberana de aquel maravilloso lugar. Alicia aceptó sin inconvenientes ser la princesa del reino de los corazones hasta que en una tarde cuando tomaba el té en compañía de su conejo blanco Frederick, el sombrero loco y de su madre adoptiva, fueron sorprendidos por otro tornad, causando grandes estragos en el país de las maravillas, aunque lo peor fue que Alicia de nuevo había sido separada de lo que era su familia, quedándose tan solo ahora con Frederick, el sombrero del señor sombrero loco y con un collar de rubí en forma de corazón que llevaba escondido en el bolsillo de su falda para evitar atraer ladrones o al lobo feroz que ella veía entre los arbustos de la isla.

—Frederick —dijo Alicia deteniendo su baile para dejar en el suelo al conejo. —Hemos bailado todas las noches desde que llegamos aquí y no ha pasado nada.

—Paciencia señorita Carroll, algún día volveremos al país de las maravillas —le contestó el animal mientras se paraba en dos patas y se sacudía la tierra de encima. — ¿Extrañas a tu madre?

—Tenía la esperanza de comenzar desde cero en el país de las maravillas, con nuevos amigos, una nueva madre, un nuevo lugar para las aventuras.

— ¿No recuerdas nada de tu familia? De la que tenías antes de conocernos.

—Muy poco Frederick, solo recuerdo estar rodeada de muchísimos niños, todos vestíamos de blanco y jugábamos a todas horas mientras que mi madre era una señora de cabello negro y robusta, que siempre era muy amable con todos nosotros, aunque a pesar de ser mi mamá, todos los niños del lugar le decían así.

El demonio de Nunca jamásWhere stories live. Discover now