Epílogo

21 1 0
                                    


Un pedazo de madera flotante se acercaba a la costa de una pequeña isla luminosa. Encima de aquella madera iba una muchacha casi muerta de hambre, y que sufría alucinaciones debido al consumo agua salada. Vestía de tela bastante extravagante, tela que no eran vistas con frecuencia de este lado de los reinos. Era como un bata roja, que se amarraba a su cintura con mismo pedazo de la tela e ibas desde una capucha hasta llegar a sus rodillas, mientras que sus pantalones parecían estar hechos de metal inoxidable, perfectos para la movilidad y para resistir uno que otro golpe. De su cabeza baja su extensa y reluciente cabellera oscura, que bajaba como si fuese una perfecta cortina. Sin ningún cabello fuera de su lugar a pesar de la gran odisea que había tenido que realizar desde hace muchos meses atrás. En una de sus manos llevaba una katana brillosa y con una empuñadura en forma de la cabeza de un dragón, era lo único que iba con ella en el viaje.

La chica estaba dormida, pero se despertó al instante que el pedazo de madera topara finalmente con una estructura que hizo detener finalmente el andar de la chica. A su espera ya estaba una figura de mediana estatura, vistiendo una falda y un sombrero oscuro que le cubría todo el rostro, además que a su costado derecho estaba un león gigantesco y del otro lado un hombre metálico que estaba con los brazos cruzados.

—Bienvenida —anunció la figura que emergía en medio de las tres figuras.

— ¿Dónde estoy? —preguntó la chica que apenas arribaba a tierra firme sin levantar la cara.

—Las preguntas las hacemos nosotros primero —dijo en un tono amenazante el hombre de hojalata. — ¡Identifícate! —ordenó el pedazo de metal molesto. — ¿Cuál es tu nombre?

La chica alzo el rostro de inmediato, y dejo ver su preciosa tez tostada que se ornamentaba con unos ojos muy pequeños, rasgados y de color miel, además de unos diminutos labios y pequeñísima, pero linda nariz que complementaba su rostro.

—Múlan —contestó la chica acompañada de un tosido mientras sus manos en tierra firme después de mucho tiempo. —Solo buscó a mi padre.

—Bienvenida, Múlan —dijo la chica quitándose el sombrero, y de su cabeza emanó una cabellera castaña, un par zafiros como ojos, aunque el derecho estaba cubierto por parche azul. —Estas en la ciudad esmeralda. Creo que nosotros podemos ayudarte.


El demonio de Nunca jamásWhere stories live. Discover now