El mundo del punk está lleno de maravillas. Aquí encontrarás las historias ganadoras de los diversos retos sobre subgéneros punks que se realizó.
Un paseo por un contenido distinto.
Desperté de la criogenización. Una doctora, que se identificó como Lidia Sherman, y su hija Artemisia, me ayudaron a caminar de nuevo y a salir a este nuevo mundo.
Llamas. Revueltas. Maldad. Así me habían descrito el mundo en que aparecería; no obstante, este era completamente distinto.
Los edificios se mostraban altos, y sus paredes estaban cubiertas de plantas. Había autos voladores, y también algunos que iban por carretera. Toda la gente parecía feliz, y convivía pacíficamente con los robots que los atendían. Era un mundo feliz, una utopía.
¿Qué era este lugar?
—¿Y mi misión? ¡Se supone que yo debía salvar un mundo en decadencia!
—De hecho, sí. Te encontramos algo tarde, cuando logramos arreglar todos los problemas de la ciudad, pero te encontramos. No queríamos que estuvieras dormida por la eternidad, te compadecimos, y te trajimos de vuelta a la vida.
Hice una mueca de desagrado. Si este mundo estaba en paz, en este mundo me sentiría inútil. Necesitaba que hubiera guerra otra vez, salvar a esta ciudad como debí haber hecho. Entonces, decidí ponerme a leer e informarme.
[...]
Pasé la página en la tablet. Leía las causas de anteriores conflictos en la ciudad de Reynosa, y descubrí que la última había sido por un mal gobierno, que no les daba lo que requerían. Tuve una idea.
Si hoy en día tenían un buen gobierno, debía poner fin a eso, aunque yo saliera perjudicada con la revuelta que se armaría.
Tomé mi decisión. Terminar con la vida de Unia Loi, la actual alcaldesa, pondría a todos en contra mía. Otra vez guerra y caos. ¡Era el mejor plan de todos!
[...]
En la noche, salí de la cálida habitación que me habían otorgado en la alcaldía, y salí a la habitación donde reposaba la morena y anciana gobernadora.
Debajo de las colchas con bordados de oro, ella dormía en infinita paz. Nadie esperaría que ella no despertara de nuevo.
El cuchillo en mi mano terminó por guiarse hacia el lado izquierdo de su pecho, logrando asegurarme de que ella moriría y mi plan se concretaría. Tras encajarle el arma blanca, la saqué con rapidez, y la lancé por la ventana antes de irme.
[...]
A la mañana siguiente, todo lo que había pensado se materializaba ante mí.
La gente estaba molesta, exigiendo saber quién le había clavado un cuchillo en el pecho a su amada alcaldesa.
El caos reinaba de nuevo, y yo por fin podría sentirme útil.
