Absurdo

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Absurdo de Ignacio_Calama

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Absurdo de Ignacio_Calama

Manfredy Albert bajaron del coloso diesel, su última wunderwaffen,se sacudieron el polvo y el hollín, y se abrazaron. Allá lejos, Dresde ardía como el sol sobre la noche, el humo subía como del infierno, allí los muertos eran como la arena de las costas.

Caminaron por tierra baldía hasta encontrar el "punto", bajo un arbusto. Albert tomó de su bolsillo el generador, se lo pasó con las manos sudadas a Manfred, y él digitó las coordenadas de origen y destino. Se abrió un portal; era redondo y plano e invisible desde otro ángulo que no fuera de frente.Pero se tomaron un minuto, aún entre la espada y la pared; las cosas no podían ser así de simples. Albert, temblando, dijo:

—No podemos. Míranos.

Manfred suspiró. Estuvo quieto un minuto entero mientras Albert se rascaba nervioso, pero de repente alzó el porte y dijo:

—No hay vergüenza en huir, si es para plantar la semilla de un nuevo Reich.

—Ya no hay lugar para nosotros...

—Sudamérica será una región fértil No tenemos nada más que hacer en Europa. Dame la grabadora.

Albert obedeció, el otro la encendió y dijo:

—HablaManfredHilbert, ingeniero de la Asociación para la Investigación Militar. Hoy es el14 de febrero de 1945. Yo y mi colega Albert Reitschescapamos de Dresde, que hace dos horas fue bombardeada por segunda vez consecutiva. Todo el casco histórico ha dejado de existir, y es imposible saber cuántos habrán muerto y estarán muriendo ahora calcinados.

»Aunque nuestros superiores no quieran darse cuenta, la derrota es inminente, y Berlín caerá con igual o mayor violencia. Ni yo ni Albert deseamos seguir siendo leales a la causa perdida deEuropa. En cambio, plantaremos la semilla de un nuevo Reich en Sudamérica, que es una región impura y más inestable, con nuestros aliados que ya están allá, y los que vengan después, si huyen a tiempo. Nuestra ubicación se las haremos saber a través del canal pertinente cuando sea el momento. Los esperamos allá con los brazos abiertos.

Y la apagó. Albert se sintió entre incómodo y aliviado; las palabras estaban dichas, así de fácil era para Manfred.

Todo estaba ocurriendo demasiado rápido y tenía terror. De veras estaban desertando. Se giraron por última vez para ver lo que quedaba de Dresde, ysu robot de combate echado unos metros adelante. Manfred alzó el brazo para saludar.

Heil Hitler! —clamó con fuerza.

Albert lo imitó vacilante.

Era atravesar el portal para aparecer en un pueblito del sur de Chile, luego cruzar los Andes para Argentina, viajar y asentarsequizá en Córdoba, y esperar el fin de la guerra para que llegaran los demás. Ese era su destino natural después de diez años dedicándose a ser leal al Partido, a la Werhmacht, a fabricar las Armas Maravillosas para matar a los aliados, y fracasar; el fracaso de Alemania era el de su vida entera. Platillos voladores, misiles intercontinentales, colosos diesel, nada los había parado. Su único destino posible, a pesar de estar lleno del horror se la guerra, era ser nazi.

Pero Albert hacía tiempo que no era fanático, como seguía siendo Manfred.Sabía que los experimentos de Mengele no probaron la superioridad aria ni sirvieron para que los alemanes le ganaran a los soviéticos, que ni judíos ni gitanos ni eslavos fueron exterminados y seguirían esparciéndose...que las ideas de los aliados iban a dominarel mundo e iban a condenar al Führer como a un demonio. No había espacio para una nueva hegemonía nazi en ese mundo "aliado". ¿Y qué pasaría en un mundo donde los nazis serían demonizados? Los cazarían como a perros para interrogarlos y ahorcarlos, borrarían por todos los medios su legado, no dejarían espacio a la urgente purificación racial. Tan simplemente era el fin, era el fin.

Albert por un momento odió estar convencido de que era ario y puro y la raza pura necesitaba expandirse para limpiar al resto de razas impuras. «De seguro es una utopía, y es imposible». Pero si de veras era imposible, no había lugar para él en ningún otro lugar.

Manfred tomó aire como para sumergirse en el agua, dio un paso hacia el portal, pero Albert lo derribó; antes de poder atacar, le desintegró la cabeza.

—Amigo, te he salvado del absurdo.

Cerró el portal y se quedó mirando el fuego lejano, pensativo. Le quedaba solo una wunderwaffe, su mejor robot coloso. Seguro llegarían allí los soviéticos en unas horas. Sudamérica no tenía sentido, ¡él estaba en Alemania! Nohabía futuro humano posible para AlbertReitsch. Era ingeniero, y un sirviente, no un nuevo conquistador.

Ahora mismo Albert se esconde entre la maleza montado en su robot.Sabe que el Führer es un imbécil igual que él y que los tanques soviéticos dentro de poco lo asesinarán. Morirá Alemania, y quizá con ella muera al fin el horror de la guerra racial.

(816 palabras)

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