Faltaban cuatro días para la boda y yo no podía más de la ansiedad que me cargaba.
Todos los días me levantaba a las cuatro de la mañana pensando en los desaparecidos de la familia Blanco. ¿Ellos tenían la culpa de lo que estaba pasando? ¿Debía esperar a que aparecieran para poder casarme?.
Ya me imagino a Cande furiosa conmigo por no haberla esperado y casarme antes de lo previsto. Y Tobías, bueno, Tobías es solamente él.
—Debes guardarles un poco de respeto— espeto para mi sola. Sigo en mi departamento.
Pienso muchos planes para poder salvarlos.
Unos son muy fantasiosos, tal cual película de acción. Otros son extremadamente peligrosos Y hay algunos que ni siquiera caben en lo posible.
—Vamos Martina piensa un poco más — me regaño a mi misma.
A ver, ¿de donde se llevaron a Cande y a Tobías?
A uno de su casa y a otro de saber dónde.
Vaya. Si el FBI me contratara me despiden en ese mismo momento.
Observo mi anillo que Jorge me regalo, me detengo y observo como brilla la piedra que lleva en medio.
Amo demasiado a Jorge y espero que él también me ame mucho. Y ahí está, por fin ha llegado la idea que tanto había esperado
Es por eso que el papá de Jorge mando a poner mucha seguridad para el día de la boda, no solamente le preocupaba su hijo, sino yo; porque al firmar esos papeles en donde él y yo estuviéramos oficialmente casados. Y la mafia no solamente se llevaría a uno.
Harían un 2x1.
—Pero no cuentan con mi inteligencia.
Vamos Martina piensa.
Me regaño una y otra vez.
Después de pasar casi dos horas sentada al borde de mi cama decidiendo si era lo correcto o no, llegue a las seis de la mañana y tomo una decisión: voy a salvar a la familia de Jorge Que en unos días también sería mi propia familia.
Y qué mejor acto de amor que devolverles dos miembros a cambio de una.
Suelta un suspiro. Vaya, quien diría qué ahora sería yo la que iba a desaparecer dos días antes del día de mi boda. Sé que Jorge jamás me lo perdonaría, Pero también sé que esto es un acto de amor muchísimo más grande del que nadie se imagina que yo haría.
Vamos Martina demuestra que existe el amor de verdad. Y que no todo tiene que terminar en un cuento de hadas feliz.
Eso me decepciona un poco, tal parece que Jorge y yo nunca vamos a poder tener un final feliz como en todos esos cuentos e historias que nos relatan desde niños. Pero vale la pena, me convenzo.
—Anda pues— me digo a mi misma.
Estoy segura de lo que voy hacer y nada ni nadie va a cambiar la decisión que tomado en estas horas. Enciendo mi teléfono y tecleo el número de Tobías.
Tal y como lo esperaba el número que marco me manda a buzón de voz. Y en el preciso momento que suena el pitido sé que ha comenzado el plan que pondría fin a todo lo que un día comenzamos Jorge y yo.
Irónico, ¿cierto? La pequeña Tini está tomando una decisión que ponen en riesgo su vida, ojalá relatarán esto para que mi hermano se diera cuenta que esas noches viendo series de crímenes por fin resultaron buenas para algo.
—Eh, hola Tobi— comienzo a decir y noto que estoy tiritando de los nervios.— sé que es raro que te hable...— finjo comenzar a llorar. Menuda actriz que soy. — pero es que no te imaginas cuánto te extraño...— suspiro— Y tú sabes cuánto me hubiera gustado que estuvieras aquí acompañándome el día de mi boda, porque es un día muy importante para mí al igual que tú eres una persona importante en mi vida...— vuelvo a suspirar y pareciera que por un segundo toda mi vida pasa en un abrir y cerrar de ojos. Y ahí están, todos mis recuerdos; los momentos de playa con mi familia, las peleas y reconciliaciones con Jorge, las pijamadas con las chicas e incluso los momentos amargos que me hicieron las personas más dañinas de mi vida. Todo. Absolutamente todo.
Es como si el destino supiera que estoy entregando mi alma al diablo. O a los diablos. Quien sabe cuántos serán.
—...por si lo llegas a escuchar y ojalá que te dejen venir... será mañana a las seis de la tarde en el jardín Dorado— cito un famoso salón de fiestas de mi ciudad.
Ya tenía todo planeado, había llamado al salón para rentar una pequeña habitación en donde ellos llegarían y yo haría el intercambio de Tobías y Cande por mi.
Ahora si que no había marcha atrás.
