019: Sola

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Sentía como sus labios bajaban lentamente por mis hombros, y la parte izquierda de mi espalda

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Sentía como sus labios bajaban lentamente por mis hombros, y la parte izquierda de mi espalda. Los suspiros salían de mi boca como leves quejidos hacia quien ahora tenía subiendo por mi pecho hasta atacar mi cuello con sus besos. Nuestras pieles chocaban causando un calor por la fricción, mis labios atraparon los suyos en un beso salvaje hasta empujar el cuerpo que me acompañaba hacia la gran cama. Nuestros suspiros y el ruido de la ciudad de Madrid era lo único que se escuchaba esa noche en la habitación. Pase una de mis manos por todo su cuerpo hasta llegar a sus piernas. De un momento a otro ambas estábamos completamente desnudas, sentí como mi corazón estaba por colapsar. ¿Realmente estaba pasando o mi cabeza disfrutaba sabotearme a mi misma?

Levante mi cabeza, logrando ver a la persona enfrente mío y logre ver esa sonrisa que me volvía loca, volví a sentir todos esos sentimientos que no sentía hacía casi un año, cuando estaba cerca de ella.
Solo ella podía poner a latir mi corazón de tal manera.
Una sonrisa salió de mi boca y comencé a dejar besos en el abdomen bajo de la chica, también, luego de que mis labios pasaran por sus entrepiernas, hundí mi cabeza entre ellas.








Y fue ahí cuando desperté, notaba mi respiración agitada y como mi cuerpo estaba literalmente hirviendo. Abrí los ojos fuertemente al darme cuenta el tipo de sueño que acababa de tener. Me levanté lentamente de la cama y me dirigí hasta el baño, prendí la ducha y miré la hora en mi reloj. Cuatro con veintitrés minutos, excelente. Además de tener un sueño erótico con mi compañera de clase, que además esta se coje al hermano, me había levantado sumamente temprano. Me di una larga ducha de agua fría, pero parecía no servir ya que mi cuerpo no se calentaba ni un poco. Me preocupe cuando sentí que el panorama de mi alrededor dio una vuelta, desestabilizando mi cuerpo y haciendo que me agarre de una de las paredes, tratando de no caer por la ducha. Suspire y trate de calmarme, salí de la ducha y fui directo a mi armario. Unos minutos después ya estaba con un conjunto deportivo puesto, tenía que matar el tiempo de alguna manera. Baje las escaleras y fui hacia la cocina. 

-Hola Marta.- salude a la señora que solía limpiar en mi casa, no era raro verla tan temprano, mi padre suele levantarse todos los días a las seis, y Marta tiene su desayuno preparado a esa hora.

-Buenos días niña, ¿desayunaras algo?- simplemente negué y agarre una botella de agua que se encontraba en la heladera, comenzando a caminar hacia la puerta principal de mi casa.

-Disculpe señorita... ¿hace cuanto no ingiere comida sólida?- alce mis cejas y me di media vuelta, mirando a la señora de quizás unos cincuenta años, española y alta.

-¿Estas aca para curiosear o para limpiar los platos, Marta?- agradecía tener a alguien que se preocupe por mi, pero seria una conciencia más que cargar a la lista de sentimientos que no puedo tener ahora. La mujer palideció, nunca le había levantado la voz y ni quisiera hablado asi a ella. Marta solo se quedo callada y bajo su mirada, provocando un sentimiento de remordimiento en mi.

-Eso pensé.- me di media vuelta y salí de nuevo, cerrando los ojos por unos segundos, mis piernas comenzaron a moverse. Había viento, poco pero había. Además del frío característicos de estas épocas de Madrid. Estaba recién amaneciendo cuando sentí mis piernas fallar, termine de rodillas en el piso, una señora se acercó y me ayudo a pararme, o por lo menos lo intentó ya que fue cuestión de segundos para que mi vista se haga completamente negra.


Me desperté en una clínica, con una aguja metida en mi brazo y vestida con la misma ropa que hoy, solo que mi campera estaba colgada en una de las sillas. Un hombre de unos cuarenta años pasó por la puerta, por el ambo pude notar que era medico, y ahi me arrepenti de no hacerle caso a Marta, tendría que haber comido una manzana.

-Sara, ¿cierto?- simplemente me limite a asentir, sabía lo que se venía, lo había vivido años atrás y sabía que proseguía, me hartaba solo de pensarlo.

-Mira, voy a ser sincero contigo por que creo que si estas aqui nadie fue lo suficientemente duro como para decirte las cosas como son. Sos adolescente, y lamentablemente estas cosas pasan todo el tiempo, pero estas perdien...- ahí fue cuando suspire, el doctor actuó con una cara de confusión, alzando sus cejas.

-¿Que me va a decir, doc? ¿que si sigo así voy a terminar muerta? ¿que voy a perder a mis maravillosos amigos, a mis amados padres?. Para su sorpresa, esta no es la primera vez que alguien me habla de eso, pero no me interesa en lo  mas mínimo, ¿sabe por que? tenia diez años cuando el chico que me gustaba me dijo obesa, lo tome como algo normal, estaba excedida de peso, pero la vuelta del colegio me sentó mal, sentía que todos me miraban, la palabra obesa no desaparecía de mi mente. Me baje del auto llorando y fui hacia mi padre, para contarle la trágica situación que había pasado, me dijo algo muy gracioso: Sara estoy ocupado para tus problemitas, deja de comer, vomita un poco y dejate de joder. Es impresionante como los trastornos de los padres pasan a los hijos ¿cierto?.- levanté una ceja y me levanté rápidamente, para colocarme mis zapatillas. 

-Ya se que si sigo así voy a desaparecer, pero no le tengo miedo a la muerte, nadie debería tenerle miedo, cada uno se mata a su manera decían.- sentí una mano en mi muñeca que paraba mi apresurado paso hacia la salida.

-Te podemos ayudar, Sara. No tienes por que estar sola en esta lucha.- sonreí y levanté mis hombros.

-Estuve sola toda mi vida. Creo que llegue a un punto en el que pedir ayuda ya no es lo mio.- vi como el hombre sacaba una tarjeta de su bolsillo y me la ponía sobre la mano, al igual que un folleto contra la anorexia, suspiré y sentí como un nudo se formo en mi estomago.

-A veces la ayuda viene sola, solamente tienes que aceptarla.- agarre los papeles, susurre un "gracias" al hombre y agarre mi campera, claramente nadie vendría a buscarme, nadie vendría a firmas los papeles del alta, yo estaba sola, como siempre. Me meti al ascensor luego de firmar los papeles del alta, al parecer me durmieron varias horas, prendi mi celular que se encontraba apagado, pero no me sorprendí al no ver ninguna notificación, me decepcione aunque no me sorprendiera. Toque el botón del ascensor mirando a mi celular, esperando a que alguien aparezca, pero no, nadie.

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