Cobardía.

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Draco nunca había sido bueno dando a conocer sus sentimientos. Todo era debido a que nunca tuvo la confianza suficiente en otros.
Cuando era más pequeño y vivía con sus padres, todo aquel que lo buscaba o era su amigo lo hacía por su dinero y buen puesto.
Nunca había sido capaz de sentir algo por alguien sin salir completamente lastimado o utilizado. Su orgullo se había hecho grande con el pasar de los años, al igual que el caparazón de frialdad que lo envolvía, evitándole los malos ratos.

Pero... Había llegado ese idiota a romper todos sus esquemas. Sin siquiera saberlo, había hecho estremecer su corazón por segunda vez en su vida, la misma persona.
Su mente se desviaba siempre hacia el rostro del chico, hacia las memorias que tenía con él, incluso cada mensaje servía para sacarlo de sus casillas.

—¡Demonios! —. Draco gritó mientras daba vueltas por sobre el edredón de la cama. — ¿Qué hago ahora con todo esto que siento por ti, Potter?

Su mano se encontraba situada sobre su propio pecho, justo donde estaba el corazón, haciendo un puño, así arrugando la camiseta que llevaba puesta.
Draco no pudo evitar sentirse el ser más patético de todos.
Sólo quería una cosa... ¿Entonces por qué no lograba hacerlo?

¿Por qué no lograba decirle a Harry que lo quería? ¿Cómo decirle que siempre lo quiso? No podía, y eso lo hacía sentir un cobarde.

Harry siempre iba a visitarlo después del trabajo, ya casi parecían un pareja, sin embargo jamás lo habían hablado, nunca lo habían dicho en voz alta. Eran todo sin ser nada.

—Harry...
—¿Mh? .— El moreno se encontraba comiendo la pizza que habían pedido, mientras su mirada se desviaba al contrario.

El rubio platinado sentía su rostro arder, se había tornado casi completamente rojo.

—¿Draco? ¿Qué sucede? .— De inmediato dejó la pizza sobre la caja de cartón, colocándose de frente en el sofá al chico. — ¿Draco?

—Uh... Tengo algo que decir. — Podía sentir como su corazón palpitaba hasta casi salirse de su pecho. Sentía que en cualquier momento podría desmayarse.

—Dime. Sabes que puedes decirme lo que sea, bebé.


Aquel apodo lo hizo sentir más nervioso aún. Sus ojos comenzaron a aguarse de pronto, y no entendía el por qué. No podía entender por qué se encontraba en esa angustiante conmoción.

Harry tragó saliva nervioso. Sus manos se posaron sobre las mejillas del rubio, observando y analizando cada una de las facciones del chico frente a él. Un frío recorrió su cuerpo cuando vio que las mejillas del adverso comenzaban a mojarse.


—Gatito, ¿Qué sucede? No llores, por favor. Hey. — Mordió su labio inferior, intentando pensar cómo calmarle.

—No... No es nada, sólo... Abrázame, ¿Sí?


No hizo falta nada más para que cumpliera su petición.

Sus brazos rodearon el cuerpo del más delgado, mientras este se sentaba en sus piernas rodeando su cuello, escondiendo su rostro avergonzado en su cuello.

Se quedaron allí, abrazados, hasta que ambos cayeron dormidos en el sofá. 

Textos calientes. // DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora