Capítulo 4.

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Protector.

Dax

El olor de la chiquilla se había quedado impregnado en mi ser. Era como un cataplasma que se mete en tus poros y te va sedando por dentro. De entre todos lo olores que habían en este lugar, el suyo era mi favorito, no importaba que se opacara con el hedor de la sangre fresca y seca que desprendía su piel. La había olido desde que venía en el camino, la pude escuchar gritar, forcejeaba para liberarse de las esposas que apresaban sus manos y sus tobillos.

No me fue imposible olisquearla aquella noche, era pura pero no sería por tanto tiempo, estaba seguro que pronto iban a doblegar su espíritu y quebrantar su alma, así como lo hacían con cada humano que terminaba aquí.

Aún las gotas de agua fría caían por mi cuerpo, pero en un instante estas se secaron dejando una nube de vapor a su paso. Mi cuerpo se empezó a enfriar al pasar los minutos y miraba mi reflejo en el sucio espejo frente a mí. Seguía siendo yo, al menos por afuera lo era. Solo que por dentro no tanto.

Escuché los gritos venir del cuarto al que ella llamaba ratonera. Era el último del pasillo, a mano derecha. Olía demasiado a moho, pero aquel olor putrefacto no opacaba el aroma que su cuerpo desprendía.

Mis manos se hicieron puños y mi sangre empezó a fluir por las venas repletas de veneno. Sentí la ira subir en oscuras ramificaciones que se expandían por mis dedos.

—¡No!, ¡por favor! —podía palpar el dolor emanando de su cuerpo y llamándome a ella. No lo podía resistir, era más que fuerte que yo, que mi propia voluntad. Por más que me resistía me llamaba, en un suave susurro que me pedía ir por ella y matar al malnacido que se atrevía a tocarla.

Gotas de sangre cayeron al suelo, solo así me pude dar cuenta del daño que me estaba haciendo. Parpadeé un par de veces y salí de mi ratonera, rápido, como un rayo que cruza por los cielos cuando la lluvia cae feroz sobre la tierra.

Crucé el pasillo a grandes zancadas y abrí la puerta en un movimiento veloz que hizo retumbar las cuatro paredes de aquel cuarto.

La escena me provocó ganas de querer matar, de desgarrar su piel hasta que solo quedaran los huesos cubiertos por la poca carne que dejaría en él. Kei estaba encima de Devon, cubriendo su delgado y tembloroso cuerpo. Es lo que hacían él y todos los enfermeros y guardias de este lugar. Se aprovechaban de las almas inocentes que tenían la mala suerte de llegar a este lugar. No importaba si eran hombres o mujeres, todos habíamos pasado por esto.

—¿Qué haces aquí, Dax? —musitó. Se puso de pie y detrás de su espalda sacó la barra electrificada que se expandió en cuanto su dedo tocó el botón —. Vuelve a tu cuarto.

—Será mejor que la dejes —escupí. La oscuridad aún estaba presente, queriendo salir, queriendo destruir todo a su paso. Era un manto negro que se apoderaba de mí y me cegaba por completo.

—Lárgate —escupió. Una ráfaga de electricidad salió de la barra y rompió el aire que se filtraba en aquel lugar.

—Será mejor que te vayas, no te quiero hacer daño, Kei —una sonrisa burlona escapó de sus labios, mientras que en los míos una de satisfacción se dibujaba con cautela.

Se echó sobre mí pero lo pude esquivar, su rostro se estrelló de lleno en la pared, el impacto le rompió la nariz y un diente, el sonido me regocijo y me hizo sentir bien. Me di la vuelta en el momento que se incorporaba y se dejaba caer hacia mí. Fui rápido y esquive el látigo electrificado que golpeó la pared e hizo cimbrar las paredes.

—¡No te vas a escapar de mí, Dax! —escupió sangre y un pedazo de diente cayó en mis pies. Detrás de mí, Devon se cubría con la mullida cobija que apenas le quitaba el frío. Su espalda acariciaba el frío concreto de la pared. Su cuerpo temblaba y su sangre se movía deprisa por sus venas.

Tenía su mirada clavada en mi nuca, provocando que todos los pelos de mi cuerpo reaccionaran a ese simple contacto.

—Aquí te espero, Kei —abrí mis manos y las garras se hicieron presentes.

De nuevo se dejó venir, esta vez no lo esquive. Esta vez sostuve su cuerpo con mis manos enterrando mis garras en sus costados, la sangre se deslizaba en mis dedos, tibia y espesa. Puse toda la fuerza en mis piernas y lo empujé hacia atrás. Su espalda chocó contra la pared y un quejido de dolor abandonó su garganta.

Estaba frente a mí, solo tenía que desgarrar su cuerpo y verlo sangrar, solo eso y podría dormir en paz, aunque sabía que me iba a ir mal, sabía que iba a obtener un castigo, pero por mi mein lieber, haría lo que fuera.

—¡Cuidado! —le escuché gritar, pero fue tarde.

El pinchazo en el cuello me paralizó de pies a cabeza. Era una droga tan potente que en segundos caí de rodillas sobre el suelo, Kei se incorporaba con sangre en la boca y aquella sonrisa que me dijo todo estaba mal.

Tomó mis cabellos entre sus manos y un solo golpe bastó para caer profundamente dormido.


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Espero les guste. En la imagen tenemos a Dax, yo me lo imagino así, pero ustedes pueden imaginarlo como quieran.

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SALVAJE (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora