Capítulo 27.

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Dax

Hell era un lugar horrible. No recordaba que fuera así y bueno, estuve encerrado algunos años y por eso es que este lugar había cambiado tanto. Había muchas personas viviendo en la calle, muchos de los edificios a las afueras de la ciudad estaban abandonados y los del centro llenos de personas.

Las calles estaban sucias y las ratas se paseaban de un extremo de la calle al otro. Aquí no llovía cómo lo hacía en el lugar donde estuvimos por algunas semanas. Tampoco es que hiciera calor, todo el día estaba nublado, había muchas nubes en el cielo y hacía frío también. Era agradable después de todo y no me quejaba.

El auto nos dejó frente a un edificio y el tipo que conducía nos entregó un papel con el número de departamento en el que nos íbamos a quedar todo este tiempo.

Esto había sido pagado por Axel y por una vez en la vida me gustó el lugar que escogió, no era una mierda como el motel en el que estuvimos todo este tiempo.

—No está tan mal —dije mirando a nuestro alrededor.

Esperé que Devon entrara a la habitación y cerré la puerta a mi espalda. Dejé las maletas a un lado de la puerta.

—Mejor que el motel en el que estuvimos todo este tiempo, sí.

Se dio la vuelta. Se quitó la chaqueta que traía puesta. Su blusa era de color blanco y se transparentaba en los lugares justos. Juro que solo verle un poco de piel me ponía como loco, no podía contener las ganas de tenerla en mis brazos y besarla, hacerla mía.

Puse todo de mi parte para no romper la ropa y hacerle daño.

—Sé lo que estás pensando —se sentó en los pies de la cama.

—Lo sé —bufé —. Te juro que hago todo lo posible por...

Siseó.

—No, está bien. Eres un ser salvaje, Dax, es tu naturaleza —me acerqué y me puse de rodillas frente a ella.

—No, mi naturaleza era ser un ser humano común y corriente, nada más. Después llegó Axel y pasó esto.

—Axel —noté cómo cogió los cobertores entre sus manos.

—Tú también lo odias.

Asintió con la cabeza.

—Estuvo ahí.

—¿Qué? —levanté una ceja.

—Él estuvo ahí cada día en el que ese maldito doctor me inyectaba lo que sea que me inyectó, vio como vomitaba esa cosa negra, vio como me retorcía de dolor y como le supliqué para que me dejara salir y solo se burló de mí.

—Maldito.

—Lo odio, lo odio a él y a ese doctor —levantó la mirada y un manto negro se empezó a desplegar en sus ojos.

Cogí sus manos.

—Lo quiero muerto, Dax, los quiero muertos a los dos.

—Cálmate, mein lieber, no puedes perder el control, menos aquí donde no nos quieren.

Me puse de pie y la abracé. Sus manos cogieron la tela de mi camisa y me apretó a ella. Cada vez era más fuerte, estaba claro que de los dos ella era la más fuerte y eso me llegaba a preocupar un poco ya que en algún momento esto se podía salir de control.

—Tengo miedo, Dax.

—No temas, Devon.

—Tengo miedo de lo que puedo llegar a hacer. Me da miedo que te haga daño.

—No pienses en eso, no me harás daño. Yo siempre voy a estar para ti, te voy a proteger y cuidar de ti misma si es necesario.

Su cuerpo se sacudió y las lágrimas mojaron mi camiseta.

—No me dejes.

—No lo haré.

—¿Lo prometes?

—Lo juro por mi vida.

****
Devon dormía en mis brazos. Estaba algo débil y necesitaba comer. Ahora sería mucho más difícil poder alimentarnos y aunque aquí había muchas más personas, había poco lugares como el bosque donde podíamos cazar.

Hell era una ciudad grande, con edificios altos, algunos de ellos estaban ocupados por millonarios, empresarios y asesinos, cómo nosotros. El bosque quedaba a unas horas de aquí y no sabía como íbamos a comer sin llamar la atención de los ciudadanos.

Ellos no querían a los de nuestra especie, por eso debíamos ser cuidadosos y hacer las cosas bien, para no ser detenidos y que nos mataran. No me podía imaginar que algo le pasara a Devon por mi culpa. La amaba demasiado como para ponerla en peligro.

SALVAJE (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora