capítulo 8.

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Adentrarse en el Distrito Trónico fue como descubrir una nueva realidad más parecida a la idea de ciudad futurista que Billie tenía en su cabeza. Las calles estaban mucho más cuidadas y daba la sensación de que detrás de cada ventana oscura en la que se reflejaba el cielo había alguien observándolas.

Era fácil reconocer a los leales entre los moradores. De hecho, lo difícil era encontrarse con alguno de los hombres o mujeres de ropas desgastadas y oscuras que inundaban el Barrio Azul. Los habitantes del Distrito Trónico vestían con ropas elegantes, trajes, vestidos, tacones que resonaban sobre el asfalto, e incluso lucían los brazaletes como un complemento más de moda, algunos con joyas engarzadas, otros con un reloj incorporado. Pero sobre todo, lo que más los diferenciaba de los moradores era su actitud: allí todo el mundo aparentaba tener prisa, y caminaba de un lado a otro esquivándose entre sí, sin apenas cruzar miradas con el resto.

Sin embargo, unos minutos más tarde, los edificios perdieron altura y recuperaron el diseño habitual de los barrios del norte. Aunque no habían abandonado el Distrito Trónico, el óxido se había cebado con el acero de las fachadas y en las calles volvieron a cruzarse con moradores de aspecto humilde que portaban maletines y mochilas.

-Como imaginarán.--dijo Danielle.--Hay verdaderas peleas para conseguir un puesto en esta zona en lugar de en el Barrio Azul, aunque el trabajo de los moradores de aquí sea mucho más cansado y exigente que el de los leales.

-Parece un sitio bastante más seguro que la zona norte...--observó Billie.

-Lo es, pero también está más controlado por el gobierno. Aquí es donde se maneja casi todo el dinero de la Ciudadela. Fíjense en las cámaras que nos observan, en los centinelas que nos vigilan.--añadió, y señaló a una cuadrilla de soldados que caminaba por la acera contraria a la suya.--En casos como este, prefiero la libertad a la seguridad.

Siguieron caminando hasta que Danielle se detuvo frente a un establecimiento llamado "Vida x Trones". A la entrada había un hombre alto, rubio, con un bigote tan fino que parecía pintado y tan bien vestido como los demás leales con los que se habían cruzado. También llevaba un sombrero de copa, más propio de siglos pasados, que se quitó para hacer una rápida reverencia a Danielle antes de abrir la puerta y pasar adentro. Enseguida Billie dedujo que debía de tratarse del tal Randall al que Madame Battery les había pedido que visitasen.

-Será más probable que averigüe algo si entro sola que si vamos las tres, así que ustedes espérenme en ese callejón de ahí.--dijo señalando la calle que hacía esquina con el local.

-¿Qué es este sitio?.--preguntó Billie.

-Es un local de trueque. La gente trae energía en forma de baterías y ellos dan trones a cambio.--explicó la chica.--Al final pasa más gente por aquí que por el Centro de Recargas y Randall acaba enterándose de todo lo que sucede en la Ciudadela. Ahora salgo. No creo que tarde mucho.

Mientras la chica desaparecía en el interior de la tienda, Billie y Scarlett fueron al callejón y se apoyaron en una de las paredes a esperar. Afortunadamente, el edificio de enfrente les proporcionaba suficiente sombra como para combatir la solana del mediodía.

-Es una sociedad un tanto...

-Peculiar.--sugirió Scarlett.

-Sí. Y ese asunto de los leales..., ¿crees que los humanos también estarán detrás de ellos?.--preguntó Billie.

-Probablemente. Pero es imposible que todos los leales sean humanos a los que les inyectaron la vacuna electro. Los habrían descubierto hace tiempo...

-Exacto.--contestó la otra, y se asomó a la calle que habían dejado atrás para ver si la rebelde había salido ya.

-Billie.--dijo Scarlett entonces.--Nunca te he dado las gracias por haberme rescatado de aquel infierno.

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