capítulo 19.

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Diego había entrado dos veces en la Torre: la primera de ellas, cuando lo nombraron subteniente centinela y la segunda, cuando él y su compañía escoltaron a uno de los ganadores de la Rifa, dos años atrás. Y ninguna de ellas había necesitado que lo guiara una escolta como la que lo acompañaba en esos momentos. Aun así, no opuso resistencia.

Sabía que ocurriría tarde o temprano, era algo rutinario. Diego había sido uno de los cinco centinelas que había estado en contacto con Zayn. Había sido necesario para preparar todo el plan desde dentro antes de la ejecución. Y, como el nombre de sus demás compañeros, el suyo también había quedado grabado en el registro. Más allá de eso, el gobierno no tenía ninguna prueba que pudiera inculparlo a él directamente.

-¿Saben qué tal les ha ido a Cardown y a los otros?.--preguntó el chico intentando parecer tranquilo. Pero ninguno de los centinelas que le habían ido a buscar respondió.--Vamos, chicos, pueden hablarme. No estoy bajo arresto.

-Ya sabes cómo funciona esto, Diego.--dijo uno de ellos.

-Ya, ya. Y es normal. Créanme, soy el primero que quiere encontrar al traidor que se ha cargado a Troy.

Las obras de remodelación de los últimos años habían dado como resultado un complejo hexagonal de veinte plantas en cuyo patio interior se alzaba el enorme rascacielos que coronaba la Ciudadela. El edificio estaba dividido en varias zonas claramente diferenciadas: en la parte superior, las residencias de los miembros del gobierno, el servicio y la gestión de la ciudad; y el centro de seguridad, los calabozos y los laboratorios y talleres de desarrollo, bajo tierra.

El vestíbulo de la Torre impactó a Diego tanto como la primera vez que lo pisó. El suelo era de mármol blanco y estaba impecable, tanto que en él se reflejaban las enormes lámparas doradas que colgaban del techo a más de diez metros de altura. Las columnas que coronaban los laterales denotaban la grandeza y el poder del gobierno, todo ello cubierto por una hermosa cúpula sobre la recepción del edificio.

-¿Identificación?.--preguntó la señorita que se encontraba tras la mesa.

Uno de los centinelas sacó una tarjeta y se la dio a la chica para que tecleara sus datos en el ordenador que tenía dentro de la propia mesa.

-Leanos, Diego.--dijo una voz metálica proveniente de la máquina.

-Sección 15, cuarto pasillo, sala 2.--sentenció la chica, devolviéndoles la tarjeta.

Era imposible imaginar que al otro lado de aquellas paredes pudiera existir la Ciudadela que él conocía. Mientras que allí el gobierno contaba con un arsenal tecnológico que consumía una cantidad de energía enorme, a escasos kilómetros, había moradores que vivían hacinados en diminutos agujeros en la pared y familias enteras que suplicaban por una ración justa de energía para sus corazones. Aquellas visitas al núcleo del poder, más que amedrentar a Diego, le recordaban la razón por la que se había unido a los rebeldes.

Abandonaron la recepción de la Torre para subirse en un ascensor que se movía tanto en vertical como en horizontal por las veinte plantas. La única manera de entrar en el interior del edificio era a través de uno de esos cinco cubículos o bien por las salidas de emergencia, que estaban estrictamente vigiladas por centinelas y cámaras de seguridad. Era, por encima de todo, una fortaleza prácticamente inescrutable.

Una voz electrónica informó a los ocupantes del habitáculo de que estaban en movimiento, a pesar de que la sensación fuera la de estar parados. En el panel táctil había una pantalla que informaba del movimiento que hacía el ascensor con una flecha: si subía, bajaba o bien giraba a la izquierda o a la derecha. Al cabo de unos segundos, las puertas se abrieron en la sección 15.

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