capítulo 16.

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Diego estaba terminando de guardar su uniforme en la taquilla cuando entró un compañero charlando con su superior.

-¿Y sabes qué me ha dicho?.--comentaba el capitán.--Que si no soy capaz de apañarme con los centinelas que tengo a mi cargo, que tendría que replantearme seguir en mi puesto.

-Vaya idiota.--contestó el otro; Dowey se llamaba, aunque Diego apenas lo conocía.--Y encima pretenden que estemos callados por un puñado de trones y una mísera ración extra de energía. ¡Al menos tendrían que habernos dado dos!

Ambos se echaron a reír hasta que el segundo advirtió la presencia de Diego.

-¿Aún por aquí, Leanos?.--preguntó el capitán, mostrándose tranquilo.

Diego hizo un saludo militar y se acercó a ellos.

-Ha sido un día duro, señor. Siento mucho la pérdida de Troy.--añadió, mirando al otro centinela, con el que nunca había llegado a cruzar una palabra.--¿Se sabe algo de los rebeldes responsables?

El otro negó con la cabeza y añadió:

-Qué va..., pero, oye.--dijo con una sonrisa de complicidad.--Eso que nos llevamos. Una carga que no pienso desperdiciar.

Diego se unió esta vez a las risas, aunque cada carcajada se le clavaba en el pecho con repugnancia. Todo era una pantomima, se recordaba en silencio. Él no era realmente así.

-Buenas noches, Leanos.--le dijo entonces su superior.--Vete a descansar, que mañana te toca muralla.

El hombre se dio la vuelta, pero Diego se adelantó y preguntó:

-¿Se van ya para casa? He oído...--después bajó la voz.--He oído que ha llegado mercancía nueva al Batterie.

El capitán Ludor y el joven centinela se miraron entre ellos antes de contestarle.

-¿Blue-Power?.--preguntó el mayor.

-Pero más condensado. Dicen que es como saltar desde un precipicio y después navegar por el cielo.

-Eres todo un poeta, ¿eh, Leanos?

-Yo me apunto.--dijo el joven.

Pero no era a él a quien Diego necesitaba, así que siguió insistiendo.

-Vamos, capitán. Acompáñenos. Después de los días que llevamos, todos nos merecemos un descanso, incluso usted.

-No voy a negártelo. Pero hace tanto que no paso por allí...

-¡Pues con más razón!.--exclamó Diego.--Si no es por el Blue-Power, hágalo por las chicas: las últimas incorporaciones al club son... Mejor será que las valore usted mismo.

El capitán soltó una carcajada.

-Vaya experto estás hecho. Ten cuidado, que no serías el primero en arruinarte por culpa de un par de piernas bonitas y una adicción incontrolada a las cargas ilegales.

-Lo tengo, señor.--contestó Diego, mientras salían del cuartel.

No fue hasta que estuvieron los tres montados en el monorraíl, camino de la Milla de los Milagros, que Diego respiró profundamente y tomó fuerzas para la siguiente parte del plan.

...

Era la tercera vez que Danielle intentaba pintarse la raya del ojo y, como las anteriores, volvió a torcerse.

-¡Mierda!

Lanzó el lapicero negro contra el espejo del tocador y se reclinó en la silla. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba tan nerviosa? Por culpa de los rebeldes había puesto muchas veces su vida en peligro y siempre había salido airosa. ¿Qué tenía de diferente aquella noche?

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