Capítulo 17

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Kevin.

“Tara me va a matar… ¿Cómo es posible que no hayamos podido llegar hasta la casa de Rose? ¡Dios, si es que no valgo para nada! Comparado con Tara… yo nunca puedo hacer nada, ni para protegerla, ni para ayudarla… nada.”

JJ y yo nos habíamos perdido intentando llegar a casa de Rose por culpa de la tormenta. Justo después de que Tara se hubiera marchado, nosotros habíamos proseguido nuestro camino lo más rápido que nuestras piernas nos permitían. Inexplicablemente, en apenas unos minutos nos dimos cuenta de que dudábamos hacia donde debíamos de correr. Las calles estaban desiertas, y las personas que quizás antes estuvieran caminando por las aceras, habían sido sustituidas por el hielo, la nieve y un viento tan violento que nos impedía ver con claridad. No obstante, lo que de verdad nos había desorientado era el frío. Esa clase de frío que te hace olvidar la calidez del sol, te deja paralizado, con los músculos entumecidos y activa el instinto de supervivencia.

Fue toda una suerte que JJ y yo encontráramos una furgoneta con las puertas abiertas de par en par. De alguna forma, conseguimos movernos hasta la parte trasera, entramos y rápidamente cerré las puertas. Dentro, encontramos un par de linternas que rápidamente encendimos y una serie de trapos y grandes telas manchadas de pintura que usamos como mantas. No abrigaban demasiado, pero aquello era mejor que nada.

Ni JJ ni yo cruzamos ni una sola palabra en buen rato. Ella simplemente estaba recostada sobre mi hombro, con al menos tres mantas encima y muy quieta. Sabía que no estaba dormida y que aún respiraba. Mientras eso siguiera así, no veía necesidad de que tuviéramos que hablar. Para ser sinceros, era yo el que no quería hablar. Estaba cabreado, no por un suceso en particular, sino porque mi última conversación con Jalen sido la gota que había colmado “el vaso” de mi paciencia. Todas las cosas que llevaba meses ignorando habían salido a flote después de una maldita conversación con el príncipe Cálido. Pero lo peor de todo, era que el motivo de mi furia estaba demasiado relacionado con una de las mejores cosas que habían aparecido en mi vida: Tara. La amaba y nunca dudaría algo tan elemental y el problema residía en eso. Tenía la constante sensación que yo, hiciera lo que hiciera, nunca sería suficiente. Tara siempre estaba haciendo cosas por el bien de todas las personas que le importaban y yo intentaba demostrarla que también podía ayudarla, protegerla… y daba igual. Nunca sentía que era capaz de devolver el favor como se merecía. ¡Y encima Jalen tenía la cara de recordármelo con su asquerosa (e inexistente) sutileza!

-Deberíamos hablar –rompió JJ el silencio-. Ya sabes… con el frío… no podemos quedarnos dormidos… o esto se convertirá en “la furgoneta que también sirvió de ataúd para dos jóvenes adolescentes.” Hmm… sería un buen título para una película de terror barata.

Me reí por lo bajo. JJ tenía esa particularidad: aunque no lo quisiera, ella te hacia sonreír. Ese humor tan puntual de mi amiga había supuesto para Tara muchísimas horas menos pensando en la desaparición de Tess. Yo también podía hacer sonreír a Tara, pero no era lo mismo. O quizás solo era yo siendo negativo.

-No tenemos nada de qué hablar. –murmuré. Prefería seguir torturándome mentalmente por ser inútil.

-Te tenía por mejor mentiroso, Kevin –aseguró JJ-. Tengo mala memoria, pero no se me ha olvidado que llevas gran parte del día cabreado, posiblemente debatiendo con tu brillante cerebro cosas que seguro que no son para tanto… y se me ocurre una que tiene cuatro letras y el pelo rojo.

-¡No me pasa nada con Tara! –repuse a la defensiva.

-Eso ya lo sé, tonto –JJ se movió un poco hasta apoyar la espalda contra el metal de la furgoneta-. Pero es evidente que hay algo que no va bien y creo que ese jaleo mental que te has hecho “tú solito” tiene como cuestión a Tara y todo lo que implican sus poderes.

La Hechicera: El enigma del quinto cristal ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora