Epilogo

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El otoño estaba dando sus primeras señales, las hojas comenzaban a caer de los árboles y New York se había puesto lluvioso y frio por las noches. Regina estaba segura de que hacer la fiesta de cumpleaños de Henry en el parque, no iba a ser una buena idea. Las nubes comenzaban a formarse y se posaban grises sobre ellos.

—Espero que no vaya a llover, por lo menos hasta que cortemos el pastel. — Comentó Belle acercándose con su hermosa bebé en brazos.

—Eso depende de cuánto se tarde en llegar el pastel. — Se quejó la morena.

—Tranquila, no deben de tardar.

Henry corría de arriba abajo con unos cuantos niños y niñas que eran sus compañeros de escuela. Estaba feliz y con una amplia sonrisa en el rostro. Mary Margaret y David observaban a los niños mientras estaban sentados en una banca a unos metros de la mesa de regalos. Henry les había pedido que los cuidaran muy bien, pues no quería que se le perdiera ninguno.

Zelena estaba sentada en el pasto sosteniendo a la pequeña Robín quien estaba haciendo esfuerzos por intentar caminar hacía su padre que se encontraba de pie a unos metros de ellas. Cora observaba a su nieta con una pequeña sonrisa y de vez en cuando cambiaba su atención a su ahora nieto, que de vez en cuando pasaba frente a ella corriendo.

—Perdón por la tardanza. — Habló Killian acercándose a Regina mientras cargaba el enorme pastel con el dibujo de un dinosaurio.

—A este paso pensé que íbamos a comer pastel en navidad. — Se quejó ella.

—No seas pesada. — Se quejó Killian dejando el pastel sobre la mesa a un lado de los regalos. — El tráfico estaba terrible.

Killian caminó hasta su esposa y la beso en los labios, ambos sonrieron y él le dio un pequeño beso en la frente a su hija.

—¿Dónde está Emma?

—No debe de tardar.

—¿Qué no venían juntos? — Preguntó Belle confundida.

—Así es. — Respondió la rubia aproximándose a ellos con pasos largos y la respiración agitada.

—¿En dónde estabas? — Preguntó Regina frunciendo el ceño.

—Te tengo una pequeña sorpresa. — Le respondió su esposa arqueando las cejas.

Emma giró su cabeza hacia un lado y Regina la siguió. A lo lejos, Graham se acercaba con una pequeña sonrisa en los labios; llevaba unos jeans desgastados y una playera gris de manga corta que se pegaba a su cuerpo. Los ojos de Regina se llenaron de lágrimas y comenzó a caminar hacia su hermano, quien la recibió con un gran abrazo levantándola en el aire.

Todos observaron la escena con una gran sonrisa y Cora fue la siguiente en aproximarse a Graham con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Bienvenido. — Dijo ella.

Graham sonrió y tomó la mano de Cora dándole un leve apretón. Los tres caminaron de regreso a la fiesta y el resto saludo a Graham presentándose con él y haciéndolo parte de la convivencia.

—¡Mamá! ¿Ya podemos partir el pastel? — Preguntó Henry con la respiración agitada deteniéndose frente a Regina.

—Claro que si cariño. — Le respondió ella con una pequeña sonrisa.

Henry festejó con un saltito y comenzó a llamar a sus amigos para que se acercaran. La vista del niño recorrió a todos sus invitados y frunció el ceño al ver a un hombre de cabello largo y castaño al igual que su barba.

—¿Quién es él? — Preguntó

—Él... — Regina se hincó para quedar a la altura de su hijo — Es tu tio Graham. Vino a conocerte y a desearte feliz cumpleaños.

—¿Entonces tu eres mi tío? — Preguntó el niño acercándose a Graham.

—Así es. — Le respondió él.

—¿Eres hermano de mi mamá Regina o de mi mamá Emma?

—Soy hermano de Regina. — Graham le dedicó una pequeña sonrisa.

—Eso está muy cool.

Todos los adultos en el lugar sonrieron ante el comentario de Henry y Graham sintió su corazón encogerse cuando el niño se acercó para darle un abrazo. Él sonrió mirando a Regina y despeinó un poco el cabello de Henry como una señal de cariño.

Emma sonrió y suspiro. Después de tanto, su vida estaba en un total equilibrio y aquella chica que le había traído tantos problemas, ahora era su calma en la tempestad.

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