Capítulo 30

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Después de tanto tiempo de espera, por fin les traigo la parte final de esta historia. Agradezco mucho a los que siguieron esta historia y a los que han votado. En verdad espero que les haya gustado y la disfrutaran desde principio a fin. De antemano, les pido disculpas por el tiempo que me tarde en actualizarla y espero sigan de cerca las nuevas historias que se vienen. 

Gracias por leer.

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—¿Estas nerviosa? — Preguntó Mary Margaret viendo a su hija a través del reflejo de ambas en el espejo.

La rubia se estaba mirando fijamente, con su cabello recogido y su rostro con leve maquillaje que le marcaba las rosadas mejillas y los delgados labios. Sus ojos verdes se encontraron con los de su madre y ambas sonrieron levemente.

—No puedo creer que esté haciendo esto. — Respondió Emma en un susurro.

—Se hacen muchas cosas por amor, cariño — Mary acarició el cabello rubio de su hija y sus ojos brillaron.

Emma sonrió de medio lado y giro su silla de ruedas para mirar de frente a su madre. Mary sonrió al verla en ese largo vestido blanco de tirantes delgados y escote en "V". El vestido parecía estar pintado en el cuerpo de la rubia y aunque era sencillo la hacía lucir bella y estilizada.

—Mamá, sabes que necesitamos hablar.

—No es el momento Emma...

—¿Entonces cuando? No quiero regresar en dos días y entrar a un quirófano sintiendo que mi madre no me apoya en recuperar mi vida.

Mary desvió la mirada al suelo sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas tratando de controlar el remolino de sentimientos dentro de ella.

—Hija, yo siempre voy a apoyarte, aunque no esté de acuerdo en tus decisiones lo voy a hacer. — Mary dobló las rodillas para agacharse y quedar a la altura de su hija — Te apoyo Emma, pero no me pidas que este feliz porque vas a arriesgar tu vida... Estoy feliz en este momento, porque voy a ver a mi hija casarse con una gran persona, y eso es lo que te debe de importar.

Emma sonrió de medio lado tratando que no le importara el desacuerdo de su madre con su operación, pero la verdad es que era algo que no podía sacarse de la cabeza. Pero al menos intentaría hacerlo ese día; estaba a punto de casarse con la mujer que amaba y tenían toda una vida por delante si las cosas resultaban de acuerdo al plan. Y en eso es en lo que debía de pensar, en que estaba a punto de iniciar una etapa en su vida que creyó que jamás iba a ser posible tener nuevamente, y mucho menos al lado de alguien tan maravillosa como Regina.

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Los nervios se la estaban comiendo viva, no sabía porque Emma se demoraba tanto y lo único en lo que podía pensar era en que tal vez se hubiera arrepentido; no podía dejar de caminar de un lado a otro del pasillo y el rostro sonriente de David no la ayudaba para nada. Regina podía ver los grandes ojos cafés de Henry observándola con ansiedad y parecía que el chico estaba tan nerviosa como ella.

—Le vas a hacer un surco al suelo — Escuchó decir a Killian mientras caminaba por el pasillo del pequeño salón en donde se llevaría a cabo la ceremonia.

Belle, con un vientre pequeño pero abultado, venia del brazo de su esposo y sonreía levemente.

—No la molestes — Reprendió la morena de ojos azules — Todas las mujeres tenemos derecho a estar nerviosas el día de nuestra boda — Ambos se detuvieron frente a Regina y Bella le dio un pequeño abrazo. — Te ves hermosa.

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