Parte 2 Capitulo 2: Los rostros en la pared

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La noche fue oscura y acogedora pero eso sí, muy fría. Ya había arruinado mi uniforme de tantas veces que dormí en el suelo.

-Ha despertado -dijo la botella.

-No tienes que hablar por hablar, claro que estoy despierto.

-¿Buena noche? -preguntó.

-Increible, me siento de lo peor, me dará hipotermia ¿No deberías estar ya muerta? Te bebí toda anoche.

-Yo no hago las reglas, ese eres tu -respondió.

-Si que estoy bastante solo como para no haberme desecho de ti todavía.

-Me dices que no hable por hablar y justo haces eso, es obvio que estas solo -dijo.

Es divertidísimo hablar conmigo mismo. Entablar conversaciones con tu subconsciente me lleva a descubrir cosas que nunca imaginé. Estoy loco y al tanto, no hay nada mejor. La diversión se difumina cuando tienes que dormir debajo de la lluvia y apenas con un abrigo.

-No te veo muy bien -dijo.

-Los has hecho de nuevo, hablaste por hablar.

-No me culpes a mi, yo no soy el que crea estás conversaciones -afirmó.

Con el cuerpo a medio morir y unas manos desfiguradas ya no podía ni sostenerme. Desde el día en el inhale sangre el efecto de mis rodillas se ha ido desgastando. He vivido de chatarra y alcohol. Perdí peso y apenas puedo moverme. No saldré del suelo...

-Necesito ayuda.

-Podrías sostenerte de mi para subir -dijo.

Coloque la botella al lado mío y trate de impulsarme con el brazo de ella. En un movimiento el cristal no sostuvo el peso de mi cuerpo y se fracturó, mi mano cayó encima de los pedazos. Solo pude ver trozos cortando la piel y las heridas llenando todo de pintura roja. En ese instante pude notar algo, las historias que había contado y de las cuales creí un invento eran realidad. Todo empezó a encajar en su lugar, igual que el cristal lo hacía entre las cicatrices de mi mano. El estilo desfigurado de mi cuerpo, las diversas marcas de dolor por el mismo eran todas obra de mi niñez. Un mundo de anécdotas narradas que viví en mis sueños, un mundo que convertí en un cuento por mi seguridad. La botella guardó todos esos secretos y los mantuvo ocultos dentro de su sabor. Ahora que está incrustada en mi puedo recordarlo y aún con este sentimiento no puedo tener pena por mi mismo. Yo tomé la decisión de no recordar nada, me acuerdo que cuando Susan preguntaba creaba excusas para no hablar de mi pasado. Soy un frasco vacío, igual que el que contenía sangre aquel día. Soy incapaz de ver por mi y no puedo sentir nada. Remover los cristales de mi mano no causa dolor o sensación. Fuí egoísta con todos los seres vivos ayer, justo después de doler por la muerte de uno de ellos quise comer el dedo de un anciano. No pensé en ningún momento en que mis acciones afectarían mi felicidad, una de las reglas que prometí seguir y que no cumplí. Todas las promesas que he hecho y que he ignorado me hacen saber algo, nunca fuí la persona que creí ser. Podré seguir desgastando mi esencia viviendo en la calle por el resto de mis días pero no haría ninguna diferencia. Cuando siento algo, esto trae a más problemas, ya puedo vivir sin preocuparme de las cosas ya que en cualquier caso, todo lo que hago o ignoro solo tiene como objetivo el sobrevivir. He querido que la vida tenga un significado basado en decidir tu propio destino pero no lo hay. No estoy enojado con él, solo decepcionado en mi de que pude verlo venir desde pequeño y gracias a mí instinto lo deje pasar, siendo que era tan obvio. Hablé por hablar desde que tengo memoria...

-Los secretos, los secretos son buenos, recuerda los secretos de la pared... -dijeron los pedazos de botella.

-He podido sentir tus mentiras ¿Que obtendría de hacerte caso?

-Usa tu don, mira lo que has perdido, recuerda quien eres -dijeron los pedazos antes de desvanecer su esencia.

Cuando era niño, podía ver rostros plasmados en las paredes. Las caras nunca eran de alguien en especial, más bien eran expresiones que definían y guardaban el secreto de la habitación. En el baño de casa, podía ver qué los rostros lloraban, en la sala sonreían y en cuarto de mis padres gritaban desesperadamente. Hoy por hoy solo siento si coloco mi mano en ellas. Se puede saber muy fácil cuando esconden algo. La pared de un callejón no tiene muchas cosas, sin importar cuánto me quedara tocandola no sabría decir que sucede. Eso pensé, hasta que mi corazón se agitó, en un parpadeo, estaba dentro en un dormitorio. Había una cama individual y alguien más acostado conmigo. Tenía la mano levantada y sentía la brisa de la ventana mientras miraba la pared que era muy similar a esta. Otro parpadeo, hablo con esa persona y me despido de ella, no sé quién es. Otro parpadeo, estoy en medio de la noche fría y desamparado, tengo un papel en mi mano con números en él. De mi hombro cuelga una mochila, la misma en la que guardo mis cosas. Todas memorias que se sienten reales y que suceden en algún punto. Abrí los ojos otra vez, ya estoy tirado en el callejón. Observo mi mochila y solo hay ropa y mi teléfono sin batería. Hay un suéter que no reconozco, no es mío y tiene un olor muy peculiar. El olor es de alguien que conozco pero no recuerdo quien es. Dentro de una de las bolsas del suéter hay un papel como el de la visión. El papel está descolorido y arrugado, se ve que es viejo. Al desdoblar los pliegues puedo ver una fotografía mía en uniforme y dice en letra grande "desaparecido".

Quiero Ser Un BeastarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora