Epílogo
Isabella se había despertado muy temprano, y después de desayunar, había decidido salir a caminar en el jardín de su propiedad. Se sentía todavía angustiada por la carta que le había escrito a Matthew. Había sido atrevida. Una dama jamás debería expresarse como ella lo había hecho en dicha carta. ¿Cuántas había escrito antes de enviarle esa? ¿33?
Se había sentido tan agotada emocionalmente cuando se permitió abrirse y expresarle lo que sentía, después de todo, no había sido mentira ninguna de las palabras escritas.
¿Qué había pesado Matthew al leerla? ¿La juzgaría ahora por su atrevimiento?
Se sentó en el banquillo más alejado de la fuente de su propiedad. Necesitaba pensar y dejar de angustiarse por lo que había hecho. Pero lo que consiguió fue llorar porque se sentía tan frágil en ese momento.
Había amado a Matthew desde que su memoria lo recordaba. Desde niña obviamente. Su madre le decía que cuando había empezado a gatear y veía a Matthew de visita, buscaba acercarse a él y sonreírle. Había sido una niña valiente que no se inmutaba a expresar sus emociones, pero después de crecer y educarse en Bath como la señorita que debería ser, esa valentía se esfumó. Se había convertido en la Isabella que ahora conocía Matthew. La Isabella que callaba sus sentimientos.
Al menos hasta esa temporada.
Había tenido que llegar hasta sus límites para estallar y decirle todo lo que pensaba a Matthew. Mostrarse indiferente. Alejarse de él, para después comprender que siempre le amaría. Y era por esa razón que le había perdonado. Y escrito una carta en donde había perdido los estribos.
Una señorita jamás debía escribirle una carta a un caballero como ella lo había hecho. Esperaba que Matthew entendiera sus razones y desechara esa carta.
El sol pronto se ensombreció y comprendió que tenía a alguien en frente de ella. Se levantó apresuradamente, pasmada de ver quien era y sintiéndose culpable de conocer por qué se encontraba presente.
—Me temo que soy el peor de los idiotas si soy el culpable de esas lágrimas...
— ¿Matthew? ¿Qué haces aquí? —sus mejillas enrojecieron mientras su rostro se ponía también un poco pálido de la impresión.
—Lo que debí hacer desde hace tiempo... Pero por ciego no hice. Quizás sea un mal que padezcamos los Cavendish...
—No entiendo...—y se sentó de nuevo, temiendo desmayarse a causa de las emociones que le traicionaban en ese momento.
—He venido a pedir tu mano, si tú me lo permites, Isabella... He venido a pedirte que me hagas el hombre más feliz del mundo, siendo el único afortunado de poder amarte como te ama y ser correspondido...—se sentó junto a ella y secó las lágrimas que recorrían su rostro—. ¿Me darías ese maravilloso honor?
—Matthew... Sí... Sí, te doy ese honor...—y finalmente se permitió sonreír, aunque ahora lloraba de alegría.
—Cuando amas a alguien esperas cosas maravillosas... Y Dios me ha bendecido con cada una de tus palabras escritas en puño y letra. Y ahora al concederme el honor de que seas mi futura esposa...No quiero que llores más por culpa mía.—le susurró, al acariciarle con ternura su rostro con ambas manos.
—Estoy llorando de felicidad, aunque debo confesar que me he avergonzado un poco por mi atrevimiento. Siento que no debí...
—No debes avergonzaste... Ha sido la mejor carta que he recibido en mi vida. Ha sido escrita por tus manos... Y has abierto tu corazón para mí. Es el mejor regalo que he podido recibir... El mejor regalo que has podido darme, mi querida Isabella.
Isabella sonrió un poco más.
—Cuando amas el tiempo se hace relativamente corto cuando estas cerca de esa persona... Y amas cada instante a su lado. Dime, ¿acaso esto es un sueño?
—Permíteme mostrarte que no es así...—y le dio un casto beso, para luego escoltarla hacia su casa, donde esperaría reunirse con los padres de Isabella y pedir su mano.
No, no iba a esperar más tiempo. Aunque debía regresar a St. Andrews, después del permiso que había solicitado. Regresaría a culminarse sus estudios y se llevaría la boda en la catedral en que se habían casado sus padres. La amaba, sí la amaba. Y deseaba con todo el corazón, envejecer a su lado y hacerle feliz el resto de su vida.
Sí, cuando amas a alguien, vale el tiempo esperar, si dicho amor es correspondido por alguien que puede amarte de igual manera.
Fin
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Finalmente ya terminé "Cuando Amas a Alguien"... Gracias por su paciencia, apoyo, votos y comentarios. Quizás sea una novela no tan dramática o con más acción que las otras, pero igual me ha gustado mucho escribir un amor tan inocente como el de Isabella. ¿Quién lo iba a decir que estoy escribiéndola desde el 2015?... Sí, últimamente me cuesta inspirarme y escribir. Pero no me rindo.
Ahora empezaré a trabajar con la de Alondra, esa si que representa un reto para mí. Es por ello que he decidido terminar esta por aquí, porque se desarrolla simultáneamente a la de Alondra. ¿Les ha gustado este final?
Seguiré narrando sobre Matthew y Isabella en la siguiente novela.
Gracias una vez más a todos mis queridos lectores que siempre me dan una oportunidad, aunque sea simplemente una escritora aficionada y novata, que es muy probable que tenga errores en su escritos. Gracias.... Un saludo inmenso desde Venezuela... ¿De dónde son?
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Cuando Amas a Alguien ( 6ta novela de la serie Todo lo que Soy )
Historical FictionMatthew Cavendish finalmente ha regresado a Londres, permitiéndose un baile de sociedad, al ser la presentación de aquella pequeña niña que su memoria aún recuerda. Ha dejado atrás sus estudios en St. John (Escocia) solo por un momento, sin saber cu...