Capítulo 11

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 Al verano le quedaban aún algunos días para seguir en pie, sin embargo, el calor ya estaba dejando de ser un problema y solo se mostraba con timidez a través de tardes casi nubladas que eran más otoñales que de verano.

Pero en mi pequeño local aún podía sentirse el calor infernal que invadía el lugar por estar lleno de telas en un reducido espacio de diez metros. Siempre me había quejado de lo pequeño que era, no obstante, recién ahora podía ser consciente de que necesitaba agrandarlo debido a todo el trabajo que tenía pendiente y que debía contratar a alguien más que Alba para poder abarcar todos los pedidos.

A pesar de ser un pueblo pequeño y que por obvias razones no todos los días las chicas necesitaban un vestido nuevo, los pedidos estaban comenzando a acumularse desde que aquella rubia estaba trabajando aquí. Sus diseños y el toque que tenía para combinar colores nos estaba dando una fama que no tenían desde que Mikel trabajaba aquí.

—¿Alba has terminado con la tela que te pasé? —le pregunté desde mi escritorio mientras me ideaba como terminar con el vestido azul que me habían pedido hace una semana por un baile que se iba a realizar en un par de días en el pueblo, tenía serios problemas con el escote y algunos trazos que le habían salido mal a Alba pero que no había querido reclamarle, porque al final del día, ella solo llevaba pocos meses aprendiendo a coser mientras yo llevaba toda la vida en ello.

Mi madre también se había dedicado a este mundo y aunque yo no lo deseaba a los cinco años, ella no dudó en enseñármelo con la excusa de que iba a ser necesario cuando me consiguiera un esposo. Sin embargo, ella no sabía que inconscientemente había desatado una obsesión que hasta ahora no podía ser controlada .

Alba no tardó en aparecer con las tiras de tela verde que le había pedido que recortara y tuviera lista para coserlas en el vestido. Sonreí al ver como la chica rubia que había aparecido en mi local al principio del verano casi ya no existía y daba paso a una hermosa flor.

No solo su imagen era más confiada y segura sobre el mundo, también demostraba estar en una mejor posición porque sus vestidos comenzaban a tener más producciones que estoy segura que ella mismo le había incorporado. Alba había florecido de ser un pequeño capullo a una hermosa mariposa que se posaba entre las flores más hermosas de cualquier jardín.

Todos hablaban de como aquella chica que era desconocida podía ser así de hermosa como si el tiempo solo se encargara de amoldar más aquella imagen que de seguro había sido bendecida por Afrodita. No había día en que no escuchara como algunos deseaban profanar aquellos labios rojos y cientos de deseos de cosas imposibles nacían a través de aquella rubia.

Y no los culpaba de ello, porque ya me era común tener pensamientos inapropiados con ella, pensamientos que no tenían lógica alguna pero que solo dejaba en mi subconsciente y en mis largas noches reflexionando con mi almohada.

—¿Puedo preguntarte algo, Natalia? —me sorprendí al escuchar aquello, era la primera vez que ella me preguntaba algo, siempre solía ser yo la que la abordaba de preguntas que en su mayoría eran contestadas con un par de palabras sueltas. Así que dejé lo que estaba haciendo y mis ojos chocaron en aquel remolino achocolatado que eran los suyos.

—Dime —respondí mientras Alba dudaba si hacerlo ó no —Prometo no comerte por una mala pregunta —contesté sonriendo y esto desencadenó una de las sonrisas más hermosas que he podido apreciar .

-¿Por qué nunca estás en tu casa? ,¿no tienes a nadie esperándote?- me preguntó con aquel tono tan dulce que siempre le salía cuando no lograba entender algo, una sonrisa ladeada apareció en mi rostro frente a sus preguntas y eso me hizo recordar que ella era nueva y que a diferencia de todas las personas del pueblo no conocía mi pasado.

—Me gusta estar aquí, siempre me ha relajado estar entre telas —contesté tratando de encontrar las palabras para aquello —y no, no tengo a nadie esperándome en casa, estoy acostumbrada a la soledad —finalicé sin sentir nada en aquellas palabras, sin embargo, Alba no pareció convencida ante aquello y retomó las preguntas.

—¿No estás casada?—me preguntó impresionada y yo reí por ello, porque venía de una chica que tenía a un bebé de extraña procedencia, no obstante, le dí la respuesta que ella deseaba escuchar, ya que al final de todo, confiaba en aquella rubia.

—Lo estuve por un par de años, pero él murió de neumonía hace casi un año—respondí recordando como casi nunca solía hacer a mi difunto esposo. La impresión de Alba no daba para más y sabía que aquella respuesta iban a desencadenar una lluvia de preguntas que no podría evitar porque yo también lo había hecho con ella hace tiempo atrás.

—Lo siento —dijo con cierta tristeza y yo negué con la cabeza, porque realmente no me importaba, ya me había acostumbrado a aquello al igual que todas las cosas que sucedían en mi vida. Aunque la compañía de Mikel a veces me llamaba a gritos debido a que él también había sido un amante de la confección y por ello él confeccionaba trajes mientras yo me encargaba de los vestidos, la verdad es que podía vivir con ello y no me afectaba como debía ser.

Tal vez era por el hecho de que en un pasado remoto, casarme a los 16 con un hombre que era veinte años mayor que yo, no estaba entre mis planes y que lo había hecho obligada.

—¿Cómo se llamaba?—me preguntó nuevamente y ésta vez salió un suspiro de mis labios.

—Mikel, nos casamos cuando tenía 16 —no sé porque nació aquella necesidad de aclararle aquello, sin embargo, ya era muy tarde para arrepentirme de lo que había dicho .

—¿Lo querías?.

—Al principio solo deseaba estar muerta antes de casarme con alguien como él, ya que era mucho mayor que yo, no obstante, con el tiempo me acostumbré a su presencia —Alba me miraba con incomprensión y sabía que eso solo iba a sacar más preguntas de su mente.

—¿Lo querías ?—volvió a repetir como sino estuviera convencida de lo que le había dicho y yo tampoco lo hacía. La verdad es que Mikel no era un mal hombre, había sabido soportarme como podía dar la paciencia de un hombre, a pesar de que a veces era violento por el hecho de que no era recíproca con él, no obstante, nuestra obsesión nos había juntado y había hecho que al menos nos soportáramos que era mucho más de lo que la mayoría de las parejas casadas llegan a hacer.

—No—dije con inseguridad, porque sabía que jamás lo había hecho —pero la persona que se llevó mi corazón no podía tener un futuro conmigo—finalicé mientras intentaba que las lágrimas no se adueñaran de mi estado de ánimo.

Ella había abierto una herida que pensaba había cerrado aquel día de diciembre en dónde con un tímido sí, acepté que mi vida dejara de tener los colores con los cuáles había soñado tantas veces.

Sweet DispositionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora