Capítulo 32

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El verano estaba comenzando a hacer presencia como todos los años lo hacía en esta fecha.

Ya se podía ver a las personas más animadas por haber sobrevivido uno de los inviernos más fríos que se haya visto en el pueblo, las cosechas estaban dando frutos a cantidades nunca vistas y las flores tomaban el protagonismo en cada calle que se pisara. A pesar de eso, el calor seguía siendo insoportable y me hacía recordar al calor del verano que había conocido a Alba.

Habían pasado cinco años desde que ella se había ido, no obstante, aún seguía doliendo como una herida latente que nunca dejaba de sangrar en mi corazón.

Ella se había ido, quizás para siempre, pero su presencia aún seguía en mí en cada segundo de mi vida, especialmente por el hecho de que Miki ocupaba su lugar a mi lado.

De cabellos castaños y rizos que le daban un aspecto tan infantil, él estaba a punto de cumplir siete años y podía asegurar que Alba adoraría verlo en este momento como yo lo hacía cada día que me levantaba a su lado.

—Más rápido mami —me dijo mientras jalaba de mi mano para llegar más rápido al puesto de golosinas que había cerca de la estación de trenes, hoy me había acompañado a hacer unas compras y como siempre, deseaba que lo recompensase por aquella tarea con golosinas que solo vendían en aquella tienda.

—Tranquilo Miki, ya estamos casi llegando—respondí riendo por la emoción que lo envolvía por comer aquellos dulces, la verdad es que no entendía como no se aburría de comerlos casi todos los días y como lograba tener siempre esa emoción a pesar de que conocía a la perfección el sabor de esas golosinas en su boca.

En menos de cinco minutos llegamos a la susodicha tienda y Miki no dejaba de saltar frente al mostrador mostrándome los dulces rojos que a él tanto le encantaban, sonreí ante ello y cuándo el vendedor le dio su bolsa llena de bolitas rojas; él al fin se sintió satisfecho y no dudó en sentarse en uno de los asientos que estaban frente al lugar dónde las personas desembarcaban de los trenes.

Todas las tardes veníamos a este mismo lugar en el mismo horario, tal vez porque mi corazón deseaba que aquella rubia volviera a aparecer de la misma forma sorpresiva que lo hizo hace tiempo atrás o tal vez era por el simple hecho de que me relajaba sentir como las personas iban y venían de todas partes en aquellos trenes que jamás había utilizado en mi vida, pero que aún así los admiraba con una sonrisa todos los días.

Las personas comenzaron a bajar una por una de los vagones mientras Miki comía concentrado sus dulces.

—¿Ella se parece a mamá?—me preguntó Miki mientras veía como una rubia bajaba del tren, siempre teníamos el mismo juego dónde nos quedábamos a ver como las personas bajaban y él me preguntaba si se parecía a Alba o no, creo que él también tenía la esperanza de que ella regresara algún día. Miré a la chica que Miki señalaba, tenía la piel blanca, el cabello rubio pero sus ojos azules mostraban que no era Albi, la verdad tampoco me hizo sentir mal aquello, porque nunca era ella la chica que aparecía en la estación.

—Ella tiene los ojos azules, amor—le contesté quitándole uno de sus dulces—Albi los tenía castaños —Miki asintió mientras seguía concentrado en como las personas bajaban del tren, yo en cambio solo miraba como el entusiasmo de venir todas las tardes se apoderaba de aquel pequeño rubio.

—Mami —me dijo frunciendo el ceño y yo le limpié un poco el desastre que tenía en su boca por comer tantos dulces—¿cómo sabes que mamá regresará?—suspiré ante su pregunta mientras mis brazos lo buscaban para abrazarlo para no llorar por su pregunta.

—Porque ella me lo prometió y las promesas se cumplen —respondí mientras él asentía.

Y cuándo ya las puertas se estaban cerrando para darle fin al último recorrido de aquel tren y devolverse al principio de la línea, sucedió algo que no me esperaba.

—¿Ella se parece a mamá?—me preguntó Miki por última vez y yo dirigí mi mirada hacia la última pasajera del tren de aquella tarde.

Ahí estaba una chica con tres maletas, un par de ojos castaños, una sonrisa que tanto extrañaba ver todos los días y una dulce disposición que estaba segura que esta vez se quedaría por siempre conmigo.

Era Alba Reche, la chica con los ojos más hermosos que jamás haya visto.

Sweet DispositionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora