Capítulo 16

988 93 5
                                    

El día tan esperado por todo el mundo había llegado y yo me encontraba cerrando el local después de la semana más pesada que había tenido en mucho tiempo. A pesar de que le había dado la tarde libre a Alba, ya que pensaba que le gustaría al menos saber algo del baile, ella hizo caso omiso y se quedó hasta ahora, cuándo se encontraba dando de comer a Miki quién no se separaba del pezón de la rubia mientras ella lo miraba con la dulzura que siempre la invadía al tener aquel pequeño cuerpo sobre su pecho. Aquello era una escena digna de cualquier pintor del renacimiento que demostraba el amor maternal a flor de piel.

Tardé varios minutos en volver a mí después de aquella escena, Alba no dijo nada a como la estaba espiando a través de mis miradas confusas y tímidas, sin embargo, sabía que la estaba incomodando de sobremanera así que decidí dejar de mirarla y tratar de que mis pensamientos se alejaran de cualquier cosa que tuviera que ver con ella.

Fallé en el intento.

—¿Por qué no fuiste al baile? —le pregunté mientras guardaba las agujas en la caja que tenía a mi derecha, Alba no dijo nada porque estaba ocupada sacándole los gases a Miki, no obstante, pude notar como no entendía a que iba mi pregunta —Todo el pueblo irá —respondí finalmente.

—No todo el mundo—contestó sin darle importancia —Tú estás aquí —dijo riendo lo cuál me sacó una sonrisa —además no tengo con quién dejar a Miki si me interesara ir, lo cuál se aleja totalmente de la realidad —finalizó mientras yo no dejaba de verla a ella .

—Por lo que he podido notar, no eres muy fanática de las personas —confirmé haciendo inventario, Alba por su parte solo suspiró a ello y noté como sus ojos castaños rápidamente perdían aquel brillo que de a poco estaba comenzando a ser cotidiano.

—Si lo fuera me hubiera quedado en Londres—se limitó a decir mientras yo la veía sorprendida, era la primera vez que ella hablaba de algo tan personal sin que yo se lo preguntara, pero más me sorprendió el hecho de que no hubo ningún temor al decírmelo solo hubo nostalgia al decirlo como si le doliera decirlo.

—¿Vivías en Londres?—pregunté aún aturdida por ello, Alba asintió.

—Toda mi vida —confirmó y aquello no lo hacía más real, no me podía imaginar a aquella rubia tan callada entre las calles londinenses dónde todo era envuelto en ruido y las personas tratando de vivir su vida de una forma más rápida que la hacían en un pueblo dónde el tiempo parecía detenerse cada cierto tiempo.

—¿Por qué te mudaste a un pueblo como éste teniendo a Londres ?—pregunté sin encontrarle lógica a aquello, sin embargo, ella se atrevió a sonreír al recordar la razón.

—Si crees que los demonios solo se encuentran en los pueblos pequeños, debo decirte que estás equivocada —contestó con la seguridad que cada cierto tiempo la invadía —No me arrepiento de haberme ido, Natalia—dijo sin más mientras se levantaba de su silla para ver la manta de Miki y cobijarlo entre sus brazos.

Londres siempre había sido mi sueño, las grandes industrias eran pintadas en mis sueños como lo más maravilloso que mis ojos podían alcanzar alguna vez. No obstante, de la forma en que le dolía a Alba hablar sobre ello me hizo sentir que tal vez aquello era solo un sueño infantil de una chica que no conocía nada más allá que este pueblo y por primera vez, aquella rubia no era la imagen viva de una niña indefensa sino de una mujer que había tenido que luchar por un pasado que seguramente aún le pisaba los talones.

—¿No te costó irte? —ella me miró perpleja por aquella pregunta y yo tampoco pude creer lo que le estaba preguntado, se tomó unos segundos para pensar lo que me iba a contestar, sin embargo, no me esperaba esa respuesta.

—Lo único que deseaba era irme de aquel infierno —respondió mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos como si fueran pequeñas lluvias esperando desencadenarse frente a un cielo nublado —Londres me quitó cualquier esperanza de vida que alguna vez tendré —aunque ella no notó aquel movimiento fugaz que hizo, yo pude notar como en una tímida mirada vio aquella marca que posaba en su brazo como un secreto a voces.

Ese fue el momento en que las lágrimas comenzaron a caer como rocíos en medio de una mañana sin rayos de sol, aquellas gotas de agua que caían como cascadas estaban abrigadas de sentimientos que solo ella conocía, de miles de secretos que nadie más conocía y que la atormentaban como a cualquier ser humano.

Su mirada triste y perdida se perdía entre la noche estrellada y las miles de telas que veían aquel espectáculo, mientras que yo no sabía que hacer ó que decir para acallar aquellos remordimientos que la condenaban a vivir una sentencia sin precedentes.

Mi corazón sintió aquella pena y que pedía a gritos que solo yo podía escuchar que calmase aquella tempestad que estaba viviendo Alba, así que sin ser dueña de mis actos me acerqué lo suficiente a la morena para ofrecerle regocijo frente a sus pecados en mis brazos.

Sin embargo, este mismo acto hizo que su boca fuera profanada sin pudor por mis labios desesperados por acallar cualquier sentimiento que no correspondiera a los que yo veía en ella.

Con aquello estaba firmando mi condena frente a una batalla que no podía librar.

Mis sentimientos habían ganado por segunda vez, pero solo esperaba que ésta vez, la condena que recibiera por ello tardara en aparecer.

Sweet DispositionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora