Capítulo 18

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Cállame con miles de reproducciones de aquel beso que fui capaz de robar a tu alma virgen.

Las semanas pasaban y la culpa crecía en mí como una enredadera llena de veneno que atravesaba mi corazón.

Desde aquel beso, Alba había vuelto a ser aquella chica asustada que alguna vez fue.

La culpa por ser la culpable de aquel robo de la vida que había hecho contra aquella chica, me carcomía cada mañana y tarde dónde aquella rubia volvía a ser una suave sombra que se movía con delicadeza frente a cualquier trabajo que la mandase a realizar.

Aquel sentimiento llegó a invadir mi cuerpo de una manera tan poco natural que no había noche que no llorara por haber arruinado aquel momento y aunque mi corazón admitía la culpa de haber quitado la virginidad a aquellos labios seductores, mis labios no se arrepentían del sabor tan dulzón que su boca dejó en mí.

Sus labios eran la muestra de aquel pecado que había visto en ella desde la primera vez que la vi existía, porque aquel par de labios eran completamente arrebatadores y lograron poner a sus pies todos mis sentidos en tan solo unos segundos de roce. Mis ojos se deleitaron con gozo esperando que aquellos labios tan únicos e incomparables no pusieran resistencia frente a los míos que los deseaban desde hace tanto tiempo.

Sin embargo, éstos no tardaron en salirse de aquella magia que se había creado en aquel local y dudosos de lo que habían hecho solo ignoraron a la rubia, porque comenzaban a ver como la culpa florecía.

Alba no dijo nada al respecto y yo sabía que ella tenía razones para no hablar sobre ello, ya le bastaba tener un niño de extraña procedencia como para hacer caso a los sentimientos ocultos de una loca que más encima era su jefa.

La razón apoyaba en todos los sentidos el silencio que había adquirido frente a lo que pasó aquella noche, pero mi locura me pedía que hablara sobre ello, me pedía a gritos que confirmara la sonrisa que había visto salir de los labios al despegarse de los míos.

Sin embargo, la timidez me ganó en aquel campo de batalla y jamás me atreví a preguntarle por ello.

Cosa que tampoco fue tan necesaria cuándo un día de la mitad del otoño, Alba no necesitó hablar para ver como sus pétalos de inocencia y celibato eran arrancados, mientras volvía a posar sus labios sobre los míos en una sincronía que jamás hubiera esperado de su parte, pero eso solo lo hizo más mágico e irreal.

Sweet DispositionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora