Capítulo 25

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Mi parte favorita del día eran las horas que Alba, Miki y yo nos perdíamos en mi local. Debido a que estos meses eran dónde menos personas se veía en las calles, el trabajo era casi inexistente y podía disfrutarlos sin tener que ocultarme.

—¿Dónde está Miki?— pregunté con la voz que siempre ponía cuándo le hablaba a aquel castaño y me ocupaba de tapar mi rostro entre mis manos haciendo como sino pudiera verlo—Aquí está —respondí consiguiendo que él riera y pidiera con sus manitas que lo tomara en brazos mientras Alba terminaba los últimos detalles del único pedido que habíamos tenido en la semana —¿Vamos por mami?—le dije mientras le acariciaba el cabello y él asintió moviéndose entre mis brazos para que lo dejara caminar, así que eso hice y vi como caminaba sin dificultad hacia la mesa dónde estaba Alba terminando un trabajo. 

Al llegar a los pies de Alba, Miki comenzó a tirar de la falda de su vestido para que lo viera y ella dejó su trabajo para verlo con una sonrisa mientras lo alzaba a sus piernas.

—¿Extrañabas a mami?—le preguntó mientras pellizcaba con dulzura las mejillas sonrosadas de Miki—¿Tú también me extrañabas?—dijo alzando la vista hacia mí y yo asentí como una niña pequeña para acercarme a ella y besarla —yo también lo hacía —respondió rompiendo aquel beso.

—¿Has terminado?—le pregunté mientras veía el vestido.

—Aún me faltan algunos detalles , pero ¿qué dices jefa?—sonreí y tomé el vestido para ver los detalles de los que me hablaba Alba, sus puntadas estaban tomando profesionalidad mientras más pasaba el tiempo y tenía que aceptar que era muy buena en esto.

—Creo que está quedando mejor que el boceto —dije besando su cabello —buen trabajo cielo —antes de que pudiéramos decir algo más, ambas escuchamos el sonido de como sonaba la puerta de la entrada y Alba se me adelantó parándose para ver quien era mientras me pasaba a Miki quién no tardó en jugar con mi cabello y a golpear con sus manos mis mejillas.

—Quisiera ver a Natalia— mi corazón se detuvo ante esas palabras, podía reconocer aquella voz hasta en el fin del mundo, era mi madre.

Sin embargo aquella voz no me preparó para lo que pasaría al darme vuelta y verla parada al frente mío con el cabello castaño que no veía hace tanto tiempo y aquellos ojos amenazadores presentes en mí y que me inspeccionaban buscando aprobación.

—Madre —fue lo único que mi boca pudo decir, mientras Alba veía aquella escena frunciendo el ceño, porque seguramente ella había entrado sin permiso previo.

—Es un gusto verte, Natalia—me dijo mientras desviaba la mirada hacia Miki quién aún seguía jugando con mi cabello—¿es tuyo?—llevaba sin ver a mi madre desde aquella tarde en la iglesia dónde no le había importado condenarme a esta vida —es muy lindo — respondió mientras se acercaba a él.

—No, es de Alba—respondí rápidamente mientras Alba se acercaba para tomar a Miki entre sus brazos y fulminaba con la mirada a mi madre, la conocía tan bien que sabía que aquello significaba que no le daba confianza.

—Ya veo — se limitó a decir mientras veía con desaprobación a Alba y aquel gesto hizo que mi cólera comenzara a invadirme, porque ella no la conocía, no podía juzgarla, pero aún así lo hacía—¿Podemos hablar en privado?— me preguntó tomándome por sorpresa, suspiré y asentí mientras veía como Alba me miraba enojada por no decirle nada a mi madre.

—Alba podrías darnos unos minutos a solas —le solicité y ella no dijo nada mientras salía de la habitación con Miki y el ceño fruncido — Puedo saber que desea—pregunté cansada y ella acarició mi mejilla como cuándo era una niña, no pude entender aquel gesto.

La última vez que la había visto solo había resignación y vergüenza porque yo fuera su hija, y aunque aquello solo me hacía desconfiar aún más de lo que estaba pasando en este momento, no podía negar que me dejé llevar por aquel cariño que no sentía hace mucho de su parte.

—¿Acaso está mal que una madre visite a su hija ?—respondió mientras se arreglaba la falda del vestido yo negué ante su respuesta.

—Pensé que había dejado de serlo hace mucho—contesté tratando de contener la rabia que me invadía por recordar aquellos momentos en dónde no hice nada más que querer a alguien y ser feliz con ella, sin embargo, mi madre se encargó de destruir aquellos sueños infantiles —¿Necesita un vestido?—pregunté sin mirarla, porque sabía que si seguía viendo su rostro, no tardaría en llorar.

—Al parecer te va muy bien —dijo cambiando el tema mientras sus ojos recorrían cada rincón del lugar —y aquella chica, ¿no es Alba Reche? —asentí extrañada frente a su pregunta.

—Lo es, es mi —tragué saliva ante la idea de gritarle quién era realmente ella en mi vida, no obstante, no lo hice —mi compañera de trabajo, es muy buena en lo que hace —respondí tratando de ser lo más cortante posible y no hablar demás acerca de ella, ya me bastaba con la mirada de desaprobación que había provocado sin conocerla.

—No pensé que caerías tan bajo —me dijo decepcionada y yo fruncí el ceño ante aquella respuesta—ella es una pecadora en todos los sentidos Natalia—gritó exaltada sin importarle el hecho de que Alba estaba en el mismo lugar aunque a unos metros de distancia, la cólera volvió a invadirme y tuve que reprimir mi furia por aquellas palabras cerrando mis puños —Todo el mundo rumorea sobre su extraña procedencia, sobre el hecho de que nunca va a la iglesia y la extraña relación que solo tiene contigo —respondió con seriedad —además de aquel niño que también debe tener una procedencia poco cristiana.

—Alba es la chica más especial que he conocido—contesté defendiéndola—Y vale mucho más que muchas personas de este pueblo que se atreven a criticarla — mi madre me veía sorprendida— y sí tendrá un hijo, el cuál adora como a nadie y es un ejemplo espectacular de madre no como algunas —le refuté—y también no irá a la iglesia, pero en su alma hay más pureza que muchos fieles peregrinos que conozco—mi madre no dejaba de mirarme con el ceño fruncido por estar defendiendo a Alba— y la amo —respondí finalizando la conversación.

Ese fue el último día que vi a mi madre en toda mi vida y la verdad no me arrepentía de aquello, ya que ella había dejado de ser alguien importante aquella tarde de invierno dónde me había vendido a una vida que no deseaba.

Sweet DispositionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora